Debemos tener el valor de nuestras opiniones, y la inflexibilidad de nuestros deberes.
Maximilien Robespierre
No pueden con su genio. Habían convenido una sesión corta, sin roces y cómoda, diría. Una sesión con pocos oradores, con discursos elípticos, con el tiempo apenas suficiente para tomar distancia del kirchnerismo (está claro que ningún senador del resto de los espacios políticos quería tener que ver ni un ápice con los peronistas) y para, a su vez, avisarle tímidamente al Presidente que fue él el equivocado; que ellos y ellas, como legisladores, lo que están haciendo es ayudarlo a encontrar los atajos, las herramientas útiles para arribar a los consensos siempre necesarios.
Pero no pueden con su genio. Son los que a la noche se levantan a tomar un vaso de agua fría y, medio dormidos, cuando abren la puerta de la heladera y se enciende la luz, sonríen y balbucean “me repite la pregunta”. Y ayer vieron “la luz”; la oportunidad de las cámaras de televisión enfocándolos, de los movileros parafraseándolos, de los analistas en los estudios de los canales haciendo de exégetas de su discurso… Y se mancaron.
Porque no pueden con su genio. Se enamoran del tono de sus voces; de sus alocuciones enrevesadas; de las palabras que les han escrito sus asesores y que leen incluso sin comprender cabalmente lo que están diciendo. Se desesperan por que se les note algún brillo, una pátina, cierto oropel. Y ahí hociquean de nuevo. Lo hacen de la única manera que entienden de hacer política: hablando de ellos mismos. Haciendo una cuestión casi íntima de aquello que debería ser colectivo y a la luz del día.
Antes de arrancar con el tema central, con lo único que realmente importaba del día, enancada en una cuestión de preferencia por el tema de la violencia desatada en Rosario, la senadora Carolina Losada cruzó al senador Marcelo Lewandosky y terminaron discutiendo dos octavas más alto de lo necesario. La blonda macrista le recriminó al canoso kirchnerista no haberla acompañado en un proyecto de “emergencia de seguridad para Rosario”. El senador de UxP le respondió que él y su familia viven en Rosario y no en Nordelta, donde se dice vivía Losada junto al ex senador por Formosa Luis Petcoff Naidenof aunque, al parecer, ahora lo hace en Puerto Madero. Ella le retrucó que él vivía en un barrio privado y… nada: discusión de “mansa inmobiliaria”, más propia del gobierno de Rodríguez Larreta que de la Cámara alta del Congreso. ¡Vayan a laburar a Remax, che! Eso sí: Puerto Madero, Nordelta y las Torres Blancas de Rosario podría ser un recorrido más revelador que la Ruta del Dinero K.
En tales profundidades discurrieron las primeras dos horas y media de la sesión mientras las redes dejaban entrever que Javier Milei caminaba por las molduras del comedor de Olivos, suspendía la reunión de Gabinete, rumiaba multi venganzas varias y retuiteaba a un ignoto troll (@dolaricemos) que adjuntaba datos personales de los senadores que rechazaron la posibilidad de postergar el tratamiento del decreto 20 días. No hay libertario que no sea botón.
Ese rechazo al intento de huir hacia adelante de Ezequiel Atauche -presidente del bloque libertario de 8 senadores-, fue el principio del fin. Pero en la rodada del DNU hubo un par de piezas de real-polític. La primera, la del senador Pablo Blanco, de la UCR de Tierra del Fuego (JxC), que denunció llamados de gobernadores y aprietes de las empresas que gozan de algunos privilegios en la provincia del “sur del sur, del sur del frío”. Blanco no dudó de tratar a Milei de emperador, pero en un tono que sonaba más a bufón y le reclamó al presidente que busque “la casta” en su entorno inmediato.
La otra, el orden de los oradores. La impericia de Villarruel (lo advierto antes de que empiecen a endiosarla porque Milei la ataca), su inseguridad manifiesta para conducir la sesión (tanta que a poco de comenzar el debate la dejó a la senadora Silvia Sapag y desapareció por el resto de la sesión) y su incapacidad para dar respuesta a los reclamos hizo que más de uno, oficialista y opositor, pensara “volvé Michetti, te perdonamos”.
El intercambio con José Mayans por el cierre del debate quedará en los anales del papelón parlamentario. El formoseño reclama cerrar porque el suyo es el bloque mayoritario. “Cierra el oficialismo”, retruca Vicky. “¿La UCR es oficialismo?”, inquiere Mayans. “No”, responde Villarruel. “Y por qué está anteúltimo”, pregunta el formoseño. Silencio profundo. Y luego el bochorno de habilitarle un cuestión de privilegio al senador Francisco Poltroni, enemigo declarado de Mayans por haberle impedido llegar a la presidencia primera de la Cámara, luego del cierre del jefe de la bancada de UxP: la suma del desconocimiento del reglamento.
El resto, del montón, o casi. Bien Martín Lousteau, con una definición ingeniosa: “El Presidente tiene el sueño de la casta propia”. Muy bien Mariano Recalde, precisando esa idea loca del jefe de Estado de que se debe hacer todo lo que a él (o a Conan, uno nunca sabe) se le ocurre; y recuperando a Alberdi para definir el DNU como un “crimen legislativo”.
Y mal. Muy mal, veteranos senadores como Juan Carlos Romero, un hombre mayor (a pesar de su imagen mefistofélica) y excesivamente rico que no necesita andar arrodillándose ante Milei, y de Luis Juez, que le tiró tantos centros al Presidente que recordaba a un personaje muy genuflexo de Gianni Lunadei que decía “le pertenezco, le pertenezco” en el programa Mesa de Noticias.
Tras algo más de siete horas de sesión, con 42 votos en contra y 25 a favor (más 4 abstenciones), el Senado rechazó anoche el DNU 70/2023, que es algo así como el punto de apoyo desde el cual Milei piensa mover a la Argentina. Falta Diputados, pero al primer mandatario la cosa se le empieza a poner más peluda que su peluca. “Traidores a la Patria y delincuentes” posteaban sus trolls mientras él los retuiteaba. También hacían correr una lista de cada senador que había votado en contra y dirigían sus embates a Lousteau. Pero, como en la Guerra de las Galias, “la suerte estaba echada” y ahora, con más de un 56% de la sociedad pidiendo que rechacen este decreto (según encuesta de Zubán-Córdoba) Milei, Karina y los mastines deberán recorrer el largo camino de enamorar-carpetear-amenazar a los diputados. O acaso “coimearlos”. ¿No ha dicho el propio presidente que son “una casta delincuente que busca coimas”? Vamos a ver si es cierto…
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