11 de octubre de 2024

Milei cuenta con un liderazgo claro, pero con límites

Por Pablo Daniel Papini.-

La caída del rating durante el discurso de Javier Milei, tan comentada, sirve para comprender mejor los contornos de su popularidad. El presidente sigue siendo el dirigente más valorado, pero la gente no se volvió libertaria. No se trata de que los ciudadanos de pronto vayan a estar recitando a Murray Rothbard en cada esquina. La gente, al final del día, sigue siendo lo que decía Néstor Kirchner: quiere ir a trabajar, volver y que no le hinchen las pelotas. Sobre todo, que no lo haga la política. Eso vale para cualquiera. También para el actual jefe de Estado. Y si decide hacer oídos sordos a ello, se la pegará igual que cualquiera de sus predecesores casta.

El apagón masivo vino a reforzar algunos datos que surgieron los días previos en varias encuestas, que vinieron a precisar algunos debates. Si bien se registran mayorías nítidas, contundentes a favor del equilibrio fiscal, cuando se pregunta por los componentes mileistas de ese resultado (ajustes en tarifas, medicamentos, jubilaciones, universidades, etc.), la cosa cambia. Simplificando brutalmente, el pueblo argentino no se volvió de derecha. La banca no da para tanto como para escuchar una lección de macroeconomía un domingo a la noche

Finalmente, se votó contra lo que había, Milei personificó eso mejor que Juntos por el Cambio y ganó. Nada que no haya sucedido antes, unas cuantas veces, acentuado en los ribetes del libertario porque la crisis económica argentina ya arrastra una década y estuvo a cargo de los dos actores principales del arco partidario, ambos sin suerte, detalles al margen -y hay que hacerlos a un lado porque las mayorías votan con brocha gorda-. Pero mantendrá su ventaja por ahora, un poco porque es propio de la luna de miel que a ningún presidente se le niega, y otro tanto, debido a que -como escribió Julieta Waisgoldtiene un proyecto. Buena, mala, cuenta con una hoja de ruta, un refugio frente a la carencia de alternativas opositoras.

Entre su popularidad y la ausencia de rivales, le alcanza para ir durando. Por caso, para dar vuelta votos legislativos opositores, como ocurrió con la ratificación del veto jubilatorio. Se sostiene en la dinámica de la -como le llama- casta resiliente usando algunas de sus herramientas (la rosca parlamentaria, por caso). Y compensa simbólicamente con operaciones como la violencia que desata tras cada manifestación adversa. Aparecen datos económicos y tiene cuerda para interpretarlos enrevesadamente. Los vientos que desata el oficialismo con su discurso le despejan el camino para seguir avanzando. ¿Por qué lo esperan, por qué le disculpan lo que parecen contradicciones? Porque, como diría Tomás Rebord, hay algo ahí. Una expectativa que Milei y los suyos riegan cada día. Hacen, están activos. Milei es de extrema derecha, pero pareciera haber leído a Eduardo Galeano. Construyó una utopía y ahí andan él y los suyos, caminando, convencidos de que así están cumpliendo.

* * *

Desmalezando lo más posible, Milei habló para tres cosas. Para intentar otorgar garantías a los mercados en busca de financiamiento, primero. A ello va destinado el anuncio sobre el endurecimiento en la consideración del déficit fiscal. Luego, para señalar a las provincias como responsables de gran parte del ajuste que todavía haría falta. Y cuidado con eso: ¿será lo mejor para las expectativas que el Presidente enuncie que está faltando una suma significativa -nada menos que US$ 60.000 millones- y que conseguirla depende de dirigentes sobre los que no se cansa de sembrar dudas? Depositó la responsabilidad por fuera de su control y, de tal modo, cedió a los ajenos instrumentos para boicotearlo (también se hizo de chivos expiatorios).

Por último, le puso nombre y apellido a su mayor rival. Que no es, como se creerá mayoritariamente, Cristina Fernández de Kirchner, sino Mauricio Macri. Milei ocupó más tiempo en responderle a críticas de su facilitador en el balotaje 2023 que a sus adversarios. Cuando reivindica lo que ha hecho como “verdadera gestión”, cuando alega que no hay que llenar los cargos vacantes en el Estado sino eliminar aún más funciones, lo que está diciendo es que es más auténtico que su antecesor y que nadie mejor que él para jefe de esa familia. Nada a nuestra derecha, podría ser la síntesis de un oficialismo que, así, busca someter o barrer con todo aquello que podría disputarle domésticamente. Pinta tu aldea y pintarás el mundo.

Y es lógico que así sea: si venimos diciendo que Milei vive fundamentalmente de la ausencia de oposición de peso, la lucha política, que siempre está, naturalmente se vuelve interna.


Por Pablo Daniel Papini (abogado).


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