21 de noviembre de 2024

Partir, partirse en dos

Empecé a leer poesía a los catorce años, a escondidas y con vergüenza. Leía con la vergüenza de alguien desajustado con su clase. Leía poemas de amor pensando siempre en la chica de la que estaba enamorado, creyendo que iba a morirme de desamor o de estupidez. Por suerte, nada de esto pasó. Por suerte contra (casi) todo sobrevivimos. No tengo una anécdota genial para contar de cómo llegué a la lectura, ni tampoco, como descubrí a la poesía. No había en casa de mis padres una biblioteca, no estaba Borges, ni Silvina Ocampo. Pero si puedo contar esto. Me acuerdo, mi profesora de literatura, uno de esos días de diciembre, con humor verano, entró al aula, como siempre radiante, haciendo -casi- una lectura performática de Jaime Sabines, un poeta mexicano. Entró y dijo “Los amorosos buscan / los amorosos son los que abandonan / son los que cambian, los que olvidan”. ¿Porque quería llorar? Durante días me cuestioné porque me había golpeado tanto esas palabras. ¿Qué tenían? ¿Por qué hacen tanto daño?

Claro que llegué a la poesía por amor. Y me quede en la poesía no solo por amor, sino por necesidad de respuesta y por oficio. Y quizá, sobre todo, para aguantar la vida.

Hay poemas que se quedan en mi mente en el mismo ritmo y sentido en que se impregnan en la memoria las canciones. Me pasa bastante y sin quererlo, amo que sea así. Antes, al momento de escribir un poema, si notaba que había un obstáculo en la lengua, recordaba “después de todas las cosas horribles que hago es tan sorprendente hallar perdón y amor” el principio de un poema de Frank O’ hara. Era como una forma de salir del agua y narrar. Creo y digo esto en bases solamente empíricas; en la repetición surgen cosas, uno debe buscar al poema como busca una foto. A veces sale y otras no.

Ahora mi poema es este: “Salimos del amor como de una catástrofe” de Cristina Peri Rossi, quien hace días cumplió 82 años. Hace años que la poeta uruguaya vive en Barcelona, España adonde se exilió en los años 70. En una nota reciente con el diario Pagina12, Peri Rossi cuenta «Desembarqué en Barcelona, no conocía a nadie, no sabía el nombre de las calles, ni siquiera mi profesión tenía réplica. Pero lo peor es no poder volver, nacer huérfana y sin fecha de retorno. Aprendí que los regresados del exilio también sufren, aunque menos, porque no hay regreso posible: pasó el tiempo, y la vida es tiempo, no-lugar». Peri Rossi, quién ganó el Premio Cervantes en 2021, escribió para sobrevivir y también huir. Tuvo que escapar de la dictadura militar de Uruguay porque sus libros estaban prohibidos, no podía ejercer el periodismo. Y aún peor la habían quitado de la cátedra de Literatura en la que había ejercido durante años. Mientras ordeno estas oraciones, pensaba en ese poema de Vicente Luy que dice: “¿Tus palabras no atraviesan las paredes? Modifica tus palabras”. La poeta escribió una obra inmensa y hasta me animo a decir canónica en la obra de lengua española, no solo en el género de la poesía, sino, una obra para poder pensar a la literatura en general.  Pero mi debilidad en su obra, es por supuesto la poesía.

Mi abuela fue alguien que nunca leyó poesía, pero fue una persona muy poética. Algo que quedó de ella en mi, para siempre, fue un dicho “Siempre / falta vida”. Es quizá bastante odioso que te digan “te falta vida”, pero en varios casos es cierto. Para sentir algunos poemas nos falta vida. Fabian Casas cuenta que después de un viaje extenso por Latinoamérica volvió a leer Trilce de Cesar Vallejo y ‘le voló la cabeza’.

Falta amar, ser amado, ser dejado, y ser el que deja para vivir los poemas de Peri Rossi. Este por ejemplo, siempre que lo leo, es una punzada al centro del amor: “Las pocas veces/ que he sido feliz/ he tenido un profundo miedo/ ¿cómo iba a pagar la factura?/ Solo los insensatos/ -o los no nacidos-/ son felices sin temor”.

Hace poco dediqué un poema de un poeta norteamericano, al cual admiro, pero hoy a la distancia, pienso, que tendría que haber dedicado otra cosa. Tendría que haber dedicado este: “Escríbelo para que no perezca. Escríbelo contra el olvido. Escríbelo para retenerlo. Fíjalo en palabras runas del deseo abecedario del amor palíndromo de ama ama la ama. Y una vez escrito una vez fijado en tinta en papel en caligrafía en cuartillas una vez clavado retenido encerrado en palabras léelo. Comprenderás entonces que todo ha sido inútil: la vida se nos escapó entre las caricias y los besos como se nos escapó en palabras”.

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