Venid a ver la sangre por las calles,
Pablo Neruda
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles
Con sus notas y observaciones, cualquier analista que se precie, más o menos honesto, trata de desentrañar los signos entreverados del acontecer. Sin embargo, tal como está semana lo explicó Alfredo Serrano Mansilla, director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica, “la era de la posverdad significa que cada persona cree lo que quiere creer con independencia de si es verdad o es mentira. O sea, cada prejuicio constituye la verdad”.
Complejo, pero verosímil. Y, acaso, la advertencia de que los que pretendemos descifrar ciertas señales políticas, tenemos que comenzar a considerar el valor de esa acción y, sobre todo, su eficacia. Por eso este análisis no va a transitar ni los habituales relatos del devenir de la semana ni va a ejercitar el viejo oficio de augur, con mayor o menor mérito, de los sucesos por venir.
Por el contrario voy a meterme con la “trampa de la papilla”; el encanto del “todo digerido”; la gran estafa de los medios de comunicación que, lejísimos de informar, juegan su partido tratando de inclinar la cancha; construyendo imaginarios (ya desde la antesala de la noticia) en donde el receptor tenga una idea acabada de cómo es la cosa y no una visión extendida para decidir por sí mismo. Lo notable es que cada vez son más los que la inclinan hacia la derecha, al menos en este Occidente pleno de democracias de bajísima intensidad.
Por eso el título apela al tan delicado como doloroso poema de Pablo Neruda incluido en su libro “España en el Corazón” que fue escrito para reflejar los primeros meses de la Guerra Civil (Neruda era, por entonces, embajador de Chile en la Península Ibérica) y que fue reimpreso por “Soldados de la República quienes fabricaron el papel, compusieron el texto y movieron las máquinas”, tal como reza la noticia de homenaje al poeta.
Aclaro esto para que no se interprete que este título es mi expresión de estar por encima de todos sino la referencia ineludible a un momento de la historia en donde derecha e izquierda se enfrentaron en una guerra fratricida, similar a la que intentan crear, en estos días, en América del Sur sólo para trasladar la frontera bélica que ya no resiste ni en Ucrania ni en Medio Oriente. Por eso “Explico Algunas Cosas”. Les dejo el link. Háganse el favor de leerlo.
Reacción anunciada
Juan Domingo Perón decía que “La verdadera política, es la política internacional”. Como mi destino no es ir por la vida contradiciendo al General sino más bien seguir su mirada, inicio por uno de los desbarranques de la semana que tuvo su comienzo en la anterior y está ligado a las elecciones en la República Bolivariana de Venezuela.
El jueves 25 de julio, el periodista Sebastián Salgado desde Caracas y en diálogo con Víctor Hugo Morales describió, puntualmente, cómo iban a desarrollarse los hechos que se acontecieron al domingo siguiente. “La embajada de Argentina es el bunker de la desestabilización en Venezuela”, dijo y explicó una serie de acciones que iba a producir la oposición cuando ganase Nicolás Maduro.
Más allá de que lo adelantado por el periodista se cumplió puntillosamente y de que era obvio, casi obligatorio, cubrir la noticia con las técnicas que nos legó el inmenso Gabriel García Márquez en su “Crónica de una Muerte Anunciada”, la mayoría de los analistas, opinólogos y lenguaraces se subieron a la estrategia de la embassy y rápidamente cargaron contra el presidente venezolano.
No hay muchas explicaciones para esta actitud. Se sabe del “poder verde” y de que un billete con la cara de Franklin tira más que una yunta de bueyes pero, no todo el mundo puede estar untado. Incluso hay algunos que no permiten que se los unte y, sin embargo, gritaban “que muestre las actas, que muestre las actas” como si fuera ese el nuevo mantra progresista.
Raro. Patricio Barton, uno de mis “filosos” preferidos, tuiteó: “Entristece ver cómo la curiosidad antropológica que el periodista progre siente por el periodista facho no le es correspondida”. Listo. Si no entendiste sos, de alguna manera, responsable de que cierto periodismo (al igual que cierta clase dirigente) necesite tomar estas posturas equidistantes obligadas vaya a saber por qué código deontológico del oficio que los conminaría a no convertirse en “víctima” del repudio de “su público” y “sus pares”. Ese grado de sujeción a la corrección política impuesta por el enemigo es el mayor grado de colonización de la progresía.
¿La información?… Esa te la debo.
Progres de derecha
Una cosa parecida pasa con alguna dirigencia (aunque a esta altura de la soirée dirigentes y comunicadores están “en el mismo lodo, todos manoseaos”, Discépolo dixit). Son varios los que refunfuñaron un rato pero, al final, clamaron por las actas. Impelidos, probablemente, por la enjundia del gobierno nacional y sus voceros, empresarios y adláteres internacionales.
Así, por ejemplo, en la Cámara baja, Unión por la Patria emitió, días después de los comicios, un comunicado cuyo inicio rezaba: “El bloque de diputados y diputadas Nacionales de Unión por la Patria considera imprescindible la publicación de las actas de las elecciones en Venezuela y aboga por la reconstrucción del diálogo político y la plena vigencia del Estado de derecho”. Cuestión que, podría afirmar creo que sin equivocarme, no había ocurrido en elecciones anteriores en otros países, como por ejemplo la de 2020 en los Estados Unidos o la de 2006 en México cuando, como se comprobó más tarde, le robaron la presidencia a Andrés Manuel López Obrador, a pesar de que algunos de los diputados actuales ya jugaban en primera hace 20 años.
Es más, tampoco pidieron las actas en 2015, cuando Mauricio Macri ganó por un margen bastante estrecho (poco más de un punto) en un ballotage que todavía algunos discutimos. Es verdad que esa vez, el perdidoso Daniel Scioli salió con las primeras proyecciones a gritar “perdí, perdí” pero basta mirar dónde está Scioli hoy en día para sospechar de aquella capitulación.
Hay varias de esas en los comicios de los últimos 20 años. La derrota de Martín Lousteau a manos de Horacio Rodríguez Larreta en el ballotage de 2015 y el inmediato ofrecimiento del PRO para que se convirtiese en embajador argentino en los Estados Unidos. Nadie, sin embargo, ha pedido seriamente ni acta ni recuentos de votos, más allá de los habituales voceros del caos.
Democracia sindical
Uno de los reclamos más llamativos de la semana resultó el de la CGT. En un comunicado firmado por la secretaría de Relaciones Internacionales de la central obrera, se “insta al gobierno de Venezuela a garantizar la imparcialidad de los resultados” del comicio a través de los “principios de transparencia y respeto de la soberanía popular”. Una lástima que la firma no haya sido nominal ya que hubiésemos podido encontrarnos con Armando Cavalieri, secretario general del sindicato de Comercio durante los últimos 48 años; Luis Barrionuevo, 41 años al frente de Gastronómicos; José Luis Lingieri, 40 años en Obras Sanitarias; Amadeo Genta, 39 años en Municipales y CABA y Rodolfo Daer, 31 años en Sanidad… Sólo para señalar algunos de los que no mostraron las actas, ni abrieron las urnas, incluso no se si realmente fueron a alguna votación.
Ellos ocupadísimos agitando los fantasmas del fraude en Venezuela mientras los datos de la caída del consumo, la pérdida de puestos de trabajo y la contracción de la Economía son aterradores acá, en la Argentina. Porque Venezuela promete ser el país con mayor crecimiento en la región para 2024 (4 puntos según una nota del diario El País de España que no es precisamente chavista).
Olor a golpe de Estado
Ahora bien: mientras estos verdaderos adalides de la democracia claman por las actas, sus voces se suman a las de, por ejemplo, el vocero de adorno que, en un tuit que debería ser prueba para denunciarlo por incitación al golpismo dice: “Muchas veces puede ocurrir que se elija a través del voto el comienzo de un gobierno comunista. Lo que rara vez ocurre es que a través del voto se logre que dejen de hacerlo. Fin”. Aclaro que no es culpa mía: el que escribe como un burro es Manuel Adorni.
Al unísono, Marcos Galperín, el hombre más rico de la Argentina que se mudó a Uruguay para no pagar impuestos, tuiteaba: “Para los que aún tenían alguna duda, la lección de Venezuela es que podés votar que te gobierne el Comunismo, pero luego, no podés votar que dejen de gobernarte”. Dos llamados claros a un golpe de Estado o la intervención de los gendarmes mundiales (léase el Ejercito de EEUU). Si no les podés ganar en las urnas, lo natural es declararles la guerra, ya que a pesar de las sanciones económicas, Venezuela no se entrega.
Y para eso ahí lo tenés al fenómeno de Luis Almagro, alma mater de la OEA, tuiteando como un desesperado a pesar de haber perdido la votación del proyecto de resolución con el que buscaba exigir a Maduro que entregara las actas. Si, si: el mismo Almagro que promovió el golpe de Estado en Bolivia acusando a Evo Morales de haber cometido “fraude”… no se si queda claro como se repiten las estrategias… y los actores.
Dato de color: Elon Musk, propietario de la red “X”, denunciado por instalar discursos de odio contra Maduro en su red que tiene más de 200 millones de usuarios, se la pasó tuiteando personalmente en contra del mandatario venezolano: “El burro sabe más que Maduro”; “Perdón por comparar al pobre burro con Maduro. Es un insulto al mundo animal”; “El pueblo de Venezuela ya se cansó de este payaso”; “¡El Pueblo de Venezuela quiere un cambio!” y así.
Serrano Mansilla, a quien citábamos al inicio de la nota considera que la posverdad “tiene su correlato en clave democrática. Y aún más cuando llega la cita electoral. Cada vez es más frecuente creer que se ha ganado con independencia de lo que digan los votos. Y entonces se canta fraude si no te gustan los resultados. Y lo peor es que lo hacen personas con mucha responsabilidad. Lo estoy viendo ahora mismo con periodistas y políticos para el caso venezolano. Y también, desgraciadamente, con gobernantes de otros países. Una lástima que la posverdad esté dañando tanto a la democracia”.
Listo. Fue. El resultado de las elecciones venezolanas está herido de muerte. Estados Unidos ha reconocido a González Urrutia (un ex numerario de la CIA dedicado a promover los escuadrones de la muerte que asesinaron a Monseñor Romero en El Salvador) y volveremos a la payasada que ya organizaron con Guaidó para que los habitués a los cocteles del 4 de julio le digan presidente y el gobierno le reconozca algún embajador trucho. No importan las actas (¿quién va a creer en las actas oficiales si ya tienen las que la oposición no ha mostrado?) ni tan siquiera si se comprueba el fraude a la inversa.
Maduro, haciendo crecer a Venezuela a pesar de sanciones y bloqueos, es “el mal”. Y Milei, con su motosierra, su lenguaje soez, su violencia nervada y su condición autoreconocida de topo, es “el bien”. La derecha en sus distintas diluciones seguirá apuntando contra ese mandatario gordo, morocho, de bigote tupido y actitud confrontativa porque… “es muy evidente que no es democrático”. Aunque no haya pruebas, no hay dudas.
Caprichito mío
Y mientras nos entretenían con las actas, la bandera de Brasil flameando en la embajada argentina en Venezuela, el oro que ganamos en la Olimpíada por ser capos en bicicleta (justicia poética si la hay), el Presidente volvía a golpear sin piedad al pueblo de la provincia de Buenos Aires por un capricho… peor, en realidad: por una vindicta. Ya alguna vez advirtió que los casi 18 millones de bonaerenses la iban a pasar mal por haber elegido un gobernador “zurdito”. No vayan a decir que “Jamoncito” no cumple.
La cuestión del tira y afloja para la instalación de una planta de gas natural licuado con una inversión de 30.000 millones de dólares fue definida por el presidente de la Nación que le avisó a sus empleados, los directivos de YPF, que estaba prohibido dársela a Buenos Aires porque entre sus objetivos de destrucción está el gobernador Kicillof.
Por supuesto que también en este caso la desinformación se apoderó de la noticia y los medios, fingiendo demencia, se colgaron del discurso de Casa Rosada. Primero aduciendo que la inversión no iba a Bahía Blanca porque Axel no había adherido al RIGI (un absurdo ya que este beneficio es nacional y no requiere de la adhesión de las provincias para recibirlo).
Luego pretendieron meter la cuestión como una nueva cuña entre Kicillof y Máximo Kirchner aduciendo una operación kirchnerista para que la obra fuese a la provincia de un “aliado” como semeja serlo Weretilnek, el gobernador rionegrino que cada vez está más cerca de Milei y más lejos de Cristina. Y todo se justificaba porque el senador de Río Negro Martín Doñate, cercano a Máximo, había tuiteado su alegría porque la inversión llegaba a su provincia y a la Patagonia. ¿Son boludos? Qué quieren, ¿que un senador rionegrino diga que la inversión debería ir a Buenos Aires? La opereta tampoco funcionó porque de los dos lados surgieron voces que aclararon que no se trataba de una “competencia” interprovincial porque todo Unión por la Patria respeta el federalismo.
Finalmente, Kicillof dejó en claro que la decisión del directorio de YPF “es el resultado de un capricho del presidente guiado por cuestiones ideológicas”. Cosa que reiteró luego cuando le pusieron un cuatro de copas con acento español para picantearlo y el Gobernador concluyó con que Milei “es un mentiroso”.
Otra vez una acción de prensa para ocultar las oscuras razones que mueven al gobierno libertario. La instalación de la planta de GNL venía siendo estudiada desde hace 10 años por Kicillof y su equipo y ya se había llegado a acuerdos con YPF: por la calidad del puerto Bahía Blanca, por la experiencia, porque ya se hacen procesos de licuefacción en ese puerto; porque la infraestructura necesaria ya está instalada en un 80%… Sierra Grande, donde será construida la planta, tiene unos 10.000 habitantes, carece de la infraestructura básica necesaria (de hecho, por ejemplo, no tiene cloacas) y el puerto de Punta Colorada, sobre el Golfo de San Matías, fue prácticamente abandonado en 2016 cuando la mina que le daba vida dejó de operar.
Pero estas cosas no importan. Hay que proteger el capricho de Javier Milei, y sus miserables venganzas personales por haber perdido mal en la provincia de Buenos Aires. Ahí, donde su hermana Karina intenta armar una suerte de “peronchismo libertario”. No creo que les vaya bien luego de haberles dado tremendo golpe a los bonaerenses. Por lo pronto, varias encuestas dicen que en el Conurbano, Milei se está cayendo como calzoncillo viejo, esos a los que se les afloja el elástico. En particular la de CB Consultora, que marca la caída sostenida del Presidente en el Conurbano y la reciente de Circuitos, que dirige Pablo Romá y que indica una caída de casi 8 puntos en la imagen del primer mandatario en el último mes y, lo que es más preocupante, un corte sobre jóvenes de entre 16 y 24 años que pierden la confianza en que el libertario pueda hacer verdaderos cambios y se muestran muy escépticos.
El regreso del gato
Más cómodo que en su casa, Mauricio Macri relanzó su nuevo PRO en La Boca. Un día antes había tenido una reunión de cuatro horas con Javier Milei en Olivos -ya no lo cita en Acassuso- en la que muchos analistas quisieron ver debilidades de uno y otro lado. No es así. En realidad se trata de dos boxeadores estudiándose: uno que a lo largo de los últimos 10 años ha aprendido de política lo que ningún otro dirigente; el otro, un tipo al que la política le importa tres belines pero quiere el poder para tener fama, dinero e instalar su modelo económico en todo el mundo, lo que hace pensar, o bien que es un tanto pueril, o bien que está más tronado que la tormenta de Santa Rosa.
La duración del encuentro induce a pensar que se podría haber llegado a algún acuerdo… pero no. “Javo” -como le dicen sus adoradores- se mantuvo en sus trece y “Mauri” salió a pegar. No al dueño, pero sí a los chanchos: léase entorno.
De nada sirvió el mimo que “Caputito” le había hecho en un canal de TV, tratando a Macri de poco menos que un estadista. El calabrés la tiene clara y sabe que al pibe le dicen “bruto” pero no porque sea ignorante ni tonto. Él lo llama Rasputín… que en la teoría sería mas o menos lo mismo. También cobró “La Tortera”, de paso.
El tema es que Macri quiere entornarlo a Milei. Le vienen más o menos bien algunas de las acciones económicas que el Presidente lleva a cabo y busca, además, un arreglo general por el tema deuda del Correo. Pero entiende que sólo alcanzará la optimización de sus metas si él, de verdad, se convierte en el “poder detrás del trono”.
El libertario, por su parte, es loco pero no boludo. Quiere la sumisión de Macri en una suerte de acuerdo de fusión partidaria pero nunca desprendiéndose de su entorno. Karina y Santiago hacen lo que para él es “el trabajo sucio”, o sea gobiernan mientras se dedica a ensayar las canciones que cantará en su próximo acto-recital en La Plata, a insultar a la mitad de los líderes del mundo por la red “X” y a subir videos de los Rolling Stones. Así que, por ahora y mientras mantenga el apoyo parlamentario del PRO y sus aliados, piensa seguir en la misma.
La verdad es que la idea cuasi mágica de muchos políticos probados de que pueden manejar como titiriteros a los que se sientan el el sillón que nunca usó Rivadavia, es de una futilidad rayana con la estupidez. Nadie entrega ni un ápice del Poder cuando comprende lo que tiene en sus manos. Y mucho menos si no controla a quien viene a pedírselo. Y Milei, parafraseando a un viejo personaje cómico del actor Tono Andreu, “será tarado pero no estúpido”.
Siempre Cristina
Volvió una tarde. En otra aparición estelar a las que ya deberíamos estar acostumbrados. En el rol que le queda como un guante: una suerte de estadista académica con mirada global atravesada por muchos años de gestión. Cristina Fernández de Kirchner regresó para su público, para sus críticos y para sus depredadores poniéndole esa voz particular que tiene al cierre de un seminario promovido por Morena, el partido de AMLO, sobre la Realidad Política y Electoral de América Latina. Justo en un momento en el que el tema parece ser el que va a signar las próximas décadas de relaciones políticas en Occidente.
La introducción histórica necesaria para situar el tiempo y lugar el eje de su discurso, su certeza de que se debe reformar el sistema judicial para que la democracia funcione con mejores garantías y una apelación a salvaguardar “la utopía de la paz” para la región antes que nada fueron los momentos salientes de un discurso que expresó una de las grandes inquietudes del momento, que es la de la posibilidad de que los Estados Unidos y sus aliados en América latina intenten trasladar su frontera bélica de Ucrania y Medio Oriente (en donde evidentemente van perdiendo con altísimos costos) a estos lares. “Seremos el continente más desigual, pero si encima tenemos enfrentamientos o somos escenario de conflictos globales ajenos a la región estamos fritos”, enfatizo.
Seguramente por eso blindó, con su posición, la de los mayores líderes regionales: Andrés Manuel López Obrador, Luiz Inácio Lula da Silva y Gustavo Petro, destacando, con su referencia a la lectura pormenorizada de los datos electorales “hasta con decimales”, su confianza en que la democracia venezolana estaba intacta (el hecho de que destacara que Corina Machado, principal opositora a Maduro hubiera abandonado la clandestinidad para encabezar una marcha tuvo un regusto a ironía).
De todas maneras, pidió “por el legado de Hugo Chávez” que se publiquen las actas, acaso como para impedir que exista ningún resquicio por donde pueda colar la violencia armada disfrazada de intervención de EEUU para asegurar la paz.
La ex presidenta y vicepresidenta de la Argentina continuará hasta el próximo viernes en México, manteniendo reuniones con líderes locales como el propio AMLO y la nueva presidenta recientemente electa Claudia Sheinbaum. Lejos de mundanal internismo -deporte casi tan popular como el fútbol en nuestro país-, acaso nos deje un poco más de tela para cortar.
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