17 de diciembre de 2025

Sobre la propuesta de reforma tributaria

Por Damián Bil*

El gobierno envalentonado por el resultado en las legislativas, que le brindaría un parlamento más amistoso a partir de diciembre, anunció algunas reformas en áreas claves. Una de ellas es la reforma tributaria. Argumentando la necesidad de agilizar el sistema, reducir la carga e incentivar la inversión por algún mecanismo, se instaló la cuestión en la agenda, prometiendo (otra vez) que facilitará la tan esperada inversión. No obstante, no se brindaron demasiadas precisiones. Solo trascendieron cuestiones generales: derogar impuestos provinciales o municipales (Ingresos Brutos, por ejemplo) y trasladarlos hacia un “Súper IVA”, el cual se repartiría entre Nación y las provincias. Estas podrían reducir la alícuota de la parte que les toca, para atraer inversiones (lo que beneficiaría a provincias que ya tienen ingresos propios consolidados, como regalías, porque tendrían más espalda para bajar la tasa, en perjuicio de las más pobres). Asimismo, ir eliminando impuestos de baja recaudación y continuar con el proceso de digitalización impositiva. Entre lo más relevante, se rumorea sobre cambios en Ganancias, con menor tasa, pero con más individuos alcanzados (o sea, más trabajadores a pagar); y una reducción de las cargas patronales en sintonía con la reforma laboral. Es decir, medidas que apuntan a restarle obligaciones a los empresarios, aumentando la misma sobre los trabajadores.

La (no) particularidad argentina

Esta propuesta, más que grandes cambios, parece un intento de maquillar o unificar algunos gravámenes, digitalizar aún más el sistema (un paso lógico, en cualquier proyecto) y, en un futuro lejano, retirar algunos tributos, supeditado a que se sostengan ingresos por otro lado. Lo que sí parece vislumbrarse es una relajación para los empresarios y/o millonarios locales, bajo la suposición de que hay que sacarles impuestos a los ricos para que puedan invertir. Sobre todo, en el contexto de una estructura impositiva como la Argentina, que aparentemente ahogaría el impulso emprendedor, como sugiere ese video viral donde se comparan los impuestos que paga una pyme en Argentina con lo que eroga su congénere de una potencia industrial como Paraguay.

Es vox pópuli, y no solo en el mundo empresarial, que Argentina tiene alta carga impositiva, sobre todo a nivel de la producción. Pero, ¿es el nivel de impuestos el problema de la economía, como sugiere el relato liberal? Sin negar que los gravámenes sobre la actividad productiva pueden ser un problema para la competitividad de determinados sectores, revisando los datos alrededor del globo, el caso argentino no tiene la especificidad que se le atribuye. Aunque es cierto que desde comienzos de siglo la carga tributaria (peso de impuestos en relación al PBI) se incrementa, a la salida de la pandemia el promedio estaba en 30%, lo que puede resultar elevado, pero que según datos de la OCDE nos ubica en niveles similares a países como Australia, Corea del Sur, Japón, Israel, Nueva Zelandia, el vecino Brasil o Canadá; y por detrás de Alemania (39%), Noruega (42%), Italia (42,4%), Francia (45%) o Dinamarca (47%). Por sí solo, este indicador no dice mucho acerca del éxito o fracaso económico: países como los escandinavos o varios importantes de Europa soportan una elevada carga tributaria; mientras que otros tienen un peso mínimo y sus economías distan de ser ejemplos de desarrollo (Sierra Leona, Paraguay, Níger, Guatemala, Chad, entre otros).

Pero lo relevante, en términos comparativos, no es tanto la carga total, sino cómo se distribuye en términos de clase de gravamen. Si desagregamos por tipo de imposición, en 2023 Argentina fue una de las economías que menos recaudaron por tasas a las ganancias (ya sea de personas o empresas): mientras que Dinamarca tiene un 29% en este rubro, seguido por otros nórdicos, Nueva Zelandia, Islandia, Canadá, Bélgica y otros europeos por encima del 12%; en la Argentina representó solo el 4,6% (a nivel de economías como Ecuador, Pakistán, y algo más que Bolivia). Lo mismo ocurre con los gravámenes sobre la seguridad social, poniendo en cuestión la idea de que en el país las cargas patronales son excesivas en relación a otros. En el núcleo de la Unión Europea, se llega a recaudar entre el 11 y 15% del PBI. En la Argentina, las cargas sociales están por debajo de esa cota, ubicándose en torno al 5,1% (al nivel de Ecuador, Azerbaiján, Israel, Vietnam o Malta, y un punto por debajo del “envidiado” Estados Unidos). Nuestro país se caracteriza si por tener un peso elevado de los impuestos a los bienes y servicios, los más regresivos, ítem para el cual las propuestas existentes no plantean respuestas serias.

Propuestas radicales

Dejando de lado la discusión sobre el porcentaje que “paga” realmente la clase capitalista (debido a que, estrictamente, los impuestos son expresiones de la ganancia, o plusvalor generado por los trabajadores), el debate de fondo de la cuestión tributaria no puede resolverse con cambios cosméticos superficiales, ni tampoco imaginando transformaciones radicales sin trastocar los fundamentos de creación de riqueza. En una economía como la Argentina hoy, reducir los impuestos a los ricos solo conducirá a mayores cargas para el grueso de la población, sin asegurar mayores inversiones. Solo con una transformación radical de las relaciones sociales, la economía nacional podrá disminuir su carga al mínimo. Un sistema tributario equitativo y liviano solo puede lograrse con un estado de otro tipo, socialista, que a partir de su actividad productiva genere ganancias internas y externas para solventar sus erogaciones, complementado con cargas a la riqueza (como los países nórdicos, que exigen a los que se benefician de la creación de riqueza su contribución a soportar el costo social que implica generarla) y a algunos rubros, como la exportación de materias primas. De esta manera, con un Estado que genere y apropie ganancias de forma planificada, la inversión productiva y el consumo podrán liberarse de cargas fiscales (cargas patronales, IVA), extinguir la evasión impositiva, y solventar las prestaciones sociales básicas para su población. Si queremos otra Argentina, es un debate que tenemos que iniciar.

* Por Damián Bil (investigador del CEICS y miembro de Vía Socialista).

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