Los idus de octubre

Foto: Carlos Brigo.

Foto: Carlos Brigo.

“¿Sabrán, por fin, que lo que temen
es que la Patria exista?
Jorge Dorio

Si se animaran a asomarse a las profundidades de la historia clínica de nuestro país descubrirían que, inevitablemente, los procesos de ajuste brutal como el que están llevando, sin el placebo de dólares frescos y en nombre de quien sabe qué cura, terminan matando antes al médico que al paciente. Claro, Javier Milei no sabe nada de medicina (su nuevo secretario de Salud tampoco), ni de historia, ni de política… ni tan siquiera de economía (no sabe sumar). Tiene la mirada tan corta que difícilmente pueda entrever el fondo del abismo.

El despeñadero está ahí. En esas variables sociales que han atravesado el piso de la desesperación. En un clima social que no entiende que, gracias al blanqueo, las grandes empresas puedan salir al exterior a financiarse a tasas razonables mientras los hombres y las mujeres de a pie pagan tasas extorsivas por el financiamiento de sus tarjetas de crédito. Financiamiento que, por otra parte, usan para comer.

La pendiente es tan inclinada y la rodada ha sido tan violenta que la sociedad manifiesta síntomas claros de desaliento. Y lo hace saber. Sólo un sector chiquito se tira pedos de colores y festeja el verano financiero que no se compadece con esta primavera fría, de días nublados y tristes, donde nada florece salvo los mercados, que operan como si el pueblo no existiera; como si los mensajes de las marchas, las protestas, las tomas de universidades y las reacciones frente a la provocación no representaran un mensaje.

Como si fuera poco, la política defecciona. Los representantes del pueblo se venden baratito, a cielo abierto. Votan un día una cosa, hacen declaraciones altisonantes al respecto y, una semana más tarde, cambian su voto con una naturalidad propia quienes saben que ya se han ganado el noveno círculo del infierno. La dirigencia opositora más dura (el peronismo/kirchnerismo/kicillofismo) danza una pavana de marchas y contramarchas, reverencias y ademanes a la que el pueblo no se siente invitado y una ola de rumores y operaciones de centro derecha parece querer adueñarse del espacio de la oposición posible. La salida del pozo, proponen, será por el medio, lo que asegura que muchos de los derechos conculcados durante la gestión libertaria, no se recuperarán… al menos por un largo tiempo.

Elogio de la traición

Foto: Carlos Brigo.

Amo la traición… pero odio al traidor”. La frase se le atribuye a Julio César, aunque bien podría ser la tarjeta de presentación de Javier Milei, que va más allá y manifiesta animadversión a cualquiera que lo contradiga: 69 funcionarios de primer nivel echados del Gobierno en los primeros diez meses son la prueba flagrante de esto. Sin embargo, sostiene su endeble poder aprovechándose de las “debilidades” de legisladores de todos los bloques.

La confirmación de su veto a la ley de financiamiento universitario llegó, otra vez, de manos de diputados lábiles, deshonestos, cínicos. Construyeron campañas presentándose como productos de la educación pública. Votaron positivamente la ley. Y que se comprometieron a rechazarlo. Tal es el caso del misionero Alberto Arrúa, quien finalmente se abstuvo, como el resto de sus coterráneos.

Pasa que, en esta Argentina fragmentada e individualista, la palabra no tiene valor, tiene precio. Y el Gobierno parece haber encontrado un nicho para comprar voluntades particulares que, al parecer, resultan bastante más baratas que si se intentaran acuerdos políticos.

Si a estos le sumamos gobernadores que andan al salto por un bizcocho o poderes provinciales como el de Carlos Rovira en Misiones, que tiene potestad sobre todos los dirigentes, sin importar cuál sea su sello partidario al que finjan pertenecer, entonces comprenderemos el verdadero por qué de que un mercachifle de la política como Milei, que se ha rodeado de carteristas y malandrines como los Caputo, el Toto y Santiaguito (suenan a dúo de payasos), pueda obtener estas victorias pírricas que, seguramente, le sirvan para prolongar la sonrisa de los mercados pero que, más temprano que tarde, desencadenarán una violencia inaudita en nuestra patria.

Relato, no datos

Foto: Carlos Brigo.

El mercado opera como si Argentina fuese Suiza y se aferra a señales más inestables que nombramiento en el gabinete de Milei. Agarrados a algún dato de fortaleza relativa, los bonos crecen, el dólar blue cae, el riesgo país baja a sus niveles mínimos en 10 meses y los dólares necesarios… no aparecen. Todas son promesas al viento. Juego de tahúres. Artilugios de comunicación cuyos trucos, en muchos casos, ya han sido develados.

La verdad es que 3,5 puntos de inflación para setiembre con más desempleo (aproximadamente 200.000 puestos de trabajo perdidos a agosto de este año); una caída del 22% en la inversión; el consumo con 6% menos y una pérdida estimada de 4 puntos del PBI para este año, no parece que haya demasiado para festejar porque, más allá del numerito por el que Milei y Caputo destapan champagne, la inflación acumulada interanual es del 152,9%.

Será por eso que la encuesta de Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires relevó que el 65% de los consultados desaprueban la gestión de Milei. El mes anterior, el porcentaje era de 50% lo que significa que en apenas un mes el Gobierno ha acumulado 15 puntos de caída.

El ‘antimileísmo’ emerge como la principal identidad política en el país. Es el nuevo eje ordenador: casi todos en contra de Milei, tanto por su estilo como por sus decisiones” sintetiza Alfredo Serrano Mancilla, español que se especializa en economía pública y desarrollo y es el actual director ejecutivo del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG).​ El mismo Serrano Mansilla explicó en su cuenta de “X” que “Desacelerar no es lo mismo que bajar: 3,5 de inflación en un mes es exageradamente malo luego de haber subido (los precios) hasta una cima inalcanzable para la gran mayoría de la sociedad argentina”.

Desataron las Furias

Solía decirse en los 70 que “la violencia sólo engendra violencia hasta que uno de los violentos cae”. Algo de eso parece haberle sucedido a soldaditos y jefes de La Libertad Avanza en una semana en donde fueron repudiados, insultados, desafiados y hasta agredidos físicamente. Desde el presidente, al que le gritaron “traidor a la Patria” mientras recordaban a doña Alicia Luján Lucich, hasta un joven youtuber, mileísta de la primera hora que el miércoles pasado tuvo que correr (no digo que “en culo”, pero más o menos) para evitar la furia que había provocado (porque fue a provocar), pasando por diputados traidores que fueron esperados por estudiantes en los aeropuertos de sus provincia y hasta el mismísimo presidente de la Cámara baja, Martín Menem, que fue agredido en Río Gallegos. Le tiraron tantos huevos que puede hace tortillas hasta diciembre.

Sin embargo, hay que reconocerles algo: no se amedrentan. Manuel Adorni, alias “El Mudo” porque nunca contesta lo que le preguntan, deslizó que la toma de las universidades es “un delito” y avisó que estaban evaluando la posibilidad de “desocuparlas”. No hay lugar a dudas de que quieren sangre por las calles: sólo para mostrarle al mercado que ellos pueden bancarse algunos muertos y seguir ajustando. Ya lo dijo Mauricio Macri en setiembre de 2022: “El liderazgo se tiene que bancar gente en la calle y muertos”.

Queda claro: tal y como lo expresó en la sesión del miércoles el diputado Alejandro Finocchiaro, ex ministro de Educación del PRO, no se trataba del tema del financiamiento universitario, se les hablaba “a los mercados internacionales, a los inversores y a las consultoras de riesgo”. Milei está desnudo. Y Macri también.

No sería, precisamente, lo que opinan los estudiantes que toman las universidades. Ni lo que analizan los diputados de la derecha que, tras apoyar el veto del Gobierno, ahora temen regresar a sus provincias (ahí anda Cristian Ritondo tratando de darles contención y ánimo). Han abierto la caja de pandora y por la boca de esa mítica tinaja empezaron a escapar todo el odio y la furia que, en realidad, ellos han sembrado.

Insisto, quieren un muerto. O más. Lo piden todo el tiempo, pero le echan la culpa al kirchnerismo. Creen que se pueden bancar la violencia que desatan, aunque después corran y necesiten de policías y servicios para que los defiendan y anden llorando en radios y canales de TV una inocencia que nadie les cree. Juegan con fuego entendiendo que son ignífugos… pero está visto que no. La apuesta, entonces, es muy muy peligrosa. Y tienen muchísimas posibilidades de que les salga horrible.

Los unos y los otros

Foto: Carlos Brigo.

Defecciona. La política con mayúsculas defecciona. No los corruptitos de ocasión, los traficantes de votos. No. ¿Qué destino podrían tener legisladores que se tienen que grabar el discurso y luego pasarlo por su celular vía un audífono para poder repetirlo y que, al mover el celular, pierden el link y ya no saben cómo seguir… apenas si pueden mover la mandíbula? ¿Qué podría llegar a pasar con los amanuenses que gozan de ese poder vicario de prestado y, al día siguiente de la votación, se dan una vuelta por la Rosada para que otro cuatro de copas como es Guillermo Francos les entregue “la de ellos”? ¿Qué puede interesar Florencio Randazzo, sacándose fotos mientras firma su desafiliación al PJ Nacional? No existen. Duran. Cristalizados como el iceberg que hundió al Titanic. Son sólo parte de un mal momento de Argentina. No los recordarán ni los textos libertarios.

Digo de otros. De los de verdad. De los que juegan en la timba a la que ha sido convidado Javier porque, cada vez que el neoliberalismo hace cagadas, necesita un chivo expiatorio. Y cuanto más grande será la tropelía, mayor será la condena que le toque pagar. Es más, tanta violencia sólo augura un escarmiento salvaje.

Digo de un Macri incomprensible, comiendo milanesas con ese mersa de Villa Devoto que jugaba de arquero, mientras su caudal electoral se va desinflando por falta de confianza: un poco hacia el lado de Milei, otro de regreso a Rodríguez Larreta. ¿Cuál es el negocio brillante que le ofrece el libertario a un tipo como el Calabrés, que tiene la mesa tendida para comérselo de tentempié? ¿Para qué lo necesita, si la tiene a Victoria Villarruel de oferta, esperando que un Blanco Villegas de verdad le haga un guiño? No se entiende. Y no se puede creer. Que le brinde semejantes apoyos para después mandar mensajes de que quiere distanciarse. Parece un galán engañado de una telenovela mexicana.

Pregunto por Martín Lousteau, derrotado en una interna innecesaria con Maximiliano Abad en la Provincia de Buenos Aires, cuando la historia indica que quien maneja la Junta Electoral jamás pierde. Por Massa, apurándose a cantar “Hay equipo” porque percibe que otra vez el peronismo se pelea y teme que, de verdad, se reproduzcan, como los gatos.

Y por Miguel Ángel Pichetto, un tiempista al que se le pasó el cuarto de hora para ese brillante discurso de esta semana en el que definió al gobierno como “un barco sin luces, un tren que no llega a ninguna estación, una sociedad anónima de destrucción masiva de lo poco que nos queda de un cierto nivel de bienestar del Estado argentino. Una empresa de demolición”. Tarde. Ese era el dirigente de toda la cancha que se necesitaba hace un mes y medio atrás, cuando perdía el tiempo coqueteando con un golpe parlamentario para asumir como presidente a través de la asamblea legislativa y no ahora cuando se piensa candidato para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Un grito de corazón

Foto: Carlos Brigo.

Con “El Javo” barranca abajo, en la peor semana de los 10 meses del gobierno libertario, Cristina Kirchner creyó que era oportuno ordenar un operativo clamor por su regreso, como para que todos los que veían a Milei equivocarse una y otra vez, miraran para otro lado. Un clamor que no resultó todo lo clamoroso que se esperaba y por eso la carta, aceptando un “desafío” que, acaso, no sea el de los tiempos. Oportunidad, mérito y conveniencia, formulan los abogados que dictaminan sobre la pertinencia de las leyes. “La conducción debe dedicarse a la estrategia y permitir que la táctica la ejerzan los dirigentes territoriales”, explicaba, palabras más, palabras menos, Juan Perón que de esto sabía largo.

Una pelea de tenedores de saco que, difícilmente, termine bien. Un negocio de azuzadores que apenas si refleja miserias personales. El tiempo que queda para lograr lo que Cristina pretende es escaso y, hasta ahora, la única señal es que el gobernador Ricardo Quintela no se baja de su cometido de presentar lista para competir. Aunque, podría no ser la primera vez que un apoderado anula la pretensión de internas partidarias por un quítame esas pajas, como pasó cuando Alberto Rodríguez Sáa pretendió rivalizar con Alberto Fernández y la magia leguleya le entregó el partido a un tipo que ni siquiera era peronista: un pony de Troya.

¿Alea Jacta Est? Para nada, compañero. No hay ninguna suerte echada aún: “Dios no juega a los dados”, explicó Albert Einstein (el hermano bueno de Frank… bah, chiste malo y viejo). Pero en política, la perinola nos puede deparar cualquier cosa. Porque, como decía el genial “Mordisquito” (inolvidable personaje de Enrique Santos Discépolo) “Yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón. Los trajo esta lucha salvaje de gobernar creando miseria, los trajo la ausencia total de leyes sociales que estuvieran en consonancia con la época. Los trajo tu tremendo desprecio por las clases pobres”…

Hay olor a octubre en el aire. El mismo octubre de la Batalla de Cepeda cuando, por una vez, no ganaron los porteños. El octubre de la toma del Palacio de Invierno, de los juicios de Núremberg y de la esperanzadora Ley de Medios que siempre será el rumbo de nuestra utopía. Y sobre todo el perfume a transpiración y multitud de aquel 17 de octubre de 1945 en el que muchos apostaban que no se podía y, sin embargo, el pueblo, dio un grito de corazón. Puede que octubre sea el mes de los milagros. Hay calle. Hay jóvenes y viejos. Hay resistencia… Y los tipos insisten con seguir sacando chispas.

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