Durante el Congreso Internacional de Comunicación Política en la UCA, José Luis Espert rememoró un tuit de 2012 y calificó a Florencia Kirchner como “la hija de una gran puta”. La frase se repitió en voz alta y desató una movilización inmediata del público: abucheos, gritos de “Tomátela, gorila” y pedidos de retiro. Varios asistentes le exigieron respeto e incluso lo obligaron a retirarse escoltado por el personal de seguridad.
El insulto generó la rápida intervención de la universidad. La UCA emitió un comunicado legítimo, firmado por su Dirección de Relaciones Institucionales, en el que repudió las expresiones “agraviantes” de Espert y llamó a una reflexión en línea con el discurso del arzobispo Cuerva, quien había señalado la decadencia de valores como la tolerancia y la fraternidad.
El senador y exgobernador Sergio Uñac calificó los dichos de Espert como “una cultura de odio, machismo y degradación hacia las mujeres” y exigió que las expresiones sean condenadas “sin relativizarlas ni minimizarlas”.
Espert no se retractó. Aseguró que “solo unas pocas me putearon” y que “no sabía que esto estaba politizado”, argumentando que simplemente había leído lo que había “escrito” y afirmó que ya había cerrado su exposición ante unas mil personas.
El episodio aviva el debate sobre el odio en los discurso político ¿Puede justificarse la agresión verbal contra una figura pública, aún si es hija de una expresidenta? En la UCA, muchos respondieron con un claro «no», transformando la agresión en un llamado al respeto como base de la convivencia política y universitaria.
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