Por Gonzalo Sanz Cerbino y Ianina Harari*
En los últimos días la ciencia argentina fue noticia por dos motivos muy diferentes. Por un lado, la transmisión por streaming de la expedición al cañón submarino de Mar del Plata obtuvo el Martín Fierro de Oro. Por otro lado, también fue noticia la decisión del gobierno de dar de baja definitivamente al principal instrumento para la financiación de investigaciones en la Argentina, los Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICT) que otorgaba la Agencia para la Promoción de la Investigación, el Desarrollo y la Innovación.
La primera noticia da cuenta del respaldo popular con el que cuenta la actividad científica en la Argentina, a pesar de las campañas del gobierno. Por empezar, por el propio fenómeno del streaming, independientemente del premio recibido. Durante semanas, miles de argentinos siguieron largas horas de transmisión de una expedición que, como toda la investigación científica, implica largas horas de trabajo gris para que, cada tanto, aparezca una “estrellita culona” o una “batatita”. La estrella se convirtió en un símbolo que nos cruzamos cotidianamente: remeras, bolsas, llaveros, peluches. Si eso fue viral es porque miles de argentinos reconocen y valoran el trabajo de los científicos en el país, algo que se refleja en las encuestas. Este reconocimiento se observó en la propia transmisión del Martín Fierro, donde todos los presentes (excepto el periodista libertario Esteban Trebuq) festejaron el premio como un gol de la selección, cantando en apoyo al CONICET.
Pero esa es una cara de la ciencia argentina, la otra es la que se desprende de la política oficial. Pocos días antes del Martín Fierro, el gobierno anunció la eliminación de los PICT, que financiaban la formación de equipos de investigación como el que protagonizó la expedición a Mar del Plata. Esta línea de financiamiento fue reemplazada por otra mucho más acotada, los AIC (Apoyo a la Investigación Científica), que solo financian desarrollos en ciencia aplicada, a proyectos que cuenten con un socio demandante en el sector privado, en áreas muy restringidas que le interesan a este gobierno: agroindustria, minería, energía y salud. Es decir, un subsidio para empresas. Se deja de financiar la ciencia básica: aquello que hacían los ganadores del Martín Fierro. Se deja de financiar la formación de nuevos equipos de investigación, porque solo se llega a desarrollos “comercializables” tras muchísimos años de trabajo. Se deja de financiar las ciencias sociales y cualquier línea de investigación que escape a aquello que es útil al modelo de país libertario. Un país que profundiza su especialización como exportador de bienes primarios, que solo puede dar un trabajo formal y bien pago a una minoría de su población, mientras las grandes mayorías sobreviven a duras penas de múltiples trabajos mal pagos. Belindia.
Con esta política, no podríamos tener, por ejemplo, dos nuevos tratamientos contra el cáncer desarrollados por equipos del CONICET y el Instituto Leloir, que también fueron noticia recientemente. El primero, un tratamiento contra el cáncer de colon en base a adenovirus modificado; el segundo, una vacuna terapéutica para el melanoma, con una efectividad superior a los tratamientos convencionales que ya se está aplicando. Ambos desarrollos fueron posibles tras investigaciones que llevaron 20 y 30 años, financiados con subsidios como los extintos PICT. Expediciones como la del cañón submarino de Mar del Plata, la ciencia básica, son las que permiten que tiempo después pueda existir ciencia aplicada. En el campo de la biología marina las investigaciones de Tamara Rubilar en CONICET sobre los erizos de mar, le permitieron años después desarrollar en base a ellos suplementos nutricionales con alto contenido en antioxidantes, que sirven para el tratamiento de enfermedades autoinmunes. Hoy esos suplementos se comercializan a través de una empresa de base tecnológica. Pero extrapolando lo que dijo la diputada Lilia Lemoine sobre el streaming, seguramente los libertarios se hubieran preguntado hace dos
décadas para qué queremos que el CONICET financie investigaciones sobre erizos de mar. Sin este financiamiento no existirían tampoco los equipos que realizan mediciones alternativas de la pobreza, con las que se puede poner en duda que Milei haya sacado a 6 millones de argentinos de la miseria. Equipos que, desde las ciencias sociales, nos permiten tener un mejor diagnóstico de los problemas que atraviesan nuestra sociedad, algo fundamental si queremos resolverlos. El propio Mieli reconoce implícitamente el valor de las ciencias sociales en CONICET cuando plagia en sus libros textos de investigadores del organismo.
Lamentablemente, el fin de los PICT no es un rayo en un cielo sereno. Desde hace dos años los ataques a la actividad científica por parte de Milei no cesan. Los salarios en CONICET han perdido casi el 40% de su poder adquisitivo. Las renuncias se multiplican porque más de la mitad de su personal ha quedado debajo de la línea de pobreza. Se han recortado becas e ingresos a las carreras de investigador científico y personal de apoyo. El personal administrativo se debate hoy nuevamente ante la incertidumbre de si se renovarán sus contratos, mientras el gobierno desliza a la prensa que tendremos nuevos despidos antes de fin de año. La Ley de Presupuesto recientemente aprobada en comisión sanciona un nuevo recorte al presupuesto científico, y deroga la Ley de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, que garantizaba un incremento presupuestario para el sector, junto con las leyes de financiamiento universitario, salud y discapacidad. Por todo esto, CONICET perdió 2.000 trabajadores en dos años.
La ciencia agoniza pero si aún no murió es por la pelea que estamos dando los trabajadores en cada organismos. En CONICET venimos de una jornada nacional de lucha hace apenas 10 días, movilizamos con las centrales sindicales contra la reforma laboral y por la recomposición de los salarios estatales el 18, y volveremos a movilizarnos cuantas veces haga falta al Polo Científico. Pero no podemos dar esta batalla solos. Necesitamos que cada uno de los que se maravilló con el streaming, que cada persona que valora la actividad científica, que todo el que esté en contra de la destrucción de CONICET, del INTA, el INTI o la CNEA, nos acompañe.
* Por Gonzalo Sanz Cerbino y Ianina Harari (investigadores de CONICET, integrantes de la Junta Interna de ATE CONICET Capital Federal y militantes de Vía Socialista).
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