Por Eduardo Sartelli*
Es sabido que nada de lo que ha logrado hasta ahora Javier Milei sería posible sin el férreo sostén norteamericano. No porque no tuviera una política propia, llevada adelante con sistematicidad y energía. De hecho, hasta no hace mucho, es decir, hasta apenas antes del acuerdo con el FMI, Mileituvo que arreglárselas solo. Su insistente obsecuencia, sus gestos explícitos hasta la humillación, no parecían dar resultado positivo alguno. Más bien, todo lo contrario, si se recuerda la penalización tarifaria aplicada a la Argentina, similar a la de otros países cuyos mandatarios no habían realizado ningún movimiento para atraer la atención del presidente yanqui. El último desplante, el episodio del fallido viaje a Mar-a-Lago, donde no consiguió la tan ansiada foto, parecía indicar que todo se desvanecía alrededor de la ilusión con el amigo americano. Se estaban viviendo momentos linderos al pánico, con un dólar amenazando la disparada y un Banco Central completamente vacío. Sin embargo, de la noche a la mañana, la situación se invirtió: Trump envió al secretario del Tesoro, algo así como el ministro de economía, directamente a Buenos Aires, para respaldar a su delfincito. Inmediatamente, llegó el muy demorado acuerdo, con muy buenas noticias: un monto sustantivamente mayor del que se esperaba, incluyendo “fondos frescos” para engrosar las reservas, además de los esperados dólares para repagarle al Fondo.
Es cierto, el pacto incluía un desmantelamiento de la política cambiaria seguida hasta entonces, pasando de la “tablita” a la “banda”, y la obligación de intervenir en función de una meta de reservas claramente estipulada. De entrada quedó claro que Milei no quería cumplir lo pactado, inventando eso de “solo puedo comprar en el piso de la banda”. Evidentemente no era así, pero con el correr de los días, el gobierno argentino demostraba una vez más que no tenía intención alguna de subordinar el objetivo electoral al plan del FMI, dejando en segundo plano el tema de la inflación. De más está decir que el FMI no protestó ni intentó torcer este evidente desapego por el cumplimiento de lo acordado. Tal actitud sería imposible sin un apoyo incondicional (o con pocas condiciones) de Trump y la administración americana. No hubo cambios en relación a las tarifas, en especial, a las del acero y el aluminio, pero sí en todo lo atinente a la problemática política: el gobierno norteamericano respalda la prioridad política de ganar las elecciones de octubre.
La novedad que está ahora flotando en el aire es la posibilidad, todavía solo como rumor, de un posible impeachment a Donald Trump, la culminación de un proceso de deterioro presidencial muy notable. Arrancó con la errática política arancelaria, continuó con el evidente fracaso a la hora de cerrar el conflicto de Ucrania y de obligar a Israel a un alto el fuego que lleve tranquilidad a la región. Siguió con una escalada bastante ridícula con China y se estancó en una crisis económica que se acerca cada vez más a las puertas de la nación que comanda ese hombre de cabello tan rebelde como escaso. La batalla desopilante con ElonMusk, digna de un programa de panelistas argentino, le agregó, si se quiere, un poco de humor a la escena. Si la política arancelaria lo muestra como un caprichoso capaz de jugar irresponsablemente con el dinero ajeno, si la relación con Putin pone en serias dudas su estatura como líder mundial, al punto de ser acusado de títere del presidente ruso, si la parodia sobre el destino de Gaza en manos americanas hace dudar acerca de su cordura, episodios como el vivido con Zelenskyo Ramaphosa, demuestran que carece del más mínimo tacto, necesario a quien comanda el destino de media humanidad. En muy poco tiempo, se peleó con todos, desarmó la OTAN, ninguneó a Europa y se vio obligado a dar marcha atrás en casi todo, al punto que hoy día es ya un dato asumido que perro que ladra no muerde y que, de pitbull poco, quien sabe si no caniche. Muy mala imagen para el responsable de la primera potencia mundial.
Mientras tanto, la economía americana cruje. El sector agrario, en particular, está en muy graves problemas. Acosado por una política sin rumbo, sufre por la cancelación de los pedidos chinos, de los cuales depende en forma casi absoluta para varios productos, en particular, el sorgo. Los pedidos se cancelan no tanto porque resulten más caros los embarques, sino porque EE.UU. se ha transformado en un incumplidor e inestable socio comercial. Los agricultores yanquis culpan a Trump y se quejan de que sus lugares están siendo ocupados por Brasil, Australia y Argentina. No es el único sector en crisis: la producción petrolera camina hacia su primera retraccióndesde la pandemia. En conjunto, el PBI cayó durante el primer trimestre de 2025, sorprendiendo a todos con un “menos” 0,3. Las consultoras, que comienzan a rebajar la calificación de la deuda norteamericana, pronostican un 40% de probabilidades de que la recesión se haga presente ya a mitad de año.
Si el panorama se presenta complejo en términos económicos, no es menos preocupante el escenario social. Como se sabe ya, la política en relación a los inmigrantes está causando notables dolores de cabeza. No solo por su arbitrariedad, que linda con la fantochada, no solo por las excusas absurdas o la “tercerización” en Bukele de la prisión de extranjeros, sino porque está afectando la vida de miles de trabajadores esenciales para muchos estados de la Unión. La novedad aquí es el inicio de violentas revueltas contra las redadas, que se iniciaron en Los Ángeles y se extienden a muchas otras ciudades, en particular, en Austin, Texas, y Atlanta, Georgia, pero también en Boston, Chicago, Nueva York, Washington, Las Vegas, Denver, Filadelfia y varias decenas más. Se imponen toques de queda y se moviliza a los marines y a la Guardia Nacional. La virtual “invasión” decretada sobre California, ha llevado a su gobernador, demócrata crítico del presidente, a una virtual declaración de guerra contra el invasor de pelo pajizo y amarillento. GavinNewsom, de él hablamos, va camino a constituirse en un referente de la oposición gracias a la desastrosa intervención trumpista.
¿Qué tiene que ver esto con Javier Milei y su(s) plan(es) económico(s)? Que una caída de Donald Trump podría dejarlo, como se decía allá lejos y hace tiempo, “colgado de la brocha”. Ya su asociación directa con ElonMusk, que lo ha puesto de ejemplo en su lucha contra su otrora adorado ocupante del despacho oval, lo coloca en una posición incómoda. Pero un ascenso demócrata o un simple cambio de clima político en EE.UU., que ponga contra las cuerdas al asaltante del Capitolio, podría poner en duda el indispensable apoyo que le dispensa. Y sin ese apoyo, Milei tiene mucho para perder. Aunque todavía es muy temprano para asegurarlo, no hay dudas de que la retaguardia que le permite sostenerse incluso contra el FMI, ha comenzado a flaquear bajo un fuego que parece intensificarse rápidamente. Será cuestión de esperar.
*Por Eduardo Sartelli (militante de Vía Socialista).

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