No hay espectáculo más terrible
Goethe
que la ignorancia en acción.
Cuando adolescente, me encantaba tirarme a la hora de la siesta a ver los “Sábados de Súper Acción”, una especie de continuado en el que pasaban tres películas: una del lejano oeste, otra de piratas o de gladiadores y el infaltable filme de ciencia ficción clase Z, donde se veía a 100 metros que la nave que bajaba en el planeta desconocido era de cartón, el marciano que se alimentaba de cerebros humanos era un buzo con escafandra intervenida y el héroe tenía un traje plateado y ajustado que daba más vedette del Maipo que macho interplanetario (nunca entendí por qué Village People no puso un astronauta en lugar del obrero): una distopía de papel maché pintada con acuarelas de jardín de infantes.
Hoy, cada vez que despierto, me siento de nuevo en aquellas tardes de hace más de 50 años, con piratas que viajan al Fondo Monetario sólo para recibir reprimendas; ministras pistoleras al estilo de los viejos westerns (con saloon y licor incluidos); policías falsificando gladiadores (tan serviles como aquellos esclavos musculosos, pero ni valientes ni emocionantes) y, finalmente, la escena de esa utopía perversa y berreta con actores mal disfrazados, que no estudian la letra y entonces morcillean (nada más burdo que el morcilleo político), no respetan el guión y producen una película de terror en la que los argentinos actuamos de extras pero pagando, en lugar de cobrar… Y carísimo pagamos.
Lo peor. Lo preocupante. Es que en esta película en la que nos han metido medio democráticamente, medio de prepo, no aparece el muchachito (el héroe) y, aunque un par se perfilan, no pueden aún competir con la actriz de carácter que ya no está para protagonista pero que por trayectoria, premios ganados, dos Oscar y varias nominaciones, es muy muy difícil de opacar. Y aunque amaga, no se retira. Si te viera Greta Garbo…
Gestos de desamor
No está bien. Más allá del tremendo esfuerzo económico que concentra Javier Milei en algunos medios de comunicación y sus millones de trolls de Twitter (por ahora no han podido entrarle al streaming porque, a la hora de dar la cara, son impresentables), no está bien. Aunque revolee encuestas encargadas en las que mantiene un alto nivel de aprobación (claro, ¿comparado con qué… o mejor dicho con quién?), la presentación de su biografía en la Feria del Libro fue un fiasco. Un gran salón con sólo una fila (la primera) llena y con sus amigos de siempre: Bertie Benegas Lynch, Lilia Lemoine, el “Tata” Yofre y el inefable Iñaki Gutiérrez. Está mal, muy mal.
Lo está con sus socios de los Estados Unidos, que miran asombrados como una diputada al borde de analfabetismo funcional, que no sólo dice que la Tierra es plana sino que, además, está rodeada de una alta pared de hielo y, de paso, niega que el hombre haya alunizado, es nombrada secretaria primera de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados. Empiezan a desconfiar de que el gobierno llegue… a alguna parte.
Viven con más preocupación la ruptura de pactos y contratos comerciales con las empresas generadoras de energía (alguna de ellas estadounidense) a las que el “Toto de la Champions” que tenemos al frente de Economía decidió, unilateralmente, pagarles la deuda con un bono a 14 añitos (le hubiese propuesto 15 años y hacíamos una fiesta). Esto hizo que el FMI, la Embajada (ustedes ya saben cuál), el Departamento de Estado (que es bastante más grande que el monoambiente donde habito) y la Secretaría de Energía de EEUU manifestaran ácidamente su «preocupación por la ruptura de contratos».
No es la única cuestión. También un sector importante del mercado comienza a mostrar una gran preocupación por los resultados del plan económico, sobre todo por lo extenso y profundo de la recesión y porque permanentemente sobrevuelan la gestión, ideas de atraso cambiario y devaluación.
Los dólares de la cosecha aparecen como tabla de salvación para este Gobierno que dibuja y maquilla su déficit como superávit. Pero el campo huele, además de a bosta, a que si Milei no devalúa, minga van a vender. Y todos sabemos lo que les pasa a los presidentes que se quedan sin dólares…
Peleado con EEUU, con la espada de Damocles de una China que espera cobrar los cinco mil millones verdes de su SWAP, imposibilitado de dialogar con nuestro mayor socio regional (Milei no habla con Lula) y jaqueado por la mayoría de los poderes internos que lo empujaron a la presidencia, el líder libertario ha caído en el círculo vicioso en el que suelen rodar muchos mandatarios: compra operaciones mediáticas y termina creyéndoselas. De mitómanos y de locos, todos tenemos un “pocos”…
Algo de todo esto debe tener que ver con los 10 puntos que perdieron las acciones argentinas en Wall Street el día mismo del “paro de la debilidad”.
¿Paro, general?
Provocador; blufeando como todo mal jugador de póker; el Presidente encajó mal la fuerza y la dimensión del paro general que encabezó la CGT acompañada por las CTA, los movimientos sociales y millones de trabajadores que no están sindicalizados pero sienten en su epidermis el avance destructivo de las medidas económicas y políticas del gobierno. Y su mejor idea, as usual, fue tuitear una boutade. En este caso, doble.
Primero hizo una “nota de color” -como cualquier comentarista que se precie- y explicó que “Faraón, en hebreo” se dice “Paro”. Rápidamente, una parte de la comunidad judía (que no es la DAIA, claro) salió a aclararle que la palabra es Paró y/o Pe Ráh, cuya traducción literal es “la boca mala”. Pero Milei no se amedrentó y lanzó su segunda provocación, que también canalizó vía “X” (otrora Twitter). Escribió “Otro dato de color ´Paro´, también significa desnudez y descubierto”, tratando de significar que el sindicalismo está desnudo.
Poca reacción para un presidente que, casi al unísono de cumplir apenas cinco meses de mandato, recibe uno de los paros más importantes de la democracia, más allá de que él y un par de ministros hayan intentado deslegitimarlo. Patricia Bullrich -desde el jueves conocida como “la montonera del miguelete”- dijo que “el paro muestra la debilidad del sindicalismo en la Argentina” y para exhibirlo se subió a un colectivo casi vacío pero no pudo pagar porque la SUBE con la que intentó hacerlo no tenía saldo: casi una metáfora de sí misma.
Luis Caputo, por su parte, ingresó en un mundo que no le es propio y tuiteó su “solidaridad para con todos los trabajadores que no pueden hoy ir a su trabajo y cobrarán menos a fin de mes, producto de este paro”. Las puteadas de los laburantes se escuchaban hasta Pekín, pero el que las canalizó fue Pablo Moyano, el más beligerante de la troica cegetista, que respondió: “Que Caputo se solidarice con los trabajadores, con el daño que hizo cuando se afanó el préstamo de los 45 mil millones de dólares, es como que Barreda hablara de la familia”, en referencia al odontólogo platense que asesinó a su esposa, su suegra y sus dos hijas.
Ahí comenzó un tira y afloja que logró lo que el Gobierno no quería: mostrar que el paro le había torpedeado la línea de flotación. Había tocado su órgano más sensible: la falta de política. A esto, además, ayudaron los medios internacionales que marcaron la importancia de la medida de acción directa.
“Gremios inician un paro total contra el ajuste y para que se caiga la Ley Bases” tituló RT, medio ruso de gran circulación en Sudamérica. El diario español El País, destacó el importante rechazo al “desguace del Estado, la reforma laboral y el ajuste que impulsa Milei”. También la agencia de noticias Europa Press y la alemana DW pusieron énfasis en lo importante de la medida de fuerza y lo mismo hizo la agencia noticiosa de la República Popular China. “Fenómeno barrial”, el paro de la debilidad.
Pasta base
Pocos -creo- llegaron a vislumbrar la profundidad del juego de palabras que organizó el diputado Rodolfo Tailhade en su alocución en ocasión del debate en Diputados sobre la Ley Bases. La llamó “Ley Pasta Base” y eso amerita una lectura profunda que va más allá de la ironía. De aprobarse este proyecto de ley y su paquete fiscal, nuestro país podría convertirse en algo así como un “gran lavadero de narcodólares”, tal como lo ha advertido el propio GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional) que es la máxima autoridad internacional contra el lavado.
Será por eso que el tratamiento en comisión que comenzó el martes en el Senado no llegó a buen puerto (léase a la aprobación de un dictamen) a pesar de que el jueves, los legisladores de Unión por la Patria no se hicieron presentes en el plenario de comisiones por respeto al paro.
Ni con la oposición dura ausente, los libertarios pudieron obtener el ansiado resultado que podía llevarlos a tratar la norma este jueves que viene. Al contrario, tuvieron que asumir que las conversaciones continuarían esta semana que comienza (probablemente el martes) con mal pronóstico de dictamen y peor para la realización del Pacto de Mayo que podría pasar a ser de junio, o de julio, o de 2025… andá a saber.
Como broche de esa jornada, el senador Francisco Paoltroni de La Libertad Avanza (el que hizo una apología de la violación con el cuento de la bella durmiente) manifestó airadamente su disgusto por no haber conseguido el objetivo, enojo que llevó más tarde a la televisión en donde casi se va a las manos con Guillermo Moreno, antes de retirarse airadamente del piso. Son un decálogo de cómo hacer más y mejores papelones.
La mentada «ley pasta base» sigue, entonces, en tratamiento esta semana. La mayoría piensa que saldrá un dictamen favorable con varias modificaciones: RIGI, Ganancias, acaso facultades delegadas. Y así iría al recinto a ser votada.
Los argentinos de bien, los de más o menos y todos los que vamos de mal en peor, deseamos que se rechace esta ley que viene a destruir 200 años de construcción política e histórica de nuestra patria. Y que, de tratarse, se haga artículo por artículo, se vote de la misma manera y se lo haga de forma nominal. Para obligar, por un lado, a los Diputados (que ya están siendo operados para convalidar su propio proyecto) a tratarla de esta manera y para que quede claro quiénes son los que están votando la destrucción y entrega de la Argentina.
Ya hubo, durante la semana, conatos de agresión para con algún legislador. Esto motivó un desesperado reclamo de Miguel Pichetto para que identifiquen y detengan a los belicosos (un grupo de jubilados). No hay manera de que acepten la violencia que ellos mismos producen.
Un choque de culturas
El accidente ferroviario del viernes tiene la potencia de una metonimia: muestra una cosa pero dice otra. Y si se apela al subtexto, dice algo más profundo aún. Tal vez esa máquina con su vagón detenidos sean la imagen de la realidad contra la que choca inevitablemente la Argentina de Javier Milei con todos nosotros adentro. El viernes no hubo muertos. En el otro caso, podría asegurar que los habrá.
Los gremios venían reclamando más inversión y denunciando el robo de cables de señalamiento en las vías, pero tanto Omar Maturano (líder de La Fraternidad), como Rubén «El Pollo» Sobrero (de la Unión Ferroviaria del Oeste) aseguraron que “no se hicieron las reparaciones”… No hay plata.
La sensación es que el abandono es premeditado para, de esa manera, poniendo de relevancia la falta de inversión, puedan privatizarlos. El costo de la estrategia, esta vez, rondó el centenar de heridos sin que haya que haber lamentado ninguna víctima fatal. El costo de la estrategia de Milei para con la Argentina, seguramente será mucho más oneroso en vidas humanas.
Los tiempos de Milei se agotan. Los números continúan siéndole esquivos. Probablemente la inflación alcance, este mes, el tan deseado dígito. Pero la caída del consumo minorista interanual registró el 28,5% en enero pasado.
Aunque esta columna no es económica (pese a que toda economía es política). Alejado de los números fríos, el humor social parece una olla de hierro a presión, a punto de estallar. Lo que se cocina dentro, todos lo sabemos y, seguro, no es un guiso para los pibes más pobres de los comedores suburbanos.
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