Desesperado: después del blanqueo, Milei autoriza el uso de dólares sin declarar

El Gobierno libertario propone legalizar el gasto con divisas no declaradas y genera alarma por posibles maniobras de lavado.

Mientras la economía real sigue asfixiada por la recesión y el ajuste, el ministro de Economía, Luis Caputo, decidió redoblar la apuesta: ahora impulsa una serie de medidas para que se puedan gastar dólares sin declarar, sin tener que justificar su origen. La propuesta, aún sin reglamentación publicada, encendió señales de alerta entre expertos que advierten sobre un blanqueo de facto y una puerta abierta al lavado de activos.

«Lo que vamos a hacer más es que la gente esté más proclive a sacar sus dólares del colchón, caja de seguridad o de donde sea y gastarlos«, dijo el titular del Palacio de Hacienda. En línea con el deseo presidencial de dolarizar, Caputo insiste en que la economía necesita una “remonetización”, y que eso debería ocurrir directamente en moneda estadounidense.

Sin medias tintas, el ministro se despachó con una frase que expone el trasfondo del plan: «No compro el cuento de que la gente no saca sus dólares para gastarlos. La realidad es que no lo hacen porque les rompen los cocos». Para Caputo, se trata de “normalizar” una economía que desde hace años funciona con reglas de informalidad, pero ahora con aval del Estado: “Para que sea un país normal, nadie te pide explicaciones como gastas la plata”.

Una economía para pocos: sin control, sin producción

Lejos de ofrecer soluciones para el tejido productivo o las clases trabajadoras golpeadas por el ajuste, el nuevo plan del gobierno parecería priorizar las necesidades de quienes acumularon dólares sin declarar, ya sea en cuevas, cajas de seguridad o en cuentas offshore. El riesgo, según economistas, no solo es legalizar el uso de dinero en negro, sino hacerlo sin ningún tipo de incentivo a la inversión productiva.

«Se abre una puerta a un sistema bimonetario», analizó el tributarista Daniel Dubin en diálogo con El Destape. Sin embargo, advirtió que aún debe definirse si habrá controles fiscales o si se avanzará hacia una liberalización total: “De lo contrario estaríamos en un país de vía libre para lavado de activos”.

Desde el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas, el economista Alejandro López Mieres también marcó límites. Recordó que Argentina está bajo supervisión del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), que monitorea las políticas contra el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo. Y advirtió que un nuevo blanqueo no podría implementarse por decreto: “Si quieren hacer otro blanqueo tendrá que pasar por el Congreso”.

Por ahora, lo único que el Ejecutivo puede hacer de forma inmediata, explicó López Mieres, es liberar el uso de fondos ya blanqueados por encima de los 100 mil dólares sin aplicar la multa del 5% establecida.

Una economía que sangra, y una clase política que apuesta al drenaje

El escenario actual muestra un contraste feroz: mientras la mayoría de las familias atraviesa una crisis que las obliga a ajustar gastos básicos o incluso vender bienes, el Gobierno le allana el camino a quienes tienen capacidad de atesorar dólares sin justificar. Lejos de ofrecer mecanismos de reactivación económica o políticas distributivas, el plan parece funcionar como una autopista financiera libre de peajes para los sectores más ricos.

La anterior experiencia de blanqueo, cerrada en noviembre, terminó con una fuerte fuga: según cifras oficiales, de los dólares ingresados legalmente, ya se evaporó un tercio. Entre la fecha de finalización del blanqueo y la apertura del cepo, salieron del sistema unos 4.813 millones de dólares.

La pregunta que surge es evidente: ¿quién va a gastar sus dólares en un país en crisis, salvo que no tenga otra alternativa? En ese sentido, la propuesta de Caputo también expone una realidad incómoda. Si el objetivo es que las personas utilicen sus reservas personales para consumo cotidiano, lo que se está reconociendo es que el ajuste vació los bolsillos de la clase media y empujó a muchos a quemar sus últimos ahorros.

Mientras el relato oficial habla de «normalidad», lo que se consolida es una economía con dos velocidades: la de quienes tienen dólares guardados y acceden a una amnistía encubierta, y la de quienes no llegan a fin de mes y no tienen nada para blanquear.

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