“La democracia es el sistema político en el cual,
cuando alguien llama a la puerta de calle a las seis de la mañana,
se sabe que es el lechero”
Winston Churchill
La pelea Milei y Villarruel, intermediada por una Patricia Bullrich en evidente estado de… furia, merece mejores escenarios que las redes: el César Palace de Las Vegas o el Madison Square Garden en Nueva York, como mínimo. Con Lilia Lemoine y Sandra Pettovello masajeando al presidente en su rincón, y la ministra de Seguridad en tanga y tacos altos, recorriendo el ring con un cartel que indica cuál es el número de round que sigue.
Sin embargo, el Papadas apenas si se siente confortable en “X”. Y desde allí, junto a ese extravagante grupo de esbirros que tuitea en su nombre, da una pelea siempre desigual -en términos de capacidad de fuego- pero artificial, como todo lo que circula por las redes y lo que proponen los libertarios.
La contienda se inscribe en esa circunstancia que, probablemente, sea la que lleve a Milei a su ruina (y no hablo sólo de política en este caso). Como cualquier armado facistoide que se precie, el del Presidente es endogámico y muy estrecho. Más allá, la periferia: los efebos rollizos con sus valentías mínimas de redes y sus perplejidades adolescentes frente a la vida real. Pero el eje, el epicentro del poder libertario es íntimo, ceñido, casi consanguíneo. Y, naturalmente, entre otras cosas un tanto más materiales, persigue la “pureza de raza”. Bajo ese principio construye Karina, reconocida estratega de rotisería, la “expansión” de La Libertad Avanza que pretende extender al territorio nacional.
Esta táctica le está trayendo a Milei problemas variopintos con los gobernadores, así como le trajo, desde antes de llegar a la primera magistratura, dificultades con la que era su compañera de fórmula. Contrariedades, además, que habitan sólo en la cabeza del Presidente y la Primera Hermana, hasta que el quilombo estalla y provoca explosiones e implosiones varias.

Revanchas estériles
El casalito presidencial le picó el boleto a Vicky cuando todavía no habían asumido la conducción de los destinos de los argentinos. El lanzamiento de un partido propio, sumado a su relación con el Partido Militar y pertenencia a una clase social “distinta” a la de los Milei Bros. le acarrearon la desconfianza de Karina primero y luego la operación cruzada entre “El Jefe” y Sandra Pettovello, a la que no le hacía nada de gracia otra fémina junto a su acompañado terapéutico.
Encima, Villarruel se negó a “regalarles” el Senado y se apalancó en su pequeño reino de Plaza Congreso desde donde fue sobrellevando lo mejor posible las andanadas de desprecio y segregación, al punto de dejarla fuera de las reuniones de Gabinete. Sin embargo, ella mantuvo cierta fidelidad, demostrada largamente en el voto de desempate de la Ley Bases y en las fotos de la parada militar del 9 de Julio de 2024.
Pero, todo tiene un límite. Y esa cosa infantil de Milei de retirarte el saludo cuando se enoja (copiada acaso de la confusa relación con su hermana que, cuando él hace algo que a ella no le gusta, no le dirige la palabra) colmó la paciencia de nuestra negacionista vicepresidenta que, tratada de “traidora” por el Papadas, reaccionó de manera bastante destemplada por los medios que utilizan los libertarios para pelearse, léase, las redes.
El detonante fue el paquete de leyes que se aprobaron el jueves de la semana pasada en el Senado. Milei acusó a Villarruel de “jugar para el kirchnerismo” y la Vice lanzó su primer buscapié: “Si hay equilibrio entonces asistir a los más desprotegidos no debiera ser tan terrible. El tema es que un jubilado no puede esperar y un discapacitado menos. Que ahorre en viajes y en la SIDE y listo”.
Pegó donde duele. Y ella sabe dónde duele. Gracias a una nota firmada por Agustina Bordigoni en Deuda Prometida, “el Estado lleva gastados $ 48.756 millones en pasajes y viáticos en lo que va del año”, rubro que tiene un estimado de $ 161.064 millones para 2025. La SIDE, por su parte, tiene asignados unos 80.000 millones de pesos y el 20% de ese monto son “fondos reservados”, esos que nunca se sabe en qué se utilizan.
Lo que vimos en esta semana es apenas el primer round de una pelea que promete cruces más violentos y sanguinolentos porque, allí donde la ven, “La Generala” Villarruel es, hoy por hoy, el mascarón de proa de la derecha ultramontana de nuestro país que prefiere un rostro femenino para dar la pelea: como en Italia, donde los representa Giorgia Meloni; España, en donde tienen dos mujeres fuertes: Rocío Monasterio por VOX y Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid del PP y como Francia, donde Marine Le Pen ganó la primera vuelta de las legislativas en 2024.
El Partido Militar, la derecha ultranacionalista y confesional, es un poder fuertemente constituido. Y de larga data. Por eso, como sugiere el analista Diego Genoud, si “Milei cree que puede aplastar una biografía como la de Villarruel sin pagar costos. Tal vez, la esté subestimando, a ella y a las fuerzas que pueden girar a su alrededor si todo lo que marcha acorde al plan empieza a fallar”… Es evidente que ese tembladeral ha comenzado.

Están blanditos
Si fuera sólo Vicky… Pero hoy son mayoría los que desafían a los Hermanos Macana. Y a todo lo que los rodea. Los gobernadores no están dispuestos a negociar, al menos por ahora. Guillermo Francos hace caiditas de ojos, pero termina rebotando. Martín Menem le da respiración boca a boca al Papadas, evitando mandarle las leyes que ha prometido vetar (los 10 días hábiles corren recién cuando los textos aprobados son recibidos por el Ejecutivo). Los “héroes” de la Cámara de Diputados se hacen los boludos. Milei va de un ataque de furia a uno de depresión y en el medio llora amargamente, a los gritos, y dice que es “un fracasado”. Y que su padre tenía razón.
Si hasta en el exclusivo mundillo periodístico, ese que venía viviendo gracias a la pauta, comienzan a darse vuelta las cosas. Por ejemplo, nadie se imaginó jamás que Majul iba a pararsele de manos al “Coloso” Sturzenegger (cuando leo el apodo de este depredador del Estado recuerdo que al Dr. Alejandro Armendáriz, el peor gobernador que tuvo la Provincia de Buenos Aires en toda su historia, le decían “El Titán”) con el tema de la creación de empleos. Claro que don Federico más que Coloso es un elefante en un bazar que se atreve a decirle a Luisito que “la pregunta está mal formulada” y explicarle cómo debía haberla realizado.
Incluso entre los que fueron socios ideológicos alguna vez, como Viviana Canosa y Alejandro Fantino, aparece una “grieta” difícil de sortear. En un nuevo programa del canal de streaming “Carnaval”, la señora lo increpó al “Pauta” por su llamado al Toto Caputo y la operación con el fin de atemorizar gobernadores (Viviana fue una de las inventoras primigenias de Milei, y éste probablemente le prometió cosas que no le cumplió… como no le cumplieron tantos otros). De cierre, Fabián Doman terminó acusándolo de tratar de convencer al cordobés Martín Llaryora de acompañar a La Libertad Avanza.
Ni siquiera el famoso pacto de la Provincia de Buenos Aires pueden sostener. “Pucho” Ritondo y Karina miran con desesperación como intendentes del PRO prefieren bajarse de la Alianza amarillo violácea para unir sus fuerzas con otros espacios menos totalitarios en los que no te exijan la conversión al libertarismo apátrida. Y militantes de LLA vuelven a sacar los trapitos al sol de dirigentes relevantes, como el máximo opereitor Sebastián Pareja, al que acusan de vender lugares en las listas, mientras deschavan a un edil salteño que exigía una parte del salario de una trabajadora y le ofrecía una rebaja de la cuota si le daba sexo oral.
Si esto fuese la batalla naval, se podría decir “tocado”. Los pocos expertos en oler sangre que van quedando en la dirigencia política te aseguran, por lo bajo, que Milei está seriamente herido. Y los economistas, incluso los neo-liberales, agregan que la sutura con la que intenta parar la hemorragia es carísima… e inútil: más tempano que tarde, te lleva a la muerte.

Verás que todo es mentira…
Nada de lo que prometió. Nada hizo. Milei es más falso que un billete de 100 dólares color rosa y con la cara de Trump.
Iba a dolarizar la economía, pero apenas si dolarizó las tarifas y algunos bienes de consumo porque “descubrió” que apreciando el peso (y midiendo con una fórmula caduca) podía dibujar una caída de la inflación que sólo se da en las planillas de Excel. Si usted desea zambullirse en el mar del Caribe sin temor, sólo tiene que murmurar permanentemente: “Argentina tuvo 0.6 de inflación en el mes de junio”. Y repetirlo como un mantra. Sólo así estará a salvo, porque eso no se lo tragan ni los tiburones.
Otra cosa que estamos esperando es que dinamite el Banco Central que utiliza para esconder las deudas que tiene, y que se incrementan mes a mes (esta semana salió a comprar pesos a una tasa demencial y con vencimientos cada 15 día… imposible de pagar). Única manera de mostrar ese superávit fiscal que le debe dibujar Nik, el de Gaturro… (por lo mal hecho, digo)
Venía a terminar con la casta y nos enteramos -gracias a una nota que firmara la periodista y escritora Ivy Cángaro allá por el mes de marzo y que ahora “descubren” algunos periodistas de “investigación” de A24-que no sólo tiene a toda la familia Menem en el gobierno, sino que, además, la financia con “millonarios contratos con organismos del Estado y empresas pantalla que ganan licitaciones”, como se titula el artículo que revela un entramado político-mafioso del tripo de los que Milei denunciaba durante su campaña y prometía “aniquilar”, además de hacerlo pagar el ajuste.
Un ajuste que están oblando los jubilados, los maestros, los enfermos de cáncer, los discapacitados, los universitarios, usted, yo…Y también, entre tantos “pagadores”, los residentes y los médicos del Garrahan. Los mismos que produjeron una masiva marcha de protesta el jueves por la tarde y llenaron las calles y las diagonales de los alrededores de la Plaza de Mayo donde concentraron para escuchar la lectura de un documento que reclamó un nuevo paro colectivo a la CGT.
Mintió en todo. Y sigue mintiendo. No se sabe demasiado bien para qué. Como si llegar a las elecciones del próximo octubre y conseguir un resultado decoroso (porque arrasar no va a arrasar) fuese un triunfo para el Gobierno. Para eso representan una obra de teatro cuyos actos se van escribiendo en el momento, estirando un final inevitable: el del dólar disparándose (se estiman pérdidas de 5.000 millones de divisas por mes para sostener la fantasía), la inflación estallando y todo yéndose al mismísimo cuerno.
Bueno sería recordarles a los libertarios que los comicios de medio término no son óbice de nada. Que Fernando De la Rúa llegó a los de 2001 con deflación. Que a pesar de eso perdió contra el Justicialismo. Y que un mes después tenía que disponer el “corralito” que encendió la protesta y terminó llevándoselo en helicóptero el 20 de diciembre. Dos meses después de ese acto eleccionario al que llegó sin resto.

La dirigencial cool
Preocupados por los jingles, los slogans, los spots de campaña; críticos de la nomenclatura elegida para tal o cual alianza; deslumbrados por los números de una batería de encuestas que no deja de sumar consultoras a la grilla… ¿Y si hicieran política? La pregunta podría sonar a perogrullada si la dirigencia no estuviese tan preocupada por el packaging y tan desatenta al contenido; tan confiada en el marketing y tan olvidada de la militancia.
La bocanada de patria que trajo la votación del Senado la pasada semana, cuando le “clavó” cinco leyes al hilo a un Gobierno de tipo despótico que amenazaba con vetos y venganzas a los díscolos legisladores y los tachaba de “golpistas”, parece no haber sido tomada en cuenta por la clase política. Muchos creen (varios gobernadores y sus espadas parlamentarias) que luego de haberle mojado la oreja al Papadas, es hora de negociar… la propia, of course.
No la ven. Pero no la que ve Milei. No ven la que ve la sociedad y que podría salvarles la vida. En tiempos de elecciones de medio término, cuando se redefinen los bloques, no hay mejor campaña (ni antídoto contra tanto desvarío autocrático) que mostrarle a Pueblo para qué sirve votar. Y cómo elegir, por ejemplo, a un diputado decidido a mantener la voluntad popular que lo llevó a esa banca y no a uno que pueda venderle su voto al poder, traicionando a sus electores.
No es tan difícil. Tampoco debería resultar tan raro. Y no se trata de alcahuetear a nadie, aunque no haya libertario que, en el fondo, no sea botón. Hay que explicar. Y exhibir las agachadas. Y demostrar el daño que esas subordinaciones le provocan a los hombres y las mujeres que confiaron en ellos. Y…
Es verdad que siempre ha habido representantes lábiles al poder y al dinero, que mercaban su voto (uso el término mercar en la absoluta amplitud de su significante y de su significado) y transaban con el “mejor postor” pero reconozcamos que no eran un número importante; que no ocurría todo el tiempo y que, además, se guardaban ciertas formas.
Fuertes sospechas de cohecho hicieron que Carlos Álvarez renunciara a la vicepresidencia de la Nación. Hoy coimean a senadores y diputados a cielo abierto. Es más, se ufanan de ello y, entonces, los índices de asistencia a las urnas decaen de una manera escandalosa: del 85.61% que votó en 1983 al 65% que se estima votarán el próximo octubre hay más de 20 puntos de ciudadanos que no lo harían: según el último “Domingo de Datos” de Zuban & Córdoba, más de un 45% del electorado cree que con su sufragio “no modifica nada”.
Algunos dirigentes light proponen como solución a esta debacle recortar comicios, que los ciudadanos voten menos. “Efectivamente, todo lo contrario”, hubiese sintetizado el gran Saúl Ubaldini, y detrás de él, hubiera aparecido Roberto Galán diciendo: “Hay que votarse más”. Porque se trata de no hacerle ninguna graciosa concesión al Mercado y a la antipolítica que sostienen que “la gente se aburre de votar… se cansa de acudir a las urnas… es muy caro”, e intentar mejorar esta democracia tullida, disfuminada, que tiene al pueblo tan insatisfecho.
Ariel Vercelli, doctor en Ciencias Sociales y Humanas, magíster en Ciencia Política y Sociología con postgrado de Derecho de Internet por Harvard sostiene que “si la persona no puede definir en elecciones internas al candidato que quiere votar, obviamente nunca va a conocer a ese candidato”.
“Porque lo que se vota nos queda lejos. Y es ahí donde somos manipulables. Entonces se debe replantear el sistema en función de la materialidad de lo que me afecta todos los días. ¿Qué me afecta todos los días? La educación pública. Votando contribuimos comunitariamente a sostener ese esquema. Es allí, en temas como la salud o la educación, donde vas a encontrar millones de manos que quieren levantarse y colaborar -explica Vercelli, y redondea- La gente no va a votar porque el descreimiento sobre este sistema de representación política es muy alto, y tiene algo de razón”.
“Lo que más importa somos nosotros mismos. El único buffer real que la Argentina tiene, es su pueblo”, sintetiza con lenguaje tecnológico que hace a su preocupación recurrente: la incidencia de la tecnología, de los entornos digitales, del estractivismo de datos en la violación y la manipulación del sagrado “voto secreto de la democracia”.
El pueblo como área de almacenamiento de sus propios datos de urgencias y necesidades y el voto como herramienta imprescindible para expresarlos. Votar más. Votar hasta que duela. Votarse encima, si fuese necesario. Pero reconstruir el valor de esa institución central de las democracias que es el sufragio universal y secreto. Mucho más teniendo en cuenta cuántos lucharon, y dejaron la vida hace menos de cincuenta años para que hoy podamos ejercer el sagrado derecho de votar.
Por Carlos Caramello.-
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