En medio de una crisis de salud mental que atraviesa la Ciudad de Buenos Aires, los dispositivos de inclusión para adolescentes con trastornos mentales severos podrían cerrar sus puertas el 30 de septiembre. Los programas funcionan desde hace más de 30 años en edificios alquilados por el Gobierno de la Ciudad.
El inmueble ubicado en Aranguren 3837, en el barrio de Flores, alberga actualmente a 30 jóvenes de entre 15 y 21 años que atraviesan situaciones de vulnerabilidad socioeconómica. La Dirección General de Salud Mental de la Ciudad de Buenos Aires alquila el lugar desde 2012, pero el contrato venció en junio de este año y no fue renovado.
«Hay adolescentes que tienen diagnóstico de trastorno mental severo y otros que además están en situación de vulnerabilidad psicosocial y que viven en barrios populares de la ciudad. Estos dispositivos tienen un convenio con «Reconstruyendo Lazos«, que es un programa que se dedica a trabajar con adolescentes; muchos están en hogares para hacer pasantías laborales y de capacitación laboral», contó a Tiempo Julieta Briglia, secretaria gremial de la Asociación de Terapistas Ocupacionales de CABA.
El problema se suma a otras falencias históricas: los dispositivos carecen de un edificio propio, el espacio actual tiene problemas eléctricos y el programa de comunicación digital no dispone de computadoras adecuadas. Además, los tres emprendimientos de inclusión —gastronomía, comunicación y diseño digital, y un vivero de plantas nativas— requieren instalaciones específicas que no siempre pueden garantizarse en lugares transitorios.
«No es sencillo que puedan funcionar los tres juntos, sobre todo por ejemplo para el de plantas nativas se requiere de un espacio al aire libre. El otro emprendimiento es de gastronomía que requiere de infraestructura. Actualmente, están hace un año sin gas y tuvieron que invertir en un horno eléctrico», precisó Briglia.
Según la Asociación de Terapistas Ocupacionales de CABA, estos emprendimientos sociales cumplen un rol clave en la integración socio-laboral de los jóvenes, trabajando con familias y comunidades, y fortaleciendo la red de cuidados progresivos de salud mental.
«Los emprendimientos sociales sostienen redes territoriales que permiten una circulación social y puesta en prácticas de habilidades laborales en la comunidad. Además, se realiza un trabajo continuo con las familias y las instituciones donde viven y transitan los adolescentes. Este tipo de dispositivos comunitarios contribuye al sostén de la red de cuidados progresivos de Salud Mental», remarcan desde la asociación.
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