La conclusión más importante sobre la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) sobre la distribución del ingreso en Argentina al primer trimestre de 2023 es el aumento de la desigualdad en la comparación interanual. Esto se dio a pesar de que la economía continúa en un proceso de expansión.
“Ojo: yo no quiero que el crecimiento se lo queden 3 o 4 vivos nada más”, advertía Cristina Fernández de Kirchner a finales de 2020 cuando se avizoraban al menos dos años de crecimiento económico. Sin ir más lejos, el lunes pasado –luego del anuncio de la fórmula presidencial de Unión por la Patria-, en el marco del acto por la recuperación del avión Skyvan PA-51 utilizado en los llamados “vuelos de la muerte”, se refirió a la pelea por la distribución del ingreso remarcando la diferencia entre quienes militan o no por ello.
Sin dudas, la distribución del ingreso ha ocupado un lugar importante en cada una de las intervenciones de la vicepresidenta. Sin embargo, a pesar de las numerosas implicancias que ello tiene -no sólo en términos sociales, sino también como insumo para otras discusiones de gran envergadura, por ejemplo, el sistema tributario-, la distribución del ingreso no parece ocupar un lugar central en las discusiones electorales.
Uno de los indicadores más utilizados para medir la desigualdad económica es el coeficiente de Gini, cuyo valor aumenta a medida que aumenta la desigualdad de ingresos de la población. En Argentina, este coeficiente fue de 0,446 para el primer trimestre de 2023, un 3,7% superior al valor del mismo trimestre de 2022 (0,430).
Al primer trimestre de 2023, el 20% de la población (los dos últimos deciles) concentró el 50,1% de los ingresos per cápita familiares, 2 puntos porcentuales por encima del 48,1% que concentraba al primer trimestre de 2022. Es decir, sólo el 20% de la población concentra la mitad de los ingresos per cápita familiares, quedando la otra mitad para el 80% de la población restante.
El promedio de ingresos per cápita familiar del último decil (10% de la población con mayores ingresos) fue 19 veces mayor al promedio del primer decil (10% de la población con menores ingresos).
En términos de género, las mujeres representan el 66% del decil con menores ingresos y sólo el 38% del decil de ingresos más alto. Es decir, la contracara de la feminización de los sectores de menores ingresos es la masculinización de los sectores de mayores ingresos. Asimismo, otro dato que surge del informe es la reducción de la brecha de ingresos por ocupación principal, que pasó del 27,8% (IT 2022) al 24,2% (IT 2023).
Finalmente, en un contexto de crecimiento sostenido del empleo registrado privado (la tasa de desocupación se encuentra en el nivel más bajo desde 2017 y las tasas de actividad y empleo se encuentran en máximos históricos), es interesante observar qué sucede con la distribución del ingreso al interior de la población ocupada.
Así, una aproximación a la desigualdad entre trabajadores registrados y no registrados se puede realizar observando la división entre población ocupada “con” y “sin” descuento jubilatorio, dónde estos últimos representan el 87% del sector de menores ingresos (decil 1) y tan sólo el 5% del sector con más altos ingresos (decil 10). A su vez, el ingreso medio de los asalariados con descuento jubilatorio más que duplicó el ingreso medio de los asalariados sin descuento jubilatorio.
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