Por Pablo Daniel Papini.-
El gobierno de Javier Milei no hace obra pública ni promociona sectores productivos. Está filosóficamente en contra tanto de una cosa como de la otra. Válido, cuestión de modelos. Hasta en las acusaciones que sufren unos y otros se deja ver ese debate: si las fotocopias de los cuadernos impugnaban a constructoras e industrias, lo que exponía un énfasis en tales actividades, los Panamá Papers durante el ciclo de Mauricio Macri y el escándalo cripto de las últimas horas nos hablan un esquema centrado en el vector financiero. Obviedades.
Agotemos rápido la primera contradicción: el libertarianismo propicia negocios aún contra su voluntad. Milei no se impuso solo por el agotamiento de las dos coaliciones mayoritarias hasta su emergencia –peronismo y antiperonismo-, sino también porque abordó esa caducidad a partir de la elaboración de una interpretación nueva: ahí –explicaría- no hay contradicción real, en realidad están complotados para turnarse en el poder en beneficio propio y a costa del bienestar de la sociedad, sacrificado en el altar de aquellos privilegios. Casta versus gente de bien. Pero entre la casta puede incluir, y de hecho muchas veces lo hace, a empresarios.
La idea sería que los empresarios argentinos lo son solo gracias a la promoción del Estado y no a sus méritos. Sin lo primero, nunca habrían existido. Los cripto, los tech, en cambio, serían producto exclusivamente de destrezas privadas. Pero las desregulaciones de Federico Sturzenegger les hacen campo orégano a sus desarrolladores. Es verdad que Milei entra y sale de este como de muchos otros conceptos. Pone solo un pie adentro y deja medio cuerpo afuera porque siempre está tensionando para reconfigurar el escenario. Y hasta el tan comentado RIGI es, de hecho, una promoción para inversiones en recursos naturales.
En el escándalo cripto hay una vuelta más: es el propio presidente de la Nación, que en buena medida emerge de un mundo que creció en los márgenes y de pronto ocupa el centro quien, cuando se encuentra allí, usa ese espacio para hacer lo que antes repudiaba. Milei es hoy el Estado, aunque se proponga destruirlo, y su investidura fue clave para el montaje de la estafa.
La restante contradicción deriva de la primera. La confianza fue un insumo esencial en el ascenso de Milei. Él en sí la encarnaba para amplias franjas sociales que decidieron embanderarse acaso como nunca antes en política y por eso cuenta con licencia para estirar los conceptos que componen la categoría libertaria, que debido a ello pueden variar permanentemente. La puso en juego para empujar un negocio y salió mal. Y se trata de un negocio, para peor, que remite íntegramente a su imaginario. No fracasó intentando poner en caja a la casta, sino en su propia lógica. De ahí que su tuit aclaratorio acaso no haya sido suficiente, como se desprende de algunas respuestas que recibió, que hablaron de desilusión.
Una subespecie de esta segunda contradicción hace a la especificidad histórica que adquirió en Argentina la irrupción libertaria: su sociedad con el PRO, que le cuela cada tanto la agenda de la ética pública, de la que el macrismo, por increíble que suene, se autopercibe guardián. Milei podía lidiar con ella resignificada como otra herramienta de embate a la casta. Habrá que seguir de cerca la relación entre el presidente y Macri, en la que el primero avanzaba cada vez más posiciones. ¿Se recuperará el calabrés, si de pronto resulta que vuelven a necesitarlo?
La conclusión es en forma de pregunta: no se habla aquí de las contradicciones libertarias, que, dijimos, siempre estuvieron presentes, sino de su estallido ¿Cómo afrontará el espacio el impacto de las primeras balas que pegaron en su línea de flotación, si es que logra hacerlo?
Otra pregunta, a modo de cierre, para el peronismo. Con todo, Milei sigue aventajándolo. Porque su repentina complicación es de todas maneras una que lo encuentra situado en tiempo y espacio. El presidente resultó herido en diálogo, en tensión o como se lo quiera ver con un mundo de negocios, de trabajo que ha cambiado exponencialmente. El movimiento, en cambio, sigue viendo que esa realidad le pasa por el costado ¿Podrá aprovechar esta crisis, que probablemente ponga en primera plana estas mutaciones, para insertarse en ellas? Por caso, Milei aseguraba que lo que terminó siendo una estafa sería una palanca para inversiones: ¿tendrá el peronismo habilidad para conectar los mundos de una economía –por así llamarla- tradicional y otra que se abre paso a veces caóticamente? Una salida del laberinto en que está encerrado quizá sea liderar ese encuentro, más aún tras el fraude libertario.
Por Pablo Daniel Papini (abogado).

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