20 de marzo de 2023

La orfandad política

Por Carlos Caramello.-

“La resignación es un suicidio permanente”.

Manu Chao

Señora: ¿usted tiene un hombre, un marido, o una gran resignación?”, preguntaba, hace años, un irónico Lani Hanglin a una audiencia femenina fascinada por la ironía, la voz distinta y la imagen hippie chic del popular conductor.

Duda similar, planteada más o menos en los mismos términos, es la que sobrevuela las cabezas peronistas (sí, las peronistas… no las del Frente de Todos) ante la inminencia de las elecciones presidenciales: ¿Vamos a votar una idea, una persona o una gran resignación?

Intentaremos una respuesta de atrás para adelante porque, como andan diciendo por ahí, “los últimos serán los primeros” –frase que, probablemente, sea la primera posverdad-. Revisemos.

Existe una gran posibilidad de que la admonición los de enfrente son peores gane el corazón de algunos recién llegados al peronismo que, entre otras cosas, sueñan que un gobierno para-peronista, finalmente, les va a otorgar un lugarcito bajo el sol del poder.

También está la resignación de algunos que, durante el gobierno de Macri, fueron echados de sus puestos de trabajo, privados de la pauta publicitaria, perseguidos (de verdad o por pura paranoia) de distintas formas.

En fin: gentes que se resignarán porque, en realidad, están anteponiendo sus propios intereses en una suerte de ruleta rusa en la que los verdaderos ganadores vienen a quedarse con los recursos que ya puntualizó la comandante Laura Richardson, del Comando Sur, en su ultra viralizada exposición ante el tanque de ideas de la OTAN: agua, litio, petróleo, granos, oro, cobre… y siguen las firmas.

O sea: bajo el paraguas de una gran resignación y sosteniendo -más por razones personales que por la felicidad del conjunto- “lo otro es peor” (habría que ver qué significa peor para un trabajador registrado que está bajo la línea de pobreza durante un gobierno “peromixta”), vota lo que venga, aunque sea la mona vestida de seda.

Personalismos

Ahora bien: los que no se resignan pero votan la persona, acaso estén más equivocados y sean más peligrosos que los de la “gran resignación”. Porque han asumido para su propia ideología una de las más perversas lógicas constitutivas del neo liberalismo: la individuación de la política.

Atravesados durante años por campañas que anteponían el individuo a la idea -el marketing político de los famosos como candidatos, que tanto mal le ha hecho a la formación de cuadros y dirigentes-, terminan votando únicamente caras bonitas, nombres reconocibles, jet set partidario, figuración, fama. Todo aquello que las tapas de diarios y revistas, o las cámaras de televisión, o las redes pueden conferir gracias a una falsa idea de lo que es el prestigio. Escatimando notables a favor de los notorios… Algunos notorios hdp.

Decía que este votante es, acaso, el más peligroso porque olvida el sentido colectivo de la política. Y en su elección, se entrega a la fantasía de lo individual. Y las personas, a veces, defraudan. Es ese el momento en el que este modelito de votante enmascara su equivocación en los atractivos valores personales de su error: “no sabrá gobernar… pero es honesto”, explica, y pasa a engrosar el grupo de la “gran resignación”

Ideologizados

El tercer grupo, el de los que votan la idea; el de los que quieren un gobierno que gobierne para las mayorías; el que cree que se debería hacer lo que el pueblo quiere es definido, rápidamente, como un conjunto de nostálgicos desasidos de la realidad… en el mejor de los casos (en el peor son tachados de trostkistas).

Para ellos no hay estrategia de marketing, ni sumisión, ni resignación, ni qué ocho cuartos. Sólo existen la conducción, la persuasión, la militancia: herramientas de una construcción política fundamentada en la lealtad de ida y vuelta entre el líder y su Pueblo.

El resto es traición, desencanto, desilusión, fracaso. Y claro, algunas veces, también es reacción. Porque no se puede vivir engañado eternamente.

Puede que no sean aún mayoría (habría que contar finito) pero son un número definitivo a la hora de las urnas. Y a otras horas también. Aviso para que, de una buena vez, se enteren que lo que algún trasnochado define como “minorías intensas” es el fantasma popular que recorre las patrias de los sojuzgados y se expresa mansamente como aluvión democrático.

Y a no confundir voluntad popular con armados cinematográficos. Lo que pasó en Bolivia, lo que pasó en Colombia. Lo que está pasando en Perú (siempre a costo de demasiadas vidas porque una sola vida es demasiado) no es la mise en scène que le hicieron a Lula cuatro días después de asumir su nueva presidencia, con el telón de fondo de disfrazados con cornamentas de bisonte que remedaban la toma del Capitolio por órdenes de Trump.

No. El pueblo en marcha es otra cosa.

Ahora bien, para cerrar la nota, otra cita. Decía el gran Pepe Biondi “¿dónde me pongo, dónde me pongo?”.

Usted elige. Ante de votar, usted elige. Y ESA elección es la que lo construye… o lo condena.

Por Carlos Caramello.-

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