Javier Milei logró el impacto político que buscaba y superó el 40% de los votos a nivel nacional. Sin embargo, el resultado no le alcanza para gobernar sin acuerdos: La Libertad Avanza seguirá sin mayoría propia en el Congreso y necesitará aliados para sacar adelante las reformas estructurales que promueve la Casa Blanca.
El peronismo, que retrocedió en número de provincias ganadas, mantuvo su condición de primera minoría en ambas cámaras. En Diputados conservará 98 legisladores y en el Senado retendrá 28 bancas. Aun debilitado, seguirá siendo el bloque más numeroso del Parlamento.
En la Cámara baja, los libertarios alcanzarán 82 escaños a partir de diciembre. El número, aunque representa un crecimiento importante, está lejos de garantizarles el control legislativo. En el Senado, el oficialismo pasará de seis a dieciocho representantes tras imponerse en seis de las ocho provincias que renovaban bancas. Pero ni así logrará el “tercio de hierro” necesario para blindar vetos o frenar leyes impulsadas por la oposición.
El panorama, en definitiva, anticipa un Congreso fragmentado, donde el Ejecutivo deberá negociar cada iniciativa. En ese contexto, los mandatarios de las provincias y los bloques federales volverán a ser árbitros de la gobernabilidad.
Desde el entorno presidencial reconocen que “el respaldo electoral legitima las reformas”, pero admiten que el acompañamiento legislativo sigue siendo insuficiente. En paralelo, Estados Unidos presiona por la aprobación de un paquete de medidas que incluye cambios laborales, previsionales y fiscales.
En la Cámara de Diputados, el oficialismo buscó acercarse al tercio propio para poder sostener vetos y decretos, aunque los números no cierran. De las 64 bancas ganadas, varias corresponden a candidatos del PRO y de la UCR que integraron listas conjuntas. “Le robaron las bancas al PRO y al radicalismo”, advirtieron desde el peronismo, cuestionando el modo en que el oficialismo infló su representación.
Si finalmente el PRO y la UCR arman un interbloque, podrían alcanzar más de 100 diputados y desplazar al justicialismo como primera minoría. Pero ese escenario dependerá de lo que ocurra después del 10 de diciembre. Mientras tanto, el libertarismo deberá negociar para lograr los 129 votos que garantizan quórum y mayoría simple.
El bloque del PRO se reducirá de 35 a 23 diputados. En tanto, los espacios provinciales tendrán un papel determinante. Provincias Unidas —la alianza que reúne a los gobernadores Maximiliano Pullaro, Ignacio Torres, Martín Llaryora, Gustavo Valdés, Carlos Sadir y Claudio Vidal— no consiguió romper la polarización. Salvo en Corrientes, donde ganó por escaso margen, terminó relegada al tercer lugar en la mayoría de los distritos.
A pesar de ese revés, los mandatarios provinciales conservarán una veintena de bancas entre propios y aliados, junto a figuras como Miguel Ángel Pichetto, que aportará doce escaños con su bloque Encuentro Federal.
En el Senado, el triunfo libertario en seis provincias representó una expansión inédita: la fuerza oficialista logró quedarse con las bancas de CABA —donde ingresarán Patricia Bullrich y Agustín Monteverde—, además de imponerse en Salta, Chaco, Entre Ríos, Neuquén y Tierra del Fuego. Lorena Villaverde también ingresará por Río Negro, pese a su polémico antecedente judicial.
Por el justicialismo, Mariano Recalde retuvo su banca en la Ciudad, mientras que Jorge Capitanich se sumará al Senado tras salir segundo en Chaco. En Santiago del Estero, el espacio de Gerardo Zamora consiguió mantener su dominio sin sobresaltos.
Durante la semana previa a los comicios, Santiago Caputo empezó a actuar como puente entre el Gobierno y los mandatarios provinciales. Mantuvo conversaciones con Carlos “Camau” Espínola y Juan Carlos Romero para recomponer vínculos tras meses de tensiones. “No habrá pacto de gobernabilidad”, advirtieron desde Provincias Unidas, y aclararon que “las negociaciones serán tema por tema”.
En esa misma línea, Caputo buscará recomponer el diálogo con el Senado, mientras Patricia Bullrich prepara su desembarco en la Cámara alta con la intención de ordenar al bloque oficialista y disputarle influencia a Victoria Villarruel. La ministra saliente podría incluso apuntar a la presidencia provisional del Senado, un cargo que la colocaría en la línea sucesoria.
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