Las principales consultoras privadas marcan que la inflación retomó la senda ascendente en septiembre, luego de dos meses en torno al 1,9%. Según los cálculos de FIEL, C&T, Analytica, LCG y Eco Go, el índice osciló entre 1,8% y 2,3%, lo que vuelve a ubicar al IPC arriba del 2% por primera vez desde abril.
El repunte llega en un momento clave: el Indec publicará la cifra oficial el 14 de octubre, último dato antes de las elecciones. En ese marco, un registro cercano al 2,5% reforzaría la percepción de que la inestabilidad cambiaria que arrancó en julio ya impacta en los bolsillos.
De acuerdo a Eco Go, los alimentos treparon 2,9% en septiembre, convertidos otra vez en el rubro más sensible al dólar. También aumentaron con fuerza «transporte y comunicación» (2,3%) y «vivienda» (2%). En contraste, «esparcimiento» (0,8%) y «equipamiento del hogar» (0,7%) tuvieron subas menores.
La volatilidad cambiaria explica buena parte de la aceleración. El dólar mayorista saltó casi 6% tras las elecciones en Buenos Aires y volvió a escalar otro 4% a mediados de mes, lo que obligó al Banco Central a intervenir para que la divisa no rompiera el techo de la banda cambiaria de $1.475. En apenas tres jornadas, la entidad quemó más de u$s1.100 millones de reservas.
El traslado a precios fue más visible en la tercera semana del mes, cuando LCG detectó un alza del 1,6% en alimentos, la mayor desde principios de agosto. La semana siguiente agregó otro 0,9%. Sin embargo, el impacto no fue mayor por el freno en el consumo, que se mantiene en niveles históricamente bajos y limita la capacidad de las empresas para remarcar.
A eso se sumó la política oficial: el BCRA mantuvo encajes bancarios elevados, vendió reservas y, pese a la presión, consiguió reducir la tasa de interés. Ese “combo” de intervención estatal y recesión moderó la escalada, aunque no pudo evitar que la inflación se acerque nuevamente al 2,5%.
Según el último relevamiento del propio Banco Central, la actividad económica cayó 0,3% en el tercer trimestre y ya encadena medio año en terreno negativo. El deterioro del PBI y el retroceso del consumo dejan en claro que la inflación no se enfría por estabilidad, sino por recesión.
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