Gente de mierda

Foto de Antonio Becerra

Foto de Antonio Becerra

“El mundo es cruel,
y la única ética en un mundo cruel,
es el azar”
Aaron Eckhart

Moda. Manía. Conducta. Dato de época. La crueldad ha ganado espacio entre las prácticas ciudadanas, desplazando, básicamente, a la solidaridad y a la tolerancia. Acaso por imperio de las costumbres de los poderosos, a los que el vulgo suele andar copiando, o por el puro ejercicio de esa modesta venganza del débil, que siempre es la más feroz. Lo cierto es que se ha instalado una suerte de consenso popular para ser “gente de mierda”. Una zona de confort para los agresivos, los pedantes, los ignorantes, los violentos, los repugnantes… Como si el arbitrio social viviese en un permanente siga – siga y el VAR de la gente se hiciese el boludo.

El incompetente siempre se presenta a sí mismo como experto, el cruel como piadoso, el pecador como santurrón, el usurero como benefactor, el mezquino como patriota, el arrogante como humilde, el vulgar como elegante y el bobalicón como intelectual” escribió, alguna vez, el español Carlos Ruíz Zafón. La gente de mierda, sin embargo, insiste en mostrarse como gente de mierda. Y no se inmuta. Es más, denota cierto regocijo al hacerlo.

Una escena de los últimos días habla a las claras de este comportamiento. Un joven treintañero es consultado por un movilero sobre qué le parece que los policías repriman jubilados todos los jueves. “Están trabajando”, responde muy suelto de cuerpo, ante la sorpresa del periodista que le repregunta: “Pero ¿usted le pegaría a un jubilado por un sueldo?”. El tipo ni lo piensa y descerraja un “¿Cuánto pagan?”. Y uno se pregunta: ¿qué nos pasó como sociedad? Porque de esos tipos había; siempre hubo. Pero vivían sus miserias con cierto pudor, con una especie de recato culposo que les impedía exhibir con tanta naturalidad su verdadero ser.

¡Y no es ideológico, eh! No. ¡Qué va! Los hay de la más amplia gama en el abanico que abre a la derecha y cierra a la izquierda. Naturalmente, la mayoría se agolpa en los extremos. Pero con las rencillas, altercados y peloteras de las internas, han florecido un montón de soretitos progres y protoperonistas que aprovechan el anonimato que regalan las redes para ejercer su cobardía sin límites y su patoterismo camuflado de debate. Además de esas personas de mierda que pululan sin identidades partidarias o políticas evidentes, pero, por ejemplo, te obligan en el subte o en el colectivo a escuchar sus conversaciones telefónicas a los gritos o los videos que ven en sus teléfonos celulares con el volumen altísimo y, además, riéndose a las carcajadas o caminan por la calle mirando la pantalla de su telefonino, te llevan por delante y siguen como si nada… ni siquiera se disculpan.

Hombres y mujeres jodidos, lastimados, rotos en alguna parte de sus vidas que han elegido transitar dramas y frustraciones con el placer de que a otros les pase lo mismo. “Mal de muchos, consuelo de…” Tontos de capirote, eso son; idiotas útiles a la era de destrucción que atravesamos; seres descartados que transitan pensando que el resto es descartable: gente de mierda.

Foto de Carlos Brigo
Foto de Carlos Brigo

Tenacidades

Viejos pero vitales, los más veteranos, los que no han cejado desde que se instalaron cada miércoles en los alrededores del Congreso para demandar respuestas a sus magras jubilaciones y pensiones (y también para ponerle el lomo a los palos y a los gases) produjeron, esta semana, con su ejemplo, una convocatoria que juntó diversas protestas y sectores. Con el Congreso absolutamente vallado en cuyo interior se debatían cuestiones que hacían directamente a la solución de los problemas por los que se reclamaba en la Plaza (mal indicador para una Democracia que, al decir del filósofo italiano Franco “Bifo” Berardi, es “una dictadura neoliberal y, en las últimas décadas, una dictadura digital”) y con las Fuerzas de Seguridad maniatadas por la presencia de, entre otros marchantes, personas adultas y niños con severas discapacidades, acompañados por sus familiares.

Probablemente esto haya operado como muro de contención a los habituales desbordes violentos de policías, gendarmes, prefectos y miembros de la Seguridad Aeroportuaria que, miércoles tras miércoles, hacen gala de su condición de “gente de mierda” al reprimir con una saña inaudita a los adultos mayores, uno de los sectores más desprotegidos de la población sin lugar a dudas. O al festejar, como se vio en las imágenes, que un cartucho impactara en la cabeza del fotógrafo Pablo Grillo que, por alguna cuestión entre mágica y milagrosa de las buenas energías que se han dedicado a él, esta semana pudo abandonar, luego de tres meses de internación, el hospital Ramos Mejía de la Ciudad de Buenos Aires para comenzar su rehabilitación en el Centro Manuel Rocca.

Sin palos de amasar ideologías ni gases pimientosos para aderezar periodistas, y con Patricia Bullrich como ausencia más notoria, la jornada de protesta de este miércoles 4 de junio sumó a investigadores del CONICET, militantes del movimiento Ni Una Menos (que celebraban su décimo aniversario), docentes, médicos y otras profesionales del Garraham (a quienes el gobierno intentó tenderles una nueva trampa anunciando acuerdos inexistentes), intelectuales, artistas y hasta puesteros y trabajadores de La Salada. Un reclamo variopinto y multiforme que, a pesar de ser nutrido, no llegó a rebalsar aunque sí a marcar esa sensación de que la sociedad empieza a despertarse, como un gigante adormilado que por ahora se despereza pero que, a la hora de erguirse, puede resultar fatal.  

Cagatintas

Otros que se manifestaron, y fuerte, fueron los trabajadores de la prensa. Los de verdad, no los que siguen fugando dólares al exterior, andan noviando con una ministra del gabinete nacional o facturan millones y millones de pesos por una entrevista al Presidente en la que no le preguntan nada y, cuando se les filtra una inquietud, son corregidos y reprendidos al aire. En otros tiempos, los hubiéramos conocido como cagatintas… hoy es imposible porque, además, no saben hacer la “O” con el culo de un vaso.

Decía: trabajadores como el foto-periodista Carlos Brigo, un verdadero artista de la captura del momento, un compañero que nunca te deja a pata y un amigo que, domingo a domingo, nos ayuda a ilustrar este panorama con sus impactantes imágenes, tantas veces más claras y contundentes que todas las palabras que uno pueda volcar en el relato. En él y en tantos otros con los que he compartido retazos de mi vida, quiero celebrar el Día del Periodista en estos tiempos de mordaza para la libertad de expresión.

Porque para que exista esa celebración de la crueldad, hay que tener una prensa maniatada… o secuaz. Hace muchos años -tantos que sería mejor no acordarme- llegó a nuestro país la periodista Oriana Fallaci, precedida de cierto halo de excelsitud por haber entrevistado a personalidades como el Ayatollah Khomeini; Reza Pahlevi, el Sha de Persia; Henry Kissinger; Golda Meir y Yasser Arafat entre otros (otros entre los que se contaba el general Leopoldo Fortunato Galtieri). Luego de asegurar en uno de sus primeros contactos con la prensa que no había manera de que un golpe de Estado se mantuviese sin la complicidad de los periodistas, recibió solo maltrato y frialdad por parte de sus colegas locales. Y entonces, en voz alta, se preguntó: “¿Porqué (los periodistas) no le gritaron a los militares como lo hacen conmigo?”.

La anécdota, para recordar y exhibir que cada momento complejo de nuestra Patria contó con una prensa adepta (dije adepta, no ADEPA) desde la fundación de La Gaceta de Buenos Aires. Y siempre, también, con periodistas resistentes como los que esta semana protestaron con un camarazo para intentar frenar la violencia institucional que se ejerce contra el ejercicio de la profesión. Profesión que atraviesa un momento casi desesperante: 7 de cada 10 periodistas del AMBA perciben salarios por debajo de la línea de pobreza, de acuerdo con la Encuesta Integral de 2025 del Sindicato de Prensa (SiPreBA) y encima las fuerzas de seguridad y los servicios de inteligencia los tienen marcados como primer objeto de espía y represión.

Real Politik

Movió la dama. La estaban esperando. Sus acólitos y sus detractores siguen atados, de alguna manera, a su movida. Una entrevista con 8 puntos de rating en un canal de cable y unas 150.000 personas en las redes es hoy, con esta dirigencia tan devaluada y blandita, tan falta de reflejos y de audacia, todo un dato. Quieren verla. Los propios, los ajenos, y los indiferentes quieren verla. Probablemente ya no represente la esfinge que otrora, pero seguramente es una “distinta”.

Movió y se movió el tablero. Se retomaron algunas conversaciones, los entornos bajaron 4 cambios en sus opiniones y juicios y la expectativa social se depositó en Cristina. También se activaron las alarmas de los que quieren/necesitan sacarla de la cancha. Porque la mina juega. Acaso no cuente ya con ese fervor popular que la despidió el 9 de diciembre de 2015: han pasado casi 10 años y mucha agua y muchas cagadas por debajo del puente de nuestra historia pero, además, la sociedad post pandemia es otra.

Estamos en tiempos de voto estético”, sintetiza Gustavo Córdoba, titular de la consultora Zuban Córdoba & Asociados durante una larga charla en la que aparecen algunos de los nuevos perfiles del electorado: “la mayoría de las mujeres de menos de 35 años, votan al peronismo. ¿Son peronistas? No. Votan contra Milei. La mayoría de los hombres menores de 35 años votan lo contrario. Y la política no está mirando estas cuestiones”.

Seguramente sea así. La periodista Paz Rodríguez Niel, de La Nación, se tomó el trabajo de seguir durante dos semanas la burbuja digital de Milei y se encontró con 2403 tuits que contenían “547 ataques, 113 insultos, 231 acusaciones, 203 alusiones despectivas a diferentes personas” y, como contracara “1119 autoelogios”. Esto en 12 días de seguimiento en los que el Presidente promedió 200 interacciones diarias. ¿Lo hubiésemos imaginado hace 10 años atrás? ¿Las argentinas y argentinos, siempre prestos a juzgar a nuestros mandatarios, habríamos sostenido a alguien que dedica entre 3 y 4 horas de su día en ofender e insultar a quienes no piensan como él y hacer bombo con su gestión? ¿Los gobernadores y legisladores que negocian con Milei, tienen en cuenta estas cosas? Porque, al parecer, la parte de la sociedad que lo sigue apoyando, sí. “Déjese de boludear y póngase a trabajar”, me dijo, cierta vez, el dueño de la revista en la que yo era secretario de redacción porque me encontró leyendo un diario…

Corte… ¿sanos?

El movimiento telúrico de Cristina tuvo algunos seísmos o temblores réplica. El más dañino fue el de la renovada presión de algunos medios para que la Suprema Corte condene a la ex presidenta por la causa Vialidad. Con el “adelanto” de que el próximo martes salía la sentencia votada en unanimidad por los cortesanos, cerraron la semana porque era viernes, y su cuerpo lo sabía.

No sería raro que eso ocurriese. “Tanto va el cántaro a la fuente”… Hubo, además, algunos adelantos como por ejemplo que el propio Lorenzetti rechazó la recusación que le habían hecho los abogados de la presidenta del PJ. Un verdadero escándalo ya que el cortesano había deslizado en una entrevista que había que condenarla antes de las elecciones.

Sin embargo, los análisis respecto al interés o no del gobierno en que Cristina termine presa no coinciden (y no me venga con que la Corte es un poder independiente). Algunos sostienen que a Milei le conviene tenerla en el ring. Y que por eso la “salvó” en la votación de ficha limpia, cosa que podría haberse tratado de una jugada para no ofrecerle ningún triunfo al PRO antes de las elecciones de CABA. Otros, en cambio, dicen que no importa lo que opinen los libertarios: la sentencia de la ex presidenta está impulsada personalmente por Mauricio Macri y se trata de una “vendetta” por la causa Correo y algunas otras. Un tercer análisis cree que el daño “ya está hecho” y que impedirle encabezar la lista de la Tercera Sección Electoral de Buenos Aires arrastra al PJ a una derrota segura en la provincia.

Los más osados, no obstante, claman porque no la “bajen” a Cristina de las elecciones y sueñan en ganarle con Iñaki “La Pepona” Gutiérrez, encargado del TikTok del Presidente aunque, algunos también dicen que le maneja el Tinder. Norman Mailer dice que “Hay una ley de vida, cruel y exacta, que afirma que uno debe crecer o, en caso contrario, pagar más por seguir siendo el mismo”. Los pibes de La Libertad Avanza tienen el financiamiento de su papi, Santiago Caputo, para ejercer su adolescencia durante toda su vida (o al menos el tiempo en el que estén en el poder).

Conflictos

El pequeño Javier atraviesa un pésimo momento en su vida. Sus padres adoptivos se están separando y en una pelea que lo puede llevar a un conflicto crucial: ¿a quién querés más, a papá Musk o a papá Donald? Porque en el norte se están produciendo algunos reacomodamientos de poder: el hombre más rico del mundo acaba de romper con uno de los políticamente más poderosos del mundo. Y en el patio trasero, el caniche, tiembla.

En medio de lo que deberían ser preocupaciones para él, Milei y su cabecita hueca siguen viajando. Un poco de turismo junto con Karina y Manuel Adorni, total en la Argentina “está todoooo biennnn”. Esta vez a Europa, a firmar una convenio con Italia (la foto con Meloni es lo único que le importa… y por ahí abrazarla un poco), a entrevistarse con Su Santidad e invitarlo a visitar nuestra patria (cosa que el Papa habría confirmado), pasar por Israel y terminar en España para recibir otra de esas condecoraciones de plástico barato, en este caso el premio de la Escuela de Salamanca (recordar que “lo que natura non da Salamanca non presta”) que le otorga la organización libertaria El Café de los Viernes (al parecer, también gente de mierda, pero finoli). Acá, en la Argentina, los muchachos de El Fulbito de los Sábados están pensando en darle el premio Arquero sin Manos…

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Canalla

Nada peor que cerrar este análisis con sangre. Más cuando es sangre inocente, como la de Thiago Correa. Pero escribo, en nombre del dolor y del asco. De la desesperación que genera esa muerte que no es tragedia, es crimen. Del arrebato de sueños de pelota de cuero y juegos a la hora del recreo de la escuela. Del abrazo vacío de esos padres y del café con leche que  se enfriará para siempre en el próximo desayuno. Escribo con un pedazo roto adentro mío por los infinitos pibes de 7 años, más o menos, que vendrán a perder a este mundo lleno de violencia e injusticia. Y también por los que ya están perdiendo porque sin balas, los matan de a poquito.

Pero además escribo desde una rabia infinita. Y una repulsión que me excede. Porque no es verdad que “se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo” porque ahí está Patricia Bullrich, en conferencia de prensa, engañando una vez más, como lo hace desde hace 60 años. Una vida entregando compañeros, saltando de ideología en ideología, de partido político en partido político. Haciendo daño y justificándolo. Convirtiendo el crimen en heroísmo. Premiando a los ruines. Persiguiendo a los débiles. Enferma, Quebrada. Sostenida por el peor de los poderes que es el que desea dolor y muerte. Ahí está. Mintiendo una vez más para que el asesinato de una criatura pase por defensa personal, aunque haya sido matando por la espalda. Bullrich. Pato. El paradigma de la “gente de mierda”, si lo hay.

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