“El sistema no castiga a sus hombres: los premia.
No encarcela a sus verdugos: los mantiene.”
Rodolfo Walsh
Como expresión perversa de ese realismo mágico berreta de los medios de comunicación porteños, la Crónica de una Condena Anunciada que protagoniza Cristina Fernández de Kirchner bien podría comenzar su relato con la frase “La bala que no salió, el fallo que sí saldrá”, fruto del odio brutal de un periodista muchísimo menos talentoso que Gabriel García Márquez, pero publicada en un medio con infinito más poder que el Premio Nobel colombiano.
El resto es pesadilla organizada; disciplinamiento marca Clarín; resentimiento en su estado más puro, y rencor dispéptico que incendia las entrañas. Hoy por hoy, la sanción no tiene muchas más explicaciones. Puede que en otro momento sí, pero, ahora, con la suma del poder económico y público en sus manos, suena inútil. Incluso contraria a lo que probablemente se haya buscado en un principio. Pero… Macri y Magnetto. Calabria y Génova. El sur y el norte de la Península. Y la sombra de la ‘Ndrangheta flotando en ambas regiones, con un común denominador: la vendetta.
Es más: ni siquiera el argumento tiene ya la vigencia y el efecto pretendidos. La corrupción kirchnerista, como idea, tiene un presente bastante desleído en el imaginario social. Un argumento apenas revoleado por los más fanáticos cuyoefecto desilusión, luego de que Marijuán excavara media Patagonia y las fuerzas de seguridad rompieran las paredes del departamento de Cristina sin encontrar ni un solo peso de los dos PBIs caloteados, casi que apagó la indignación popular. Eso y los posteriores robos, fugas y delitos económicos practicados a cielo abierto por personajes que hoy están en el gobierno y no han recibido sanción alguna. Ahora tratan de reponerlo con este fallo, y sólo logran concentrar la atención en Ella.

Cantinela
No es nuevo. Más de dos siglos de acusaciones similares acercándose y alejándose del poder político en la Argentina sin una idea nueva o luminosa. Una especie de lugar común que, de cuando en cuando, los medios dominantes sacan como a un conejo de la galera para socavar la autoridad (o la honra, o la credibilidad, o todo junto) de aquellos que no se hincan ante el poder fáctico.
La Asamblea de 1813 utilizó el argumento para someter a juicio de residencia a “todos los miembros de los primeros gobiernos patrios, entre otros Mariano Moreno (juzgado posmortem), Cornelio Saavedra, Manuel Belgrano, Larrea, Matheu, Alberti, Juan José Paso, Rodríguez Peña, Hipólito Vieytes, Bernardino Rivadavia, Sarratea, Chiclana, Álvarez Jonte y varios más”, cuenta Arturo Frondizi en un capítulo dedicado a la corrupción como instrumento para derrocar gobiernos, incluido en su libro Estrategia y Táctica del Movimiento Nacional, que escribió mientras se encontraba detenido en la isla Martín García.
También don Juan Manuel de Rosas fue víctima de una campaña de desprestigio que le costó, además del destierro, una acusación de “Traidor a la Patria” (raro honor que comparte con otros dos mandatarios argentinos: Juan Perón y Cristina Fernández de Kirchner… no sé si se entiende). La evidencia empírica con la que contaron para tan tremenda acusación consta en “Las Tablas de Sangre”, un brulote escrito por José Rivera Indarte por encargo de la casa Lafone & Co, mandataria del puerto de Montevideo, que le pagó al periodista un penique por cada asesinato que agregara en esa “investigación” sobre los crímenes del Restaurador. Vale acotar que, con el fin de mejorar sus ganancias, Rivera Indarte incluyó a todos los muertos de las guerras de la Independencia.


Otra vez Perón
Naturalmente, Juan Perón y Evita fueron acusados de corrupciones varias. Eva por las conductas de su hermano Juan Duarte y por sus vestidos y joyas (que molestaban a las damas de sociedad); Perón por cuestiones que estaban más ligadas a la moral y buenas costumbres que a temas económicos. Estas imputaciones llegaron a transformarse en uno de los leitmotiv de la Revolución Fusiladora. Luego del golpe, se creó la Comisión Nacional de Investigaciones, que se dedicó a buscar evidencias de malversaciones y fraudes ocurridos o al menos pergeñados durante las dos presidencias. Nada. El contralmirante Leonardo McLean, que la encabezaba, fue el más empeñoso en intentar obtener pruebas quenunca aparecieron. Todo terminó en una suerte de impreso tragicómico que se dio a llamar Libro Negro de la Segunda Tiranía. Otra vez un brulote, y nada más.
Con la condena del martes, Cristina Fernández de Kirchner ingresa definitivamente a la lista de los grandes patriotas perseguidos por su condición de tal. Pero, además, vuelve a concitar una atención y a adquirir una centralidad devastadora en un momento en el que el malestar popular no hallaba dirigentes con los cuales referenciarse. Y esto la sitúa en una posición expectante que complica más que satisface a un gobierno herido en un ala.
Quizá por eso algunos observan en la jugada -que atribuyen a Macri-, una carambola: se venga de la ex presidenta y complica a Milei. Aunque, quién sabe: esto no es bridge; no se trata de cierta destreza para contar cartas. Se necesita algo más. “Virtud y fortuna”, explicaba Maquiavello, aunque, al referir lo segundo no hablaba del azar sino de una suerte de audacia o decisionismo en la acción política del que Mauricio no ha hecho gala, precisamente. “No me comparen con ese cagón”, fue la última lindura que le dedicó Milei. Y el tipo, como si nada.

Lo que vendrá
Ahora empieza otro juego. Si alguna duda cabía (boludos hay siempre) esta condena es, entre otras cosas, performativa de la esencia política de Cristina y la constancia categórica de pertenecer a una generación y al Movimiento. Además, “encuentra su destino Sudamericano”, diría Borges. Con “la Jefa” bailando en el balcón de su departamento y saludando, alguien, a mi lado, comenta; “Es su 17 de octubre”.
Un parteaguas. Eso sí que es, seguro. Una moderna zanja de Alsina que divide “la civilización y la barbarie”. Y el que no entiende eso corre el riesgo de quedar enredado en la trampa que urde esa Derecha local (y la mundial) que devora tibios en el desayuno. Lo afirmo por el discurso melifluo de Martín Lousteau (2,3% en las últimas elecciones en CABA) quien sostuvo que el fallo constituye «un paso adelante en la búsqueda de justicia«. Claro, no olvidar que él fue el embajador de Macri en Estados Unidos.
Ausencias definitivas como la del “Cometa Floro” -así lo ha nomenclaturado mi amigo @Rinconet a Randazzo porque dice que aparece cada 4 años-, y también presencias y acompañamientos tan simbólicos como contundentes, léase el de la Izquierda representada en Myriam Bregman y el “Chipi” Castillo, quienes estuvieron más de media hora conversando con “la Presa” en su departamento que, seguramente, oficiará de lugar de detención.
Todas estas señales marcan una cancha bastante clara: la disposición de los dispositivos tácticos y estratégicos el escenario político de aquí en más. Ya no habrá medias tintas ni republicanismo a la violeta. Al Norte de la reinaugurada zanja de Alsina, la Derecha: sin matices, sin maquillajes, con todas sus máculas; al Sur, lo nacional y popular. Un partido sin árbitros (porque la Justicia no puede ni marcar un orsay) ni reglas. El broche de oro a esta situación estuvo -cuándo no- en las palabras de Elisa Carrió quien, con una conmoción sobreactuada, aseguró: “Lloré” y como celebración del fallo, acotó: “La prueba es contundente”, cita que viene a confirmar de manera taxativa que todo es falso: si lo dice Lilita…

Fragmentos
La cuestión, entonces, es clara. Y no vale hacerse el boludo. Puede que esa estrategia le haya servido a Felipe Solá para flotar, pero frente al tsunami que se viene, difícilmente sea eficaz. Por lo pronto, es imprescindible tener una radiografía del devenir social. Si hay algo que la dirigencia política parece no terminar de comprender es esa nueva dinámica que ha venido a falsear el mundo conocido.
Al galope, como a veces la realidad lo exige, Paola Zuban y Gustavo Córdoba organizaron una muestra de 1200 casos para medir el impacto de la detención de Cristina Kirchner. Sus resultados no sirven para “predecir lo impredecible”, según ellos mismos admiten, pero sí para avisarle a la política de la necesidad de redefinir estrategias y “readecuar sus posiciones frente a este nuevo escenario de polarización total” que se configura luego de la condena a la ex presidenta. El dato más relevante, a mi juicio es que, el informe “desnuda una matriz emocional y política cada vez más compleja: la opinión pública está enfrentada, mientras, los tribunales actúan con lógica política”. La insatisfacción que esto provoca, seguramente, va a marcar los próximos años de vida institucional en nuestro país… si la hubiera.
“Más del 50% de los encuestados considera culpable a Cristina y cree que debe ir presa. Sin embargo, otra porción similar (46,5%) desconfía de la justicia y cree que ésta actuó de manera deshonesta” establece el informe. Lo interesante de este dato es cómo varía con el corte etario. En el caso de los menores de 30 años, el 70,9% cree en la culpabilidad de la presidenta del PJ mientras que apenas un 22,8% la juzga inocente. Los porcentajes se emparejan mucho entre los consultados de 31 a 60 años, y vuelven a distanciarse a partir de los 61 años (51% a 43%). Se hace evidente, entonces, que el mayor grupo de resistencia se encuentra en los más jóvenes; en los que no gozaron “la década ganada”, cuya memoria del peronismo refiere más al gobierno de Alberto Fernández. Este sector, además, es el que casi no ve televisión, tampoco lee diarios ni revistas y tiende a informarse por las redes, o sea, de forma sucinta y extremadamente arbitraria.
La foto del jueves a la tarde en el PJ, intentando ofrecer una idea de unidad medio traída de los pelos, da cuenta de que esa dirigencia no ha entendido que la generación que los resiste es impermeable a las viejas estrategias. Que una foto no vale ya “más que mil palabras” porque mil palabras son una exageración inconmensurable para la comunicación sostenida en memes. Y que, en el mundo del inmediatismo, les queda muy poco tiempo para dar señales contundentes. Cristina les ha ofrecido un atajo a un altísimo costo personal y le responden dando un rodeo.

Bajo cuerda
Mientras miles de personas le hacen el aguante a Cristina frente a su domicilio (no la van a poder sacar en camisón y esposada, como le hubiese gustado a Pato Bullrich) y sus asesores y abogados diseñan estrategias políticas y judiciales y un grupo de La Cámpora empieza a empujar la candidatura de Máximo a presidente, la Argentina de Milei continúa barranca abajo, tomando, semana tras semana, deuda que nadie sabe cómo se va a pagar y transformando los intereses en más deuda para mostrar números más o menos limpios y un equilibrio fiscal similar al psicológico del presidente.
Según el periodista Leandro Renou, el stablishment se abstuvo de descorchar champagne por la Condena, preocupado porque “una efervescencia potencial posterior al fallo sume tensiones a una economía, la de Javier Milei, en constante ajuste y con debilidades estructurales que se empiezan a hacer visibles”. Los empresarios, incluso el Círculo Violeta, saben que esto no aguanta. Que sólo se trata de una agonía que intenta hacer llegar al moribundo hasta después de octubre, cuando el gobierno decidirá desenchufarlo y que pase lo que pase (y lo más seguro es que todo va a reventar).
Caputo volvió a tomar 2.000 millones de dólares a través de un REPO (acuerdo de recompra) a un año y con una tasa leonina del 8.25% porque el FMI, aunque decidió postergar un mes la primera revisión del acuerdo que estaba prevista para esta semana, pisó el desembolso atado a la aprobación de esa revisión (también 2.000 palitos) y lo obligó a Toto a dibujar.
Ajeno, por estos días, a la gran tragedia nacional, el presidente recibió el Premio Nobel judío (The Genesis Prize, su verdadero nombre) y un millón de dólares que, como es tradición, tuvo que donar para mejorar las relaciones diplomáticas de Israel con algunos países latinoamericanos. Ofreció, también, una conferencia en la que alabó al genocida de Bibi Netanyahu y con un mini shofar de mentirita como premio en la mano, comenzó a armar sus petates para volver a Madrid, última escala de esta gira oficial.


El Gordo
Patético y excitado, aferrado a su carpetita de apego, salta, corre, grita, celebra la libertad con su remanido carajo y pide: “muerte al socialismo”. Se arrebata. Se acelera. Jadea. Se queda sin aire. El pantalón se le cae, acaso por imperio de esa panza que Lilia Lemoine no puede disimular con maquillaje. Se le sale la camisa, pero sigue, saltimbanqui inagotable en su show. Insulta. “El bandido local”, dice, refiriéndose al presidente español. Un grupo, no demasiado grande, no demasiado inteligente, corea desde la platea “Pedro Sánchez, hijo de puta”.
Milei levanta los bracitos en celebración de una victoria inexistente. Se ahoga. Se atraganta. Entra en éxtasis mientras Karina, enla primera fila, intenta una sonrisa misteriosa tipo “Gioconda” y el diputado y entrenador de vóley femenino Fernando Iglesias, en ejercicio de explícita traición a Mauricio Macri, aplaude como poseído. A su lado, Wenceslao Bunge, hijo del Wenceslao Bunge que fuera vocero de Alfredo Yabrán, piensa: qué difícil es la tarea de embajador con esta mersada libertaria.
Para esto, apenas para esto viajó Milei a Europa. Ahhhh, y también para una fallida reunión con el Papa León XIV, al que le obsequió dos libros del economista ultraliberal español Jesús Huerta de Soto, crítico inclemente del Papa Francisco, y un ponchito de vicuña (la cara del Pontífice en las fotos lo dice todo).

Hora de la Verdad
Si algo reveló esta gira, es que… está gordo. Y para no apartarme del clima eclesiástico del periplo, voy a plantearlo en términos bíblicos: “Han engordado y se han puesto lustrosos. También sobrepasan en obras de maldad; no defienden la causa, la causa del huérfano, para que prospere, ni defienden los derechos del pobre” dice Jeremías 5:27-28. Como si el Evangelio, entre líneas, tuviese palabras y definiciones para todo… ¿Leyó La Biblia? le preguntaron una vez a Woody Allen y respondió: “No. Pero vi la película”.
Lo cierto es que el Papadas está gordo. Y le jode. Es increíble cuánto le jode. Odia estarlo (bueno, odiar no le cuesta demasiado). Lo detesta. No le gusta. Pero menos le gusta que se lo hagan notar. Eso le molesta más que que discutan su programa económico o critiquen su falta de expertisse para gobernar; lo hiere, lo mortifica. Por eso la Oficina del Presidente manda siempre un experto en edición de imágenes que acompañe la comitiva. Para abarajar las fotos y modificarlas al toque. Y si en su red favorita, uno osa deslizar algo respecto de su sobrepeso, te manda una cantera de trolls completa para insultarte, todos con pocos seguidores y una clara consigna: Viejo Meado.
Y es que Milei cree que “La realidad no es lo mismo que la verdad (…) La realidad son sólo detalles”, como dijo el escritor húngaro Sándor Márai. E intenta permanentemente difuminar esa realidad que lo incomoda. Hace lo indecible para torcerla, para maquillarla, para pintarla a su medida. Como la cifra de la inflación, ¿vio? Quizá en esto radique su éxito. Nuestra sociedad ha sido tan engañada, tan confundida. Durante tanto tiempo. Que es natural que necesiten de contextos y materialidades ilusorias.
La que no tuvo nada de artificial,aunque sí algo de artificiosa, fue la advertencia que el Grupo Clarín le envió al Mandatario en su editorial “Un fallo que cambia todo para Cristina, el Peronismo y Milei”, firmado por Eduardo Van del Kooy el pasado 11 de junio. “Si los jueces han marcado un hito con la ex presidenta más poderosa del regreso democrático. ¿Por qué razón no podría caberle a futuro el sayo a Milei en caso de alguna irregularidad?”, le recordaron y completaron avisando que “la interpelación sobrevuela el escándalo de las criptomonedas ($Libra) que avanza en la Justicia. Con mayor pereza aquí que en el exterior”. Por eso Milei, que está gordo, debería atenerse a la contundente frase del Cisne de Avon que decía “Nuestros cuerpos son nuestros jardines… nuestras decisiones nuestros jardineros” … Y eso que Shakespeare no lo conoció al Papadas.
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