“Hay que hacer creer al pueblo
que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades
son culpa de nuestros opositores…
y hacer que nuestros simpatizantes lo repitan en todo momento”.
Joseph Goebbels
Pensada para un público que lo mira, pero no lo ve; que lo oye, pero no lo escucha, la puesta en escena del discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso tuvo todos los condimentos comunicacionales del tratamiento que occidente le da a sus enemigos. Se pueden observar rasgos casi idénticos a los que se usaron y se siguen usando en la guerra entre Ucrania y Rusia: segmentación, invisibilización y estigmatización, como una OTAN de entrecasa.
El manejo de cámaras -que en todo momento evitó a los legisladores de la oposición y que huyó rápidamente cuando, por casualidad, enfocó a un Ricardo Lorenzetti absolutamente demudado- alternó mayormente entre la claque aplaudidora de las bandejas -en donde sobresalía un Santiago Caputo -alias «Caputito» con gesto de satisfacción- y el trío de diputadas libertarias que opera de «harem político» de Milei. Lemoine no estuvo entre ellas: no había tenido tiempo de pasar por la peluquería y su imagen no era demasiado feliz, sobre todo considerando sus raíces… de cosplayer.
También hubo cámaras para «Bertie» Benegas Lynch -gracias a él, Milei pudo ser presentado como «Doctor» por la locutora oficial-, y hasta el bueno de Daniel Scioli tuvo su momento de gloria sonriendo y aplaudiendo en medio de un discurso que prometía sangre y sudor, porque ni lágrimas piensan dejarle al pueblo.
El mandatario, en su salsa: ovacionado por una caterva de trolls que saltaron de Twitter a las bandejas de la Cámara baja; alternando amenazas con extorsiones; deteniéndose cuando el texto marcaba APLAUSO y los contratados no seguían el guion (como para que se dieran cuenta los boludos), con ese andar de rocker y esa media sonrisa socarrona que le sale cuando está bien medicado, Milei sintió que se llevó las palmas. Su imagen frente al atril, parado en un banquito, era la síntesis precisa de la presentación: no daba el piné.
Agredió a los opositores (en casos como el de Baradel, Moyano, Massa, y los Kirchner con nombre y apellido); destrató a la clase política en general; habló de un estado «putrefacto» en todos sus poderes y niveles; acusó a legisladores y funcionarios de «despilfarro«. Él, que viajó para participar de la convención de la extrema derecha mundial en los Estados Unidos en un avión privado que cuesta 250 mil dólares por día y que abandonó la casa de la embajada argentina en Roma aduciendo que no había aire acondicionado… en invierno y aprovechó para instalarse en uno de los hoteles más caros de la capital italiana. Reiteró cifras falaces para justificar ajustes que ya han llevado a más del 60% de los argentinos a estar bajo la línea de pobreza; aclaró que iba a implementar un paquete de reformas terrorífico «con o sin el Congreso» y culminó convocando extorsivamente a firmar el Pacto de Mayo no sin antes haber aprobado la Ley Bases.
Un párrafo aparte para un tramo completo del discurso en donde Milei cito a Carlos Menem: «Hace 35 años en su primer discurso acerca del estado de la nación el presidente Carlos Saúl Menem dijo que el coraje de un pueblo no se comprueba únicamente en el campo de batalla o al enfrentar desgracias sino que también se comprueba por la cantidad de verdades que es capaz de soportar«. En las bandejas Zulemita y Eduardo «Lule» Menem aplaudían como Sammy, la foca loca, mientras Martín, el presidente de la Cámara de Diputados, sonreía misteriosamente (o, andá a saber, por ahí esa es su sonrisa).
El palacio y la calle
El de afuera del Congreso era un panorama que repetía el escenario comunicacional armado: 5.000 efectivos de las fuerzas de seguridad instalados en torno al Congreso (es bastante raro que, teniendo el apoyo del 56% de los argentinos, como dice tener, necesite semejante operativo); un sistema anti-drones instalado por la Fuerza Aérea, la policía gaseando al público antes de que nada empezara, sólo por cantar «la Patria no se vende» (22 personas afectadas por el nuevo gas que produce quemaduras apenas llegó el Presidente al Congreso) y, por supuesto, corridas, peleas entre militantes libertarios y opositores, mucho cántico con referencia a la mamá de Milei y muchas personas mayores sueltas, algunas aunadas bajo el lema de «Jubilados Insurgentes». Un amor.
En síntesis, todo el evento fue una muestra de incoherencia política. De agresiones y mimos alternado, casi de la misma manera que actuaría un golpeador, sólo que en este caso eran el Presidente y los argentinos.
Para cierre, la mayor perla: a la salida, un cronista se acercó y le preguntó a Milei por qué había elegido Córdoba como sede del Pacto de Mayo y recibió por toda respuesta: «Porque Conan es cordobés».
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