7 de noviembre de 2024

Terrorismo de Estado por ausencia

Nadie puede aterrorizar a toda una nación,
a menos que todos nosotros seamos sus cómplices.

Edward Murrow

Si sólo se tratase de Javier Milei, ese pequeño dictador de zarzuela con todos los absurdos atributos de un personaje pergeñado para la risa, la cosa podría ser más fácil. Incluso hasta comprensible. Pero no. Porque “la historia ocurre dos veces: la primera vez como tragedia y la segunda como farsa”, según Carlitos Marx y su tan citado como poco leído “18 brumario de Luis Bonaparte”. Y se torna evidente que, luego de los años de plomo, del horroroso Proceso de Desintegración Nacional, aquella dantesca tragedia ha trocado en pantomima, entremés, bufonada turbia escrita para la Argentina por los mismos que en los 70 fueron “la pata civil” nunca juzgada, y menos condenada.

Podríamos ir por los apellidos: Macri (no se si te suena), familia que al inicio del terrorismo de Estado era la feliz poseedora de siete empresas y al momento de la recuperación democrática ya tenía 46; podríamos ir por las compañías: Molinos Río de la Plata, ponele, donde los delegados fueron advertidos por los patrones sobre que era su “última oportunidad” para abandonar “voluntariamente” la planta y, horas más tarde, fueron detenidos por grupos militares; podríamos ir por los medios: Clarín y La Nación robándose Papel Prensa en la mesa de torturas y, a partir de ese crimen, montar un inmenso holding destinado a mentir, engañar y torcer voluntades y, también, podríamos ir por la embajada, claro. Creo que no necesito explicar ni cuál es, ni qué hizo… y hace.

Dramaturgos, creadores de ese lenguaje escénico que luego, actores de reparto como Jorge Videla o Emilio Massera o Milei ejercerán con crueldad y fina perversión. Para la tragedia o para la farsa. Y ahora, es tiempo de la pantomima.

No puede ser otra cosa que farsa que Martín Menem, un dirigente de bajísima estofa, con más méritos para la sobada de lomo que para la operación política y un importante récord de derrotas en estos seis meses de gobierno libertario, ande apretando por las redes al gobernador de La Rioja. Le adirtió que, aprobado el paquete fiscal, la provincia iba a recibir una millonada de pesos y, por eso, esperaba que “acompañara”. ¿Y si no es así? ¿Si no se arrodilló, entonces, no le toca nada? Y si se hubiese entregado, rendido y de todas maneras no llegase un peso, ¿qué? ¿Menem garantiza la cifra con la que extorsiona? ¿El pueblo de La Rioja puede cobrarse de esa inmensa fortuna de los Menem que ahora han ampliado en unos cuantos millones de dólares porque Milei quiere que “La Rosadita” sea monumento nacional?

El mismo Martín Menem que apretaba por tuit es quien le habría pasado al empresario libertario y extorsionador vocacional, Rodolfo Llanos, el listado de celulares de los diputados para que “Rodo” -referente de una cámara PyMe creada hace un ratito-, los conmine a votar la ley Bases. Viejo sistema: látigo y zanahoria. Eficaz para los burros… y algunos opositontos dialoguistas que sólo se preocupan por que la de ellas/ellos, “esté”.

Semiocapitalismo

Franco “Bifo” Berardi autor de “La fábrica de la infelicidad” sostiene que los seres humanos estamos perdiendo cierta habilidad vinculada a la interpretación de aquellos signos que no pueden definirse con precisión en términos  verbales. Es decir, la sensibilidad: esa capacidad para “detectar lo indetectable, para leer los signos invisibles y para sentir los signos de sufrimiento o de placer del otro”.

Atentos al devenir de los últimos días, podría ocurrir que nuestro país fuese -tal como lo han deslizado algunos de nuestros grandes pensadores, Raúl Zaffaroni, entre otros- una suerte de banco de prueba para la instalación de las tres nuevas “modalidades de la abstracción: la primera corresponde en la subsunción del trabajo en la mercancía; la segunda, a la absorción de las cosas y los cuerpos por la acción de los bites informativos y, la tercera, el proceso mediante el cual la valorización financiera del capital se desvincula de toda necesidad productiva”. Una suerte de semiótica de los bienes.

¿Te parece extremadamente incomprensible? “Todo problema complejo tiene una solución fácil… y está equivocada” reflexiona Umberto Eco en su libro “El Péndulo de Foucault”.

¿Por qué la Argentina de Milei estaría libre de este intento de aislar al individuo del sistema de “producción y distribución social” al que refería Marx en su “Tesis sobre Feuerbach”? “No preguntes esas cosas porque nadie te entiende”, Carlos (suena esa voz interior de la autocensura que modera, desde hace tiempo, las ideas y los cuestionamientos de una generación que se siente en retirada).

Interrogándonos livianito; limitándonos, porque si no “le hacés el juego a la derecha”; conteniéndonos, porque “no somos ellos”; absteniéndonos, porque “a la conducción no se la critica”; moderándonos, porque “no está dada la correlación de fuerzas” y mordiéndonos los codos ya que no nos dejan elegir a nuestros representantes en una interna porque confían en el “dedo infalible de la conducción” (aunque venga equivocándose desde hace más o menos 15 años, de la derrota de 2009 a esta parte), asistimos a esa masacre por falta de comida o de medicamentos que nos propone un personaje al que no sólo alentamos en su momento sino que, además, le armamos las listas en varios distritos y los financiamos “para que la derecha no nos gane.

¡Upa! Me fui de las ideas de un filósofo y activista de la izquierda italiana a los sentimientos de un militante de base que ve como los compañeros y compañeras se cagan de hambre mientras la superestructura se pelea por un quítame esas pajas que, no se sabe bien, si refiere a competir por el amor de la Señora o debatir un territorio que no es de nadie.

La Señora a quién, si la tocaban, “qué quilombo se iba a armar” y ningún quilombo, ni un lío siquiera. Apenas esa ficción en la que son juzgados un trío de “loquitos” dispuestos a tirarse sobre la granada porque ya, al pueblo que iba a hacer el supuesto quilombo, no le importa demasiado.

El Macondo peronista

Cincuenta años después, frente al pelotón de su desconcierto, el peronismo habría de recordar aquel día remoto en que su padre, el general Juan Domingo Perón, convocaría a más de un millón de argentinos a acompañarlo al sitio mismo de su último reposo. Buenos Aires era entonces una ciudad pujante y rica construida a la orilla de un río de aguas sucias (de ahí el famoso color león) que se mecían sobre un lecho de arenas fragantes a barro. La alegría y la dignidad eran tan recientes que muchas conquistas comenzaban a perturbar a los poderos y, para exorcizar su insidia, había que señalar a los gorilas con el dedo”. Parafraseando a Gabriel García Márquez, ni el propio factótum del realismo mágico podría haber imaginado este presente apocalíptico de un movimiento que supo dar felicidad al pueblo gracias a sus políticas. Hoy parece haber sido olvidado… en el mejor de los casos. Puede que por el tremendo error de no haber consolidado la titularidad de los medios de construcción de sentido o, simplemente, por las traiciones de quintacolumnistas infiltrados en su seno para carcomerlo desde adentro.

Medio siglo ha pasado desde que el constructor y conductor del peronismo abandonó los placeres y los dolores terrenales (no puedo eludir la referencia). Su heredero debería haber sido el pueblo pero un par de leguleyos fraudulentos alteraron el testamento y terminamos entregando todo a una banda de impostores y filibusteros que, a la hora de los bifes, se friegan en las compañeras y los compañeros para responder sólo a sus intereses y deseos personales (porque necesidades no tienen).

La ley Casta

¿Usted conoce el dicho del “mono con navaja”? Obvio. Bueno, esta semana 147 diputados de la nación afilaron el instrumento y le dieron la navaja al mono. Eso sí, advirtiéndole que tuviese cuidado con lo que hacía. Y que si él cortaba a alguien, ellos no eran responsables. Y que, además, no le iban a dar otra navaja, ni un revólver, ni nada más.

O sea, haciéndose los boludos como cordobés que rompió el fernet, entregaron el rosquete y fingieron demencia. El mayor exponente de esa actitud es sin duda “el Muppet” Rodrigo de Loredo (como le dice mi amigo Adrián Stoppelman); aunque le quedaría mejor el apodo de “Dado”, porque tiene seis caras. Este aprendiz de perjuro dedicó buena parte de su tiempo en los medios y en la Cámara a echar tierra sobre esta ley que luego terminó votando con las dos manos para, ipso facto, correr a celebrar junto a Menem, ambos exponentes destacados de la decadencia dirigencial de la Argentina.

Luego de seis meses y más cortes que una película sueca en tiempos del censor Paulino Tato, Milei obtuvo su ley Casta. Porque no se puede pensar un instrumento que favorezca más a la casta que esta norma. Con el sólo hecho de imponer nuevos impuestos (Ganancias) a los trabajadores para bajarle impuestos a los empresarios (Bienes Personales) alcanza para demostrar que lo dicho es una verdad de puño.

Mucho más cuando se vota en la semana en la que el índice de Gini muestra que, en el primer trimestre de este año, se profundizaron muy fuerte las diferencias entre el decil más alto y el más bajo de la economía. El número fue 0,467 y puede que a usted no le diga nada la cifra, pero eso significa que las familias más ricas de la Argentina tienen 23 veces más ingresos que las más pobres. Si con esos datos, 147 “representantes del pueblo” pueden levantar la mano para que esas diferencias se profundicen, hay algo en la dirigencia política que huele a podrido; que huele a casta.

Explicar cada punto de lo votado y el daño que eso le provocará a los argentinos y argentinas sería largo, engorroso y, por supuesto no soy yo el indicado para hacerlo, sobre todo en una página que dirige Ezequiel Orlando, probablemente el economista que mejor comunica hoy en día y uno de los que más sabe. Por eso me quedo con ese espejo de la profundización de la desigualdad que impone, porque nada más claro para exhibir a ese Milei que sólo juega a favor de la casta.

Un Nobel para miiiiiii

Aunque la semana termine con un modesto éxito para el gobierno como es obtener sus primeras leyes (que todavía deben ser reglamentadas y van a ser judicializadas, naturalmente, pero algo es algo) los días anteriores fueron una suerte de acumulación de fracasos y papelones. El PBI mostró una caída de 5,1% para el primer trimestre del año; el desempleo trepó a 7,7%, el dólar tocó su techo histórico a mitad de semana cotizando 1.380 pesos. La deuda externa creció en 2.160 millones de dólares y ronda los U$S 290.000 millones y su peso sobre el PBI es de casi el 60%; el Banco Central terminó quemando dólares y por primera vez clausuró el mes perdiendo reservas, lo que es todo un símbolo ya que este era el mes de cosechar verdes; se cerraron 330.000 cuentas sueldo en lo que va de la gestión libertaria y Luis Caputo (cebado por el triunfo módico en Diputados) anunció un nuevo ajuste que se simplifica en una idea básica, de secar la plaza de pesos: vamos a ajustar 10 veces más el ajuste. Son tan limitados que sólo pueden ver orden en el silencio.

La suma de fracasos no pudo ser compensada con el pálido éxito de la ley Casta. Al menos para el mercado que sigue teniendo a Milei y su troupe en la mira. Y se lo deja saber cada tanto con los ácidos comentarios de algunos cuadros destacados del Fondo como su director para el hemisferio occidental, el chileno Rodrigo Valdés, a quien el presidente culpa de su mala performance. “El FMI es socialista”, estalló el mandatario argentino cuando los técnicos del organismo internacional le solicitaron mejorar las condiciones sociales de los y las argentinas que están sufriendo la consecuencia del feroz ajuste que lleva a cabo el Gobierno. No se cómo no me felicitan”, se indignó el líder libertario, quien reprochó: “Si estoy haciendo 10 veces el ajuste que ellos piden”. Claro, el tipo cree que va a obtener “el premio Nobel de Economía”. Imaginate cómo lo deben estar envidiando esos giles…

Verso a verso

Sin Nobel y sin aplausos, Milei comienza lo que se anuncia como la fase más radical de su mandato en un clima enrarecido en lo interno y en lo exterior. Los números de las encuestas ya no son tan favorables a su gestión: crece el temor por el desempleo; en las barriadas más empobrecidas el hambre empieza hacer estragos (roban, en las escuelas, las viandas de los chicos) pero los alimentos que retacea Capital Humano siguen sin distribuirse y el caso de la desaparición del pequeño Loan en Corrientes tiene conmocionado al país. Mientras, sobrevuelan los fantasmas de la venta de menores, la pedofilia y el tráfico de órganos, todas cuestiones ligadas al discurso de aquel Milei que le decía a Luis Novaresio: “El Estado es un pedófilo en el jardín de infantes con los nenes encadenados y bañados de vaselina”… ¡Hay que tener una cabecita para construir esas fantasías!

Claro que ellos creen que estas cuestiones se combaten con comunicación, no con política. Y entonces desafectan a la policía correntina (que está complicada) a la búsqueda del niño y envían a 300 agentes de las fuerzas federales mientras Patricia Bullrich junto al ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, anuncian el envío de una ley que bajará la edad de imputabilidad a 13 años, cuestión que se ha demostrado en todas las experiencias mundiales que no sirve para nada.

Porque lo que importa es lo que dice X (otrora Twitter) o Tik Tok, no los estudios comparativos, los estudios y los análisis sociológicos de las instituciones más importantes de la Argentina y del mundo. Ya que no hay pan, que haya circo.

Por eso Milei es el elegido. Su idea del show permanente y su desesperación por la notoriedad hace del libertario un personaje imprescindible para la instalación de la “Omotocracia” (de ōmótēs, dureza, saña, brutalidad / krátos, gobierno: algo así como el gobierno de la crueldad), ese modelo de administración que los poderes concentrados transnacionales intentan para la batalla de la Bipolaridad occidental contra la Multipolaridad que avanza en el mundo.

El intento de golpe al gobierno constitucional del Estado Plurinacional de Bolivia, perpetrado a mitad de semana por un grupo de militares liderados por general Juan José Zuñiga se inscribe en este constructo en el que valiosos recursos naturales como el litio, el agua, el petróleo, las tierras raras y los metales preciosos son insumos esenciales para lo que Estados Unidos entiende que será la contienda final.

En esta suerte de espiralización de la violencia real y simbólica, el gobierno de Milei se exhibe como un fanático del atlantismo al punto de no repudiar oficialmente la fallida asonada boliviana contra lo que hizo, incluso la ONU. Tanta es su sobreactuación en este sentido que la ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino y su contrafigura en Cancillería, Úrsula Basset, impuesta por la ventana por el komisariat de Karina Milei, protagonizaron un papelón histórico en la 54 Asamblea General de la OEA.

La postura argentina, defendida por Basset, intentó borrar del documento final ideas tales como “cambio climático, “perspectiva de género”, “racismo”, “población LGBTI” y “criminalización de la protesta social”, entre otras. Tan disruptiva fue la posición y tan evidente la interna entre las señoras representantes de nuestro país que el embajador de Estados Unidos ante la OEA, Frank Mora, dijo que su país respetaba la postura argentina pero pidió que la aprobación de los documentos no se vuelvan un “show“. Resultado, quedamos absolutamente afuera del reparto de cargos en la Organización de Estados Americanos.

¿Le importa a Javier Milei? Para nada. El blooper, el bochorno, la vergüenza internacional son parte de su estrategia para ser más visible, más famoso, lo que, en términos de sus propias fantasías, lo proyecta al estrellato político mundial. Ya lo advirtió Antonio Gramsci en sus Cuadernos de la Cárcel hace casi un siglo: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.

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