Beatriz tiene 70 años y sigue dando clases particulares. Fernando, a sus 77, da lecciones de química para poder cubrir sus gastos. Isabel, de 60, reconoce sin rodeos: “Me gusta trabajar, y si me quedo solamente con la jubilación no me alcanza”. En la Argentina gobernada por Javier Milei, cada vez más adultos mayores se ven obligados a continuar trabajando porque sus ingresos no alcanzan. En paralelo, el desempleo juvenil se dispara y expone otra cara de la misma crisis.
El Ministerio de Capital Humano informó que casi uno de cada cinco jóvenes de entre 18 y 24 años está desocupado. Al mismo tiempo, aumentan los casos de personas mayores que buscan empleo por pura necesidad. El fenómeno se convirtió en una constante que desnuda el deterioro del sistema previsional y el estancamiento del mercado de trabajo.
Fernando es viudo, vive solo y no alquila. Aun así, la jubilación que recibe, apenas superior a la mínima, no le alcanza. “Es para llegar a fin de mes”, dijo sobre su decisión de seguir dando clases. Casos como el suyo ya no sorprenden: “La gente busca trabajo antes de que les salga el trámite jubilatorio porque ya sabe que la jubilación es un precipicio, no un paso a otro estadio de la vida”, advirtió Eugenio Semino, Defensor de la Tercera Edad. Y agregó: “Ahí hay un gran mercado de explotación de las personas mayores, porque se les ofrecen trabajos de baja calificación, a veces mucho más bajas que la actividad que tenían antes de jubilarse, sin registrar y sin estabilidad”.
Este universo de empleos precarios abarca tareas como ser portero nocturno, manejar remises informales o cuidar personas en casas particulares. Muchas veces se los contrata justamente por su edad, no por su formación ni capacidades, sino porque son trabajadores más vulnerables y menos exigentes en cuanto a condiciones.
En paralelo, el desempleo juvenil sube sin freno. Zuyimar tiene 20 años, experiencia en caja y atención al público, pero desde febrero no consigue ni una entrevista. “Me ha pasado que, a pesar de tener experiencia y muchas ganas de aprender, no me llaman o no dan oportunidad siquiera para una entrevista”, contó. Su testimonio revela una paradoja que golpea fuerte a las nuevas generaciones: “A veces no hay coherencia entre lo que piden: buscan gente joven, pero con años de experiencia. No nos dan la chance de demostrar lo que sabemos ni de aplicar las herramientas que hemos aprendido. Eso termina siendo desmotivante, porque sentimos que no importa cuánto nos preparemos, igual no alcanza”.
La Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, correspondiente al último trimestre de 2024, confirmó la brecha: el desempleo juvenil triplica al de los adultos. Entre las mujeres de 14 a 29 años, la desocupación es del 13,8%, y del 12,5% entre los varones. En cambio, entre quienes tienen entre 30 y 64 años, las tasas caen al 4,8% y 4,1% respectivamente.
Para Semino, estos problemas no son independientes entre sí. “Cuando hablan de reforma previsional lo único que se les ocurre es aumentar la edad jubilatoria cinco años. Si hicieran eso mañana, no modificarían la actual situación de los jubilados, pero lo que sí tendría es un efecto sobre los jóvenes, porque cuando aumentás cinco años no pueden entrar al mercado formal los jóvenes de 18 a 23, porque no se generan en Argentina nuevos empleos. Son dos caras de la misma moneda”, advirtió.
El diagnóstico se agrava con el deterioro de los haberes previsionales. Según el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), desde que Milei asumió la presidencia, quienes cobran la jubilación mínima perdieron más de un 15% de poder adquisitivo. El congelamiento del bono de $70.000 desde marzo profundizó la pérdida.
Aunque algunas personas mayores eligen seguir trabajando por gusto, la mayoría lo hace por obligación. “En la medida en la que aumenta la crisis social, más allá de la macroeconomía, se potencian estas situaciones”, dijo Semino. Y concluyó con una advertencia: “El jubilado que trabaja por obligación pierde por necesidad”.
Con información de Perfil
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