A 20 días de los comicios nacionales, Javier Milei terminó aceptando la renuncia de José Luis Espert, el principal candidato de La Libertad Avanza (LLA) en la provincia de Buenos Aires. La decisión llegó luego de una crisis política que combinó encuestas en caída libre, tensiones con el PRO y explicaciones cada vez más inverosímiles sobre sus vínculos con el narcotraficante Fernando “Fred” Machado.
El desenlace expuso una contradicción central: días atrás, Milei había dicho que si echaba a Espert sería porque las acusaciones eran ciertas. Finalmente no lo echó, pero lo dejó ir.
El domingo por la tarde, el propio Espert anunció en sus redes sociales que bajaba su candidatura: “Por La Argentina, doy un paso al costado”. Según su versión, Milei aceptó la renuncia. Minutos después, el Presidente intentó mostrar autoridad y minimizar la crisis: “El proceso de cambio profundo que estamos llevando adelante es lo único que importa. No vamos a permitir que una operación maliciosa lo ponga en riesgo”.
La retirada del candidato libertario no fue voluntaria sino producto de una presión que venía creciendo desde varios frentes. Mauricio Macri, los principales cuadros del PRO y distintas tribus libertarias —incluido el círculo de Karina Milei y Santiago Caputo— venían reclamando un cambio de estrategia. La condición para que Espert siguiera en carrera era someterse a una intensa ronda mediática para repetir el libreto del comando de campaña. Se negó. “Humanamente no estaba entero para afrontarlo. No se la bancó”, resumieron en Casa Rosada.
En paralelo, Santiago Caputo negoció con Diego Santilli, tercero en la lista, para que lo reemplazara. “Voy a dejar el alma para defender el rumbo y frenar a los que quieren que explote el país”, escribió el dirigente del PRO poco después de la renuncia de Espert.
La presión no venía solo del frente interno. Según datos de la consultora Zuban Córdoba, la imagen negativa de Espert superaba el 70 % tras el escándalo, y más de un 60 % de los consultados consideraba que debía renunciar. Las contradicciones públicas que acumuló en pocos días aceleraron su derrumbe. Primero negó todo; luego habló de “chismes de peluquería”; después dijo que el dinero lo había puesto un empresario guatemalteco; y finalmente reconoció que los 200 mil dólares provenían de Machado y que había realizado “en total 35 vuelos, entre ida y vuelta, alrededor de 17 viajes a destinos diferentes”.
Una hora después del anuncio por X, Milei apareció en televisión para intentar justificar lo ocurrido. Sostuvo que se trató de “una operación del kirchnerismo para ensuciar” y defendió a su aliado: “Me parece un gesto noble el del Profe. El kirchnerismo es especialista en montar este tipo de operaciones en campaña y, si bien yo no tomo decisiones con criterios utilitaristas y no tengo dudas de su honorabilidad, en lugar de discutir la Argentina que queremos, se estaba discutiendo esto”.
El Presidente trató de ubicar a Espert como víctima de una maniobra política, pese a que los propios dichos del excandidato se contradecían entre sí. “Cuando ocurrió eso él era del sector privado. No estaba en política. ¿Si usted quiere hacer algo que está sucio lo va a hacer por la vía bancaria? No. No hay nadie que tenga mejor sistema vigilado que el sistema financiero americano. Está claro que no tenía malas intenciones”, insistió.
Luego agregó que “Espert demostró que no somos lo mismo porque antepuso los intereses de la nación versus la cuestión personal. Es un gladiador. Se baja porque tiene una responsabilidad histórica. Ellos no tienen nuestra altura moral”.
Milei confirmó que el reemplazante será “El Colo Santilli” y justificó la decisión de ubicar a un dirigente del PRO al tope de la boleta violeta: “¿Cuál es el problema? estamos en una alianza con ellos”. Sin embargo, aclaró que no quiere que Santilli quede al frente de la comisión de Presupuesto: “Si bien es un problema de dinámica parlamentaria, lo más razonable es que ese lugar lo ocupe Bertie Benegas Lynch”.
La salida de Espert reveló el límite del blindaje presidencial y la fragilidad política de una coalición en la que Milei se jacta de tener el control absoluto. El mandatario intentó mostrarse firme, pero terminó aceptando la renuncia del hombre que, según sus propias palabras, solo sería desplazado si las acusaciones eran ciertas.
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