“Con una mentira suele irse muy lejos,
Proverbio judío
pero sin esperanzas de volver”
Gesticulando, a los gritos, con flagrantes contradicciones pero sin demasiadas sorpresas, la Cámara de Diputados dio esta semana media sanción al proyecto pomposamente denominado “Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos” y, de paso, a su correlato, el Paquete Fiscal. Un corpus legislativo “más largo que esperanza de pobre” aunque llega para quitarle a los más necesitados cualquier ilusión. Como reza la entrada del Infierno del Dante: “Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza”.
Claro que no todos sienten lo mismo. Para los 142 legisladores que dieron su voto positivo, seguramente, “este infierno está encantador”, como canta Carlos «El Indio» Solari. Cosas de un tiempo en el que bajan las ventas de casi todo… menos de diputados.
Sintetizar el contenido de los 232 artículos a los que fue reducida la famosa ley ómnibus (ahora convertida en ley limusina, porque es sólo para ricos) es una tarea tan ardua como inútil. Porque entre sus perversos recovecos, sus trampas de redacción y la pereza de los que tuvieron que cortar y pegar para bajar los más de 600 artículos de la primigenia al número de ésta que consiguió media sanción (que de todas maneras son un exceso), han logrado un galimatías tan engorroso como avieso. A punto tal de que durante la sesión se introdujeron correcciones en el texto que no quedaron claras para nadie.
La síntesis es que esta ley vuelca la cancha para el lado de los poderosos: los locales y los transnacionales. Y si son hombres, mejor. Porque el nivel de misoginia que perfuma el ambiente durante la lectura de esta norma sólo es comparable al que brotaba de los cabarets y prostíbulos durante la Década Infame.
Ver a diputadas que jugaban de sororas durante la sanción de la Ley de Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo y que la definían como “una conquista más del movimiento de mujeres” -como es el caso de Silvia Lospennato-, no sólo votando sino operando una normativa que, por ejemplo, va a permitir a los empleadores echar a una embarazada como si fuese cualquier otro trabajador, o que va a obligar a 9 de cada 10 mujeres a esperar 5 años más para jubilarse y encima hacerlo con una cifra 20% menor a la de la prestación mínima, es una imagen difícil de digerir. Y, sin embargo, ella tan emocionada, al borde del llanto por el llamado del Presidente para agradecerle… ¡Cosas vederes, Sancho!
Una buena muestra, algo así como el botón de esta ley, es que vuelve a obligar a los trabajadores de la cuarta categoría (alrededor de 1.800.000 laburantes) a pagar Impuesto a las Ganancias. Al mismo tiempo, baja el de Bienes Personales, que sólo solventan los más ricos del país. Resultado, con lo que les va a retener a los trabajadores no alcanza a cubrir lo que le devuelve a los millonarios ¡Ni un tiro para el lado de la Justicia!
Tachame la gobernabilidad
Se ha instalado, entre algunos dirigentes falsarios, un republicanismo pueril que podría resumirse en la idea de “Yo no estoy de acuerdo con las normativas que envía el presidente pero las voto para conferirle gobernabilidad”, como si eso los hiciera mejores, como si los colocara en una instancia superior de la política en la que la gobernabilidad se antepusiera a los intereses de los sectores que ese dirigente representa. ¿Desde cuándo la idea de gobernabilidad está por encima de la voluntad del pueblo que los ha votado? Y, además, ¿qué carajos significa la gobernabilidad cuando hay un presidente que tiene como objetivo destruir el Estado; desconoce al resto de los poderes de la República; insulta a los opositores y consulta a un perro muerto?
Un presidente que, en aras del equilibrio fiscal, da de baja toda la obra pública (Gustavo Weiss, titular de la Cámara Argentina de la Construcción denunció, esta semana, la destrucción de 100.000 puestos de trabajo), pero le libera mil millones al gobernador de Mendoza para que siga construyendo la represa Portezuelo del Viento; destraba una obra clave para Córdoba en agradecimiento por el apoyo de Llaryora a la Ley y le promete apoyos similares a Pullaro en Santa Fe y a Zamora en Santiago del Estero… Eso si lo acompañan en el Senado. O sea: un presidente extorsionador que favorece sólo a los que se ajusten a sus necesidades y/o, deseos. Dinero para los genuflexos; sequía para los que se le oponen.
Imaginen ahora lo que pasaría si un presidente de signo peronista hiciera algo así: las tapas de los diarios de todo el mundo (ni hablar de los locales); los ensobrados analistas de los medios audiovisuales; la sacrosanta indignación de los legisladores; los fiscales actuando de oficio… En fin, la idea de oposición (acaso la de la democracia misma) ha perdido significado en el devenir político partidario de esta época. De seguir así, teniendo en cuenta que cada vez más son las grandes corporaciones las que eligen quiénes integran las listas de representantes y, a los que no pueden poner, intentan sobornarlos o chantajearlos, llegará el momento en que no será necesario votar porque primará una única ideología y la impondrán los poderes fácticos.
Índice de des-confianza
Ciegos leyendo en la oscuridad un libro impreso con letra muy pequeña, la oposición dialoguista y la no tanto, corren en auxilio del vencedor justo justo en el momento en que aparecen las incipientes derrotas. El Índice de Confianza de Gobierno, un indicador que se toma desde 2001 y elabora la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella tuvo una caída de 4,4% en abril, comparado con los datos del mes anterior. Entre los componentes que integran este índice, la Evaluación general del gobierno cayó 13,6%, la Preocupación por el interés general cedió 8,9%, la Eficiencia en la administración del gasto público -3,5% y la Capacidad para resolver los problemas del país -4,9%. Todos datos negativos que empiezan a mostrar algo que se murmura en la calle, si uno afina el oído: Milei y su equipo han dejado de estar del lado de los buenos.
Por su parte, Orlando Ferreres -un consultor que, al igual que la Universidad Di Tella, suelen ser referencia para el mercado- determinó que el Índice General de Actividad “registró una caída interanual del 9,7%” durante el mes de marzo. Finalmente, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) -con una experiencia de 60 años en el análisis y diseño de políticas públicas- acaba de proyectar “una contracción de 3,3 puntos del PBI para el año en curso” y responsabiliza de esto a la alta inflación (estimada por la misma organización en 250% anual en febrero pasado).
Evidentemente, la realidad se contrapone al relato fantasioso de que el salario empieza a ganarle a la inflación. Y el río revuelto de discursos falaces del Gobierno que corre por el Twitter, choca contra la represa de números duros. Tanto que han tenido que postergar los aumentos previstos en luz, gas y combustibles porque, de otra manera, no había forma de dibujar la cifra de un dígito (entre 8% y 9%) de inflación que quieren mostrar para así continuar con esa alucinación que intentan convertir en verdad a fuerza de trolls en las redes y conductores “ensobrados” (hago míos conceptos mileianos, de los tiempos en los que el actual Presidente ni soñaba con siquiera pasar cerca del sillón de Rivadavia). A tal punto es esto evidente que, entre la infinita gama de halagos y reverencias que recibe Milei de esa claque desvergonzada, uno de ellos, Esteban Trebucq llegó a decir esta semana que “No debe haber, desde Alfonsín a esta parte, un académico de la profundidad de Javier Milei” al frente del Gobierno de la Nación. Luego de tamaña chupada de medias, lo más tenebroso resultó la carcajada de Conan.
Y hablando de frases, la de la canciller Diana Mondino diciendo que “los chinos son todos iguales” mientras intentaba negociar el swap con el gigante asiático es para el cuadro de honor de las gaffe internacionales. Porque, Santiago Cafiero no tendría buen inglés, pero ella no tiene freno inhibitorio.
La confianza mata al hombre
Metidas de pata. Ridiculeces. Rarezas. Sobreactuaciones. Incongruencias. Estas son las cuestiones por la que destaca nuestro Gobierno en el mundo. La revista británica The BMJ (British Medical Journal) define a Milei como un “ex economista, panelista de televisión y entrenador sexual”, luego de avisar que el Ministerio de Salud es un “zombie” y poner de relieve que el Presidente “reiteró su objetivo de eliminar la atención médica universal”.
Los argentinos nos desayunamos con ese tema mientras el líder libertario avisa que va a viajar nuevamente a los Estados Unidos (la cuarta vez en su corto mandato), a un evento que reunirá empresarios, banqueros, fondos de inversión… buitres. Seguramente irá con su valija de “cuentenik”[1] internacional, ofreciendo pedazos de nuestro suelo al grito de “lindo, bonito y barato”. Como decía don Ernesto Jauretche, “si malo es el gringo que nos compra, peor es el criollo que nos vende”. Aunque, bien mirado, Milei es un apátrida.
Y, hablando de ventas, es muy triste ver gobernadores pseudo peronistas subiéndose solitos a las mesas de saldos y retazos. Hablo de Osvaldo Jaldo (Tucumán) y de Raúl Jalil (Catamarca) que andan haciendo campaña para que los senadores le voten al gobierno la Ley Bases. Aunque ya surgieron voces como la de Lucía Corpacci que advirtió que aunque se lo pida su gobernador, votará en contra.
Martín Doñate, senador rionegrino emitió una dura declaración al respecto: “Nunca me arrodillaré ante el poder porteño centralista del gobierno de Javier Milei y su libertarismo criminal”. Buena síntesis para definir una acción que, retomo la idea, tiene mucho de extorsión (obra pública mediante) y casi nada de política. Y esto está cada vez más claro: el jueves por la tarde, anoticiado de que los patagónicos habían puesto la negociación en un iceberg, la Casa Rosada citó a Alberto Weretilneck (Río Negro), Rolando Figueroa (Neuquén) e Ignacio Torres (Chubut) para firmar un acuerdo por el gasoducto cordillerano. Se llama «toma y daca». Chantaje de baja estofa, pero… obras son amores (y el resto que se joda).
Además, como si esto fuera poco, el Presidente ha advertido que no piensa invitar a su fiestita de cumpleaños -a la que ha denominado Pacto de Mayo-, a los chicos (gobernadores) que no lo quieran. Del Congreso de Tucumán de 1816 a esta parte, el Puerto ha procedido siempre igual con las provincias. Al punto de instalar que, para referirse a ellas, hay que decir “el Interior”.
Para terminar quiero volver al inicio. Al Índice de Confianza de la Universidad Di Tella. Y desagregar algunos otros datos interesantes: El nivel de confianza actual es casi 10% menor al de la medición de marzo 2016 (inicio del gobierno de Cambiemos), y 25,4% menor al de la medición de marzo 2020 (gestión del Frente de Todos).
Mauricio Macri traicionó la confianza de los argentinos y lo echaron a pesar de los 45.000 millones de dólares que le dio el FMI para que ganara las elecciones. Alberto Fernández defraudó a sus votantes y al resto. El resultado de estos dos fracasos sumados se llama Javier Milei… Un Milei que ya empieza a decepcionar a propios y a extraños (recordar que los trolls no votan) y que va camino a ser más repudiado aún que sus antecesores porque ya empieza a resonar en toda nuestra geografía el famoso apotegma: “Son todos lo mismo”.
Prepárense entonces los autores de Milei: los productores y los que lo encumbraron, los empresarios que aplauden sus groserías y los periodistas que creen ver en él la reencarnación de Moisés: porque en esta Argentina pendular, la vuelta es cada vez más intensa y esta vez hay perfume de mujer aguerrida en el aire… Y no hablo de Cristina.
¿Por qué lo afirmo tan taxativamente? Porque son nuestras compañeras las que elaboran los discursos más contundentes y combativos, en los ámbitos legislativos y en las calles (quien recorrió la marcha universitaria sabe de qué hablo). Y además, porque en la medición del Índice de Confianza, mientras los hombres entrevistados mantienen su esperanza e incluso la acrecientan un par de puntos, entre las mujeres, la caída de Milei es de 12 puntos. Y todos sabemos que cuando nuestras chicas trabajan de buenas, son muy buenas, pero cuando trabajan de malas, son mejores.
[1] Vendedor ambulante, facilitador de crédito en idioma idish.
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