21 de noviembre de 2024

Télam y la soberanía de la información

Por Araceli Bellotta.-

Los trabajadores y trabajadoras de la agencia de noticias Télam una vez más, deben salir a poner el cuerpo para defender su fuente de trabajo y, sobre todo, para sostener una empresa de la información que fue creada para que las noticias de lo que ocurría en la Argentina no fueran transmitidas únicamente por medios extranjeros. Por esa razón, todas y todos deberíamos preservarla porque tiene que ver con nuestra soberanía. El presidente anunció su cierre en la apertura legislativa porque, según él, Télam “fue utilizada en las últimas décadas como agencia de propaganda kirchnerista”. Dos días después, la cerró.

La Agencia Telenoticiosa Americana (TELAM) fue fundada el 14 de abril de 1945 durante la presidencia de Edelmiro J. Farrell por impulso del entonces secretario de Trabajo y Previsión, Juan Domingo Perón, para evitar que las noticias de Argentina que se transmitían al mundo fueran monopolizadas por las agencias norteamericanas United Press International (UPI) y Associated Press (AP). En principio fue una compañía mixta de capitales privados y estatales.

Su primer director fue Jerónimo Jutronich quien conformó n equipo de periodistas integrado por Luis Clur, Rocha de María, Julio César Pasquato “Juvenal” y Oscar Lomuto, entre otros, que comenzó a emitir información en octubre de ese año, pero recién en 1948 se pudo conformar una red de cobertura nacional después de contratar a periodistas del interior del país quienes enviaban las notas por telegrama o por teléfono.

Tras el derrocamiento de Perón en 1955, el gobierno de facto de la autodenominada Revolución Libertadora no creyó en la necesidad de que el Estado tuviera que dar su propia versión de las noticias en detrimento de las agencias internacionales, y desfinanció a Télam. Entre julio de 1957 a septiembre de 1958 suspendió el pago de los sueldos, pero la agencia siguió funcionando por la decisión inédita de 12 trabajadores que siguieron trabajando con tal de que la agencia no fuera cerrada.

Durante el gobierno de Arturo Frondizi, el 30 de julio de 1959, la agencia fue privatizada con la denominación de Télam Sociedad Anónima, Periodística, Radiofónica, Cinematográfica, Comercial, Inmobiliaria y Financiera (Télam SAPRCCIF). Iniciada la década de 1960, se incorporaron líneas de télex que permitían llegar a distintos puntos del país en menos tiempo, y además su sumaron los cuatro canales de televisión porteños y los diarios nacionales como clientes.

Con el golpe de Estado, el 30 de mayo de 1963, el gobierno de facto de José María Guido clausuró la agencia porque “viene tramitando informaciones falsas y tendenciosas que por su naturaleza y alcance atentan contra el orden público y la tranquilidad de la población y siendo firme propósito del gobierno eliminar todo factor capaz de perturbar el proceso electoral aplicando al efecto las facultades que conciernen durante la vigencia del estado de sitio”.

Bajo la presidencia de Arturo Illia Télam volvió a funcionar y durante la dictadura de Juan Carlos Onganía el Estado compró la totalidad de sus acciones y le dio a la agencia el monopolio de la asignación, elaboración y difusión de la publicidad oficial, lo que le permitió contar con solvencia financiera durante décadas.

Durante el tercer mandato de Juan D. Perón en 1973, se estableció que la difusión de noticias sobre Argentina generadas en el país sólo podía ser distribuida en el mercado local por empresas nacionales, y que las agencias europeas y norteamericanas podían informar sobre los sucesos argentinos hacia el exterior o sobre los hechos en el exterior hacia el país. Fue entonces cuando surgió una agencia privada nacional: Noticias Argentinas (NA).

La dictadura cívico militar instaurada en 1976 ejerció un férreo control de la prensa, y Télam fue el principal órgano de difusión desde donde se transmitían noticias, muchas veces falsas como sucedió durante la guerra de Malvinas. Además, muchos de sus trabajadores fueron despedidos, perseguidos y tres de ellos aún continúan desaparecidos como Alejandro Martín Almeida, Héctor Jesús Ferreiros y Célica Élida Gómez Rosano.

Con el retorno a la democracia, las agencias privadas N.A. y Diarios y Noticias (DYN) le pidieron al presidente Raúl Alfonsín que cerrara Télam por la competencia que les ofrecía en materia de publicidad. No sólo no lo hizo, sino que se abrió una corresponsalía en Europa y la agencia se incorporó a Latin American Special Information Services Agency (ALASEI), dependiente de la UNESCO y que agrupaba a agencias de noticias estatales de 10 países latinoamericanos.

En 1992, el presidente Carlos Menem dispuso la intervención de la empresa, y dos años después su liquidación. Pero en 1996 dejó sin efecto esta medida y la reemplazó por otra que intentó quitarle el monopolio de la publicidad oficial, uno de sus principales ingresos. No lo logró, igual que el gobierno de la Alianza encabezado por Fernando de la Rúa no pudo cerrar el área de publicidad ni concretar la venta de la sede de la calle Bolívar. Tampoco logró convertir a la agencia en un boletín oficial, para lo que se plantearon retiros voluntarios con un crédito del Banco Mundial que luego se sumó a la deuda externa que cayó en default.

En 2008, en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, por el decreto 1.311 con la firma del entonces jefe de Gabinete Sergio Massa, la elaboración y difusión de la publicidad oficial pasó a la órbita de la Secretaría de Medios que también dispuso la contratación directa de las agencias de publicidad. Durante los gobiernos kirchneristas, la agencia sumó un servicio audiovisual y de radio y un portal digital con información en tiempo real.

Una vez más, igual que durante la autodenominada Revolución Libertadora, que en el gobierno de facto de Guido, que en la década de los 90, que en el intento de la Alianza en los 2000, repetido por el gobierno de Mauricio Macri, y ahora Milei. Porque lo que se intenta es destruir a una agencia que está directamente relacionada con el derecho soberano del Estado argentino sobre su propia información. Por eso todos y todas deberíamos defenderla.

Por Araceli Bellotta.-

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