Por Eduardo Chávez Molina y Gabriela Benza.-
El programa PIRC ESA reúne a 150 investigadores de todo el país, de 13 universidades, y 17 centros de investigación, que han trabajo en forma coordinada para dar cuenta de los resultados e impactos socio laborales en base a las política macroeconómicas pre pandemia y pandemia en Argentina. El proyecto PIRC-ESA ha tenido como objetivo analizar el impacto de la doble crisis pre-pandemia (2018-2019) y pandemia Covid-19 (2020) en la estructura social de Argentina. El estudio ha buscado reconstruir cómo las clases sociales y los grupos socio-ocupacionales fueron afectados por la doble crisis pre-pandemia y pandemia desde una perspectiva comparativa regional y de género.
La investigación focaliza en las transformaciones del mundo del trabajo, la evolución de distribución del ingreso, la dinámica de distintos sectores económicos, la reconstrucción de trayectorias inter e intra generacionales de clase y las estrategias de reproducción de los hogares para enfrentar la crisis. Estas dimensiones de análisis son trabajadas en relación a los efectos del tipo de intervención del Estado. El proyecto hace foco en la vinculación entre la configuración de los procesos de desigualdad de la estructura social y la direccionalidad que asume el modelo de desarrollo-económico social en distintos períodos.
En base además a una encuesta propia a nivel nacional, con 5.200 hogares, realizada en forma presencial agrega precisión a este tipo de relevamientos a fin de dar cuenta sobre el impacto de la doble crisis.
Algunas conclusiones para el período largo: 2003-2021
El incremento del empleo asalariado durante el período 2003-2011, principalmente del empleo asalariado de tipo formal que vincula a los trabajadores con las instituciones laborales y el acceso a derechos sociales, fue resultado del crecimiento de la economía a un ritmo acelerado impulsada por la expansión del mercado interno y las exportaciones del agro. El proceso de asalarización favoreció el crecimiento del núcleo de la clase obrera calificada inserta en la industria manufacturera, la construcción y servicios asociados a la actividad productiva así como las clases medias asalariadas compuestas por profesionales, técnicos y empleados administrativos. Si bien estas pautas favorecieron una recomposición del centro de la estructura de estratificación de clases que caracterizó al país a mediados del siglo XX, el nivel de informalidad y precariedad laboral se mantuvieron en niveles altos en términos históricos (Palomino y Dalle, 2016).
Síntesis de la evolución de la cantidad total de trabajadores registrados y por modalidad ocupacional
OCUPACIÓN | Prepandemia | Prepandemia | Pandemia |
Período | 2012-2015 | 2016-2019 | 2020 |
Asalariados privados | Aumento | Aumento (hasta 2018) Disminución (desde 2018) | Disminución sustantiva (mínimo histórico 2do. trimestre) Leve Recuperación |
Asalariados públicos | Aumento (a tasas elevadas) | Crecimiento (a tasas moderadas) | Crecimiento (a tasas moderadas) |
Asalariados de casas particulares | Aumento (hasta 2014) Disminución (desde 2014) | Crecimiento (a tasas moderadas) | Disminución leve |
Independientes Autónomos | Aumento (hasta 2013) Disminución (desde 2013) | Disminución | Oscilaciones (mínimo histórico) |
Independientes Monotributo | Aumento (hasta 2014) Disminución (desde 2014) | Aumento (Con disminuciones en recesión 2018) | Aumento (Con disminuciones en 2do. trimestre) |
Independientes Monotributo Social | Aumento (a tasas elevadas) | Aumento (hasta 2018) Estancamiento (desde 2013) | Estancamiento |
TOTAL | Aumento (a tasas elevadas) | Aumento (hasta 2018) Disminución (desde 2018) | Disminución sustantiva (hasta 2do. trimestre) Leve Recuperación |
La doble crisis pre-pandemia y la crisis de la pandemia tuvieron un impacto en las tasas básicas del mercado de trabajo y las categorías ocupacionales aunque con ciertas diferencias sustantivas entre ambas crisis según el tipo de efecto predominante. La crisis del macrismo (2016-2019), vinculada a un cambio en el modelo de desarrollo económico desde actividades productivas vinculadas al mercado interno hacia el sector primario y financiero provocó una caída sustantiva del empleo asalariado registrado en la industria manufacturera y la construcción que afectó sobre todo a la clase obrera calificada. Este segmento de clase está inserto en el sector privado de la economía en actividades intensivas en el uso de fuerza de trabajo que fueron afectadas por la apertura comercial, la liberalización de precios internos (como las tarifas de servicios públicos) y las sucesivas devaluaciones. La contracara de esta pauta fue un aumento sustantivo de la desocupación, el incremento de la informalidad laboral y la caída del salario real (Dalle y Actis Di Pascuale, 2021; Benza, Dalle y Maceira, 2022).
La crisis de la pandemia (2020), en cambio, provocó una fuerte caída del empleo informal afectando sobre todo al segmento no calificado/precarizado de la clase trabajadora. Se trata de trabajadores asalariados no registrados en la seguridad social, insertos principalmente en pequeños comercios, restaurantes, bares o locales de comida y servicio doméstico, entre otros. La abrupta caída de la economía y de la tasa de actividad hizo por momentos recordar el escenario de emergencia social de la crisis de 2002. No obstante, como señalamos, la crisis reciente fue amortiguada por la presencia de una amplia trama de organizaciones de la economía popular que canalizó una transferencia de recursos desde el Estado (siendo las principales la Asignación Universal por Hijo/a/Embarazo, Ingreso Familiar de Emergencia y la Tarjeta Alimentar) que no estaban presentes en aquella crisis de comienzos de siglo, y por ende, derivó en el recordado estallido social (Dalle y Actis Di Pascuale, 2021).
La tendencia de la caída del empleo asalariado comenzó a revertirse parcialmente y en distintos ritmos según la rama de actividad desde del tercer trimestre de 2020 y es muy probable que continúe su expansión con el impulso del crecimiento económico, la vacunación y una disminución en la tasa de contagios, internaciones y mortalidad de la pandemia. Si bien el crecimiento reciente de la fuerza de trabajo asalariada en la industria manufacturera y en la construcción fue importante, aún no alcanza en cifras absolutas el nivel que registraba en 2015, pero es de esperar que continúe la tendencia expansiva porque la direccionalidad de las políticas macroeconómicas apunta a expandir el empleo asalariado vinculado a actividades que tienen eje en la expansión del mercado interno. En el contexto actual de alta inflación, por razones internas y por el aumento del precio de productos del agro y energía por la guerra, se plantea el desafío de cómo aumentar el salario real para potenciar la expansión del mercado interno en la pos-pandemia para continuar procesos de recomposición de la estructura de clases.
El enorme declive social como consecuencia de la doble crisis: del macrismo y la pandemia, a partir de la deterioro de los indicadores del mercado laboral tuvo, como no podía ser de otro modo, generó múltiples expresiones de resistencia frente a la erosión del salario, la pérdida del trabajo y la caída en la informalidad laboral. Quizás la principal de ellas ha sido el protagonismo que han logrado las organizaciones del mundo de la economía popular en estos años. Si bien su génesis se remonta a la lucha frente a la desocupación y la precarización laboral que acompañaron a la reformas neoliberales en Argentina en la década de 1990, se consolidaron durante el kirchnerismo aún en un contexto de crecimiento del empleo protegido como una vía alternativa de conquista de derechos sociales y se expandieron durante la restauración conservadora neoliberal. Las múltiples organizaciones que estructuran el amplio universo de las clases populares en Argentina fueron clave para canalizar el descontento social por la falta de trabajo, la precariedad, la sobre-explotación laboral y la caída abrupta de los ingresos que pusieron en cuestión los gastos básicos de reproducción de la vida. Las organizaciones territoriales canalizaron reclamos y conflictos por asistencia alimentaria, servicios de salud, violencia de género, seguridad pública, abuso de las fuerzas de seguridad y conflictos socio-ambientales como por ejemplo contra la presencia de basurales y arroyos contaminados, entre otros (Maceira Cyunel, Caloni y Chávez, 2021). Durante el macrismo primero y luego con más fuerza y visibilidad durante la pandemia, en los barrios populares se doblegaron esfuerzos a través de merenderos, comedores y distribución de alimentos para paliar la crisis. También se desplegaron programas de empleo a través de cooperativas como por ejemplo “Potenciar Trabajo” para el mejoramiento de viviendas y la construcción de infraestructura.
El protagonismo de la economía popular en la escena pública contrasta con el auge de las movilizaciones sindicales durante el período 2003-2015. Como hemos señalado, aquel proceso de movilización social tuvo como base un intenso proceso de asalarización con arraigo en las instituciones laborales que repercutió positivamente en la estructura social: el crecimiento de la clase trabajadora consolidada y de amplios segmentos de clases medias en relación de dependencia (Dalle y Actis Di Pascuale, 2021).
Desigualdad de ingresos
En este apartado se analiza, desde distintos abordajes, el modo en que los ingresos monetarios se distribuyen por clase social. En primer lugar, en los gráficos que sigue, se presenta la evolución entre 2003 y 2020 del ingreso total familiar (ITF) promedio y el ingreso per cápita familiar (IPCF) promedio para cada clase social. Al mismo tiempo, a fines comparativos, se ilustra la evolución de los ingresos totales promedio para la población total y para la PEA.
Por un lado, se observa que la evolución de los ingresos generales es creciente hasta 2012, acorde con el crecimiento económico y a las políticas distributivas y redistributivas que se han implementado en la primera década del siglo XXI. Si bien no se ilustran los datos para el subperíodo comprendido entre 2012 y 2016, en otras investigaciones (Chávez Molina y Rodríguez de la Fuente, 2021), se ha mostrado que en aquellos años la tendencia en la evolución de los ingresos reales se desacelera debido a creciente inflación y a la devaluación de la moneda en 2014. Sin embargo, es en 2016, con el cambio de gobierno y de la política económica, que se observa una reversión de la tendencia de ingresos, con una caída considerable en términos reales a partir de 2018.
Ahora bien, al enfocarse en la distribución por clase social, el primer aspecto que sobresale es que la clase de propietarios y directivos de grandes establecimientos mantiene una distancia considerable, términos de ingresos, respecto a las demás clases, con montos dos o tres veces superiores a los del promedio total de la población. Además de este grupo, las únicas clases que tienen ingresos por encima del promedio, a lo largo de los años, son los propietarios y directivos de pequeños establecimientos, los trabajadores por cuenta propia profesionales / calificados, y los trabajadores no manuales de grandes empresas.
Por el contrario, los trabajadores manuales de pequeños establecimientos y los trabajadores por cuenta propia no calificados se muestran como las clases con mayores desventajas en términos económicos, a pesar de la mejora real evidenciada hasta 2012. Como saldo del período, entre 2003 y 2012, si bien la mejora fue consistente en toda la estructura, fueron las clases sociales vinculadas a la producción de bienes quienes mostraron una mayor mejora en términos absolutos: los trabajadores manuales de grandes y pequeños establecimientos y los trabajadores por cuenta propia no calificados, que luego de la crisis económica de 2001 y de la salida de la convertibilidad cambiaria habían experimentado una fuerte pérdida en el poder adquisitivo. Sin embargo, dentro del panorama sombrío para la totalidad de los hogares, estás clases también fueron las más perjudicadas entre 2016 y 2020, fruto de las políticas económicas implementadas, la crisis económica-financiera y la pandemia del COVID-19, experimentando una reducción de los ingresos en el promedio del 35%.