No le importa rebajarse. Es más, es capaz de someterse alegremente a niveles de humillación inéditos en un presidente argentino. Y, de esta manera, también exponer al país entero a su menoscabo. Pero, insisto: no le importa. No le interesa si Donald Trump lo trata como si fuese un clown contratado para bailar y hacer gracias mientras las personas importantes del salón hacen negocios. Por el contrario: le encanta serel centro, aunque no sea más que unentretenimiento.
No le preocupa que Lula Da Silva le muestre un profundo desprecio cuando lo recibe a él y a su arrugada hermana (los inconvenientes del lino, ¿vió?) en el inicio de la reunión del G20. Ni lo complica contradecir todo lo que oportunamente afirmó en campaña respecto del presidente de la República Federativa de Brasil o del premier chino, a cuyos pies fue a arrojarse en los primeros días de la semana.
Es un papelón caminando. La quintaesencia de la vergüenza ajena. El nunca bien ponderado “absurdo patrón”, a partir del cual se mide la dimensión de todo lo grotesco. Desalineado. Brutal. Fútil. Vulgar. Ignorante. Mentiroso. Reiterativo… ¡Aburrido! Tanto que ya no dan ganas de escribir sobre él porque semana tras semana reitera su discursiva incoherente, sus falsedades económicas e ideológicas, sus obsesiones malsanas pero ahhhh, eso sí: pretende que se lo trate como un estadista. Y si no, se enoja.
Si. Se enoja. Patalea. Hace berrinches. Insulta. Hoy a los diputados. Mañana a los periodistas. Pasado a su Vicepresidenta… y así. Claro, se va de boca y después, tiene que recoger el hilo porque el barrilete colea y es entonces cuando termina poniéndose más en ridículo aún, para regocijo de sus mandantes y desesperación de buena parte del resto de la sociedad.
Porque ese es el tipoque nos gobierna. El mismo que, con la economía argentina en el suelo, se dio el lujo de rechazar el ingreso a los BRICS y ahora se arrastra para que los miembros más relevantes de ese foro de cooperación de países emergentes le presten atención… y algo de dinero, si fuera el caso.
Ese tipo que dice que se acabó la recesión en un país donde las ventas en los supermercados cayeron un 20% en octubre y el consumo de carne se derrumbó a los niveles de 1996, cuando la Argentina tenía 15 millones de habitantes menos que hoy.
Precisamente ese, Javier Milei, es la persona elegida para conducir los destinos de nuestro país. Y contra lo que ha sostenido Cristina Kirchner, no creo que la mayoría de su electorado de buena fe se ande arrepintiendo de su voto. Pareciera que hay una Argentina invisible a los ojos de la dirigencia tradicional, dispuesta a sacrificios mayores sólo para ejercer una purga ejemplar sobre los que traicionaron todas sus expectativas y sus esperanzas. Y que, bien mirados, las siguen traicionando.
Geopolítica de rodillas
Fue la semana de los arrepentimientos. Con una dieta básica de malos tragos de cócteles de cicuta. Primero Emmanuel Macron que cenó con Milei para advertirle de entrada que su país no iba a firmar el tratado Mercosur – UE y luego les rindió homenaje a las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, desaparecidas por la Dictadura y, con ese acto, aprovechó para reunirse con los organismos de derechos humanos, esos que el libertario detesta.
Luego su arribo a Brasil y esa recepción onda freezer que le propinó un tipo tan cálido como es Lula (y no era para menos: todo indicaba que Milei iba a pudrirla). Sus reuniones unilaterales con líderes a los que había menoscabado y ante quienes tuvo que hincarse (como Xi Jinping y el primer ministro indio, Narendra Modi) para apenas conseguir promesas de cortesía y, su brevísimo cruce con Kristalina Giorgieva, que volvió a felicitar a la Argentina por sus “impresionantes progresos” pero, de las efectividades conducentes, ni noticia.
También un fuerte cruce con el presidente colombiano por el tema de las tecnologías y el sentido que la humanidad debe darle a las mismas, discusión que, según el propio Gustavo Petro, fue invisibilizada por la delegación argentina. “Hubo allí algo que no les gustó”, comentó Petro que aclaró que el material estaba en manos de los acompañantes de Milei quienes, al parecer, lo habían “escondido”.
A la hora de los discursos, Milei sacó a relucir su verba inflamada: “A casi 70 años de haberse inaugurado este sistema de cooperación internacional es hora de reconocer que este modelo está en crisis”, dijo en tono de pocos amigos. Sin embargo, a la hora de los bifes (léase del documento final del G20), firmó con el resto de los mandatarios de la Cumbre sin adendas especiales para la Argentina. Eso sí: no participó de la foto… pero se supone que porque le prohibieron que utilizara filtros para subirla a sus redes. También se permitió establecer “líneas rojas” (discrepancias) pero explicó que “pesar de ello, Argentina no se disocia del G20”, o sea: arrugueti.
De regreso a nuestro país, la visita de Giorgia Meloni, lo que debería haber resultado una buena oportunidad para restañar, al menos en algo, las heridas de una política exterior errática, por no decir desquiciada. Pero no: Milei tenía que cagarla. A los buenos oficios de la italiana, las coincidencias ideológicas y la afabilidad, el libertario tenía que arruinarla regalándole un pequeño muñeco de su persona con una motosierra en la mano. No un poncho, o un mate de plata… NO. Un mini Milei de plástico con motosierra, y la sonrisa de satisfacción de nuestro mandatario que no se reflejaba en el rostro de la visitante que mezclaba una mueca de desagrado con la sorpresa y una sonrisa forzada.
De cierre de la semana, como broche de hojalata, la decisión expresa del Presidente de negarse a cumplir la orden de la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya que ordenó la captura del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y de su ex ministro de Defensa, Yoav Gallant, acusados de crímenes de guerra y lesa humanidad. Otro “caprichito” del libertario que, se sabe, ha establecido (acaso sólo en su cabeza) una nueva alianza de naciones de ultraderecha que vendrían a “salvar al mundo” o similar. Incumpliendo con lo dispuesto por el Estatuto de Roma, al que nuestro país adhirió en tiempos de Carlos Menem, Milei pone a la Argentina directamente fuera de la Ley. Sin embargo, no se leen en los grandes medios titulares que digan que “nos caímos del mundo” como cuando operaban contra gobiernos peronistas. Cosas que pasan.
Segundos afuera
«A gran parte del periodismo le gusta el boxeo duro con dosis extremas de violencia, con la particularidad que su rival tiene que estar atado de pies y manos». Con estas palabras amorosas, un Milei aparentemente calmado, pero con un evidente volcán en ebullición interior, abordó en un mensaje publicado en su cuenta de “X”, uno de sus temas predilectos: la pelea con los comunicadores.
Hijo dilecto de los zares tecnológicos (internacionales y más o menos vernáculos, con perdón de la palabra), “Javo”, como lo bautizó un periodista que no lo boxeaba: lo mimaba, ha emprendido una “guerra santa” (como la mayoría de sus batallas) contra un enemigo que ya, durante su campaña, definía con epítetos tales como “ensobrados”. Antes de abandonar Estados Unidos, el Presidente “concedió” una entrevista almibarada que le hizo Lex Fridman, influencer judío ucraniano y conspicuo representante del nuevo capitalismo de redes. Durante esa charla súper cómoda, Milei se despachó acusando a los periodistas de “torturadores seriales”.
Lo llamativo del tema es que el pequeño grupo de comunicadores que acaricia y protege al Presidente también entró en conflicto con los que son atacados por el líder libertario y sus adláteres. Corea del Centro lanzó duras y sesudas reflexiones sobre la condición de “experimento exótico” que exhibiría el gobierno y Corea del Centro Derecha fue un poco más áspera, probablemente porque ha sido objeto directo de los insultos habituales del mandatario. Y mucho más de su entorno.
A mitad de semana, en el pase que habitualmente realizaban Marcelo Longobardi (a quien no se puede tildar de peronista, of course) y Viale Junior, la cosa se puso caldeada. El veterano hombre de radio (que nació a los medios en su famosa pareja con Daniel Hadad) cruzó al hijo de Mauro (que es asiduo concurrente a Olivos para ver opera junto al presidente) por la falta de solidaridad del medio en el que trabajan (Radio Rivadavia) y de sus compañeros. Viale se quiso hacer el gracioso y Longobardi se fue del aire.
También Agustín Laje, probablemente el ideólogo más importante del mileísmo, usó su speech en el encuentro de San Miguel (del que hablaremos hacia el final de este panorama), en el que se lanzó “el brazo armado” de La Libertad Avanza, para atacar al periodismo. Fue por eso que lo cruzó Eduardo Feinman, otro al que no se lo puede asimilar de ninguna manera al kirchnerismo. O sea, digamos: Alea iactaest… la suerte está echada.
Al calor de la interna
El internismo parece haberse transformado en casi la única idea para hacer política en estos días. De un lado, del otro…y del otro lado también. Al arrastre de las tensiones peronísticas (que lejos están de resolverse con el ascenso o asunción de Cristina al cenit del PJ) y del nuevo cisma radical, se suma, ahora, el desamor entre Milei y su Vicepresidenta.
Una relación que estaba rota al llegar pero que, de todas maneras, el líder de La Libertad Avanza (que practica elhonestismo según le quede cómodo) sostuvo más allá de sus propias fuerzas y convicciones. Pero como “todo termina al fin, nada puede escapar” (sentido homenaje a un ídolo del rock de mi adolescencia: Willy Quiroga, que acaba de irse de este plano porque, al parecer, en otro, andaban necesitando un excelso bajista que, además, cantara), la historia acaba de finalizar. O, al menos, Milei se tomó un tiempo. “No soy yo, sos vos”, parece que le espetó Javier a Vicky y la expulsó del edén libertario. Aunque, en realidad, la mensajera anticipatoria había sido otro de los amores presidenciales: la inefable Lilia Lemoine que la venía percudiendo a la vice con una piedra pómez tamaño baño. Lo habíamos anticipado en nuestros panoramas. Y tanto va el cántaro a la fuente…
Y allí termina esta historia que… ¡Para nada! El partido de gobierno y sus alrededores no gana para fricciones. Está, además, la pelea entre los hermanitos Menem y Santiago Caputo. Y al parecer todo se debe al amor de Karina… bah, el amor amor es de uno solo de los contendientes, la disputa está en el control de la Cámara de Diputados y de la campaña de la hermanita para la instalación partidaria, más ahora que, caída Victoria Villarruel en desgracia, algunos empiezan a soñar con una fórmula Milei – Milei para 2027… aunque usted, como yo, no lo crea.
De todas formas, primero deberán atravesar en Rubicón de las fiestas. El voto de Milei es un voto emocional y se avecinan días en los que la emoción se vuelve más epidérmica que nunca. Sin regalos, sin pan dulce (que los panaderos avisan que se van a tener que pagar en cuotas); sin comida; sin alegría. navidades y fin de año van a ser momentos difíciles para la sociedad argentina y para el Gobierno. Será por eso que Patricia Bullrich ya está pronosticando un horizonte de paz… o palos.
Pero volviendo a ese internismo atroz, esa construcción individuada y ombliguista de la política que atraviesa horizontalmente nuestro sistema de partidos, todo tiende a llevarnos a unas elecciones de medio término en estado de fragmentación. Similar, aunque probablemente peor, que las de 2001. Para favorecer ese escenario (y no para combatirlo como dicen), los libertarios sueñan con derrumbar las PASO (ya presentaron un proyecto en este sentido, lo que generó otra tensión con el PRO que sintió que le rayaban el coche). Creen, acaso por cierta mirada pueril sobre el sistema de partidos o, quien sabe, por ahí hasta con alguna razón, que “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Trotskismo de derecha, ¿vió?
La soberbia armada
Por último, y no porque sea menos importante, un vuelo de pájaro sobre el acto que los blandengues de las redes sociales organizaron en la localidad de San Miguel el sábado pasado por la noche. Allí, bajo la tutela del “Gordo Dan” (el tuitero Daniel Parisini) se dieron cita algunos jóvenes efebos bullangueros (casi todos varones; incluso hubo quien dijo que había menos mujeres que en el socavón de una mina). Todos muy dispuestos a insultar y entonar cánticos agresivos (le habían preguntado la Inteligencia Artificial cuales eran las tres frases que más identificaban a los libertarios y los lanzaron como consignas). Fueron invitados (la cosa fue por invitación… movilizan en remises) para lanzar la agrupación “Las Fuerzas del Cielo” a la que el dirigente presentó como “el brazo armado de La Libertad Avanza”.
Más allá de lo poco feliz de la consigna y de los gestos de duda que se vieron en las caras de otros libertarios importantes como la estrella de la noche, Agustín Laje, presidente de la Fundación Faro, think tank y fuente de financiamiento recientemente lanzado; Agustín Romo, legislador por la provincia de Buenos Aires; el secretario de Culto y Civilización, Nahuel Sotelo y el diputado nacional Santiago Santurio, lo relevante fue la preocupación que causó la idea de “brazo armado”, hacia el interior de la política vernácula y también hacia la de otros países que se encontraban reunidos en el G20 y le hicieron llegar su malestar a la delegación argentina. Casi mágicamente, al día siguiente, Dan y sus Cometas salieron a explicar que el “brazo” iba a estar armado de “un celular”, reculando en chancletas y provocando, otra vez, un motivo de burla.
Es que así “avanza” este partido político recientemente reconocido a nivel nacional que tiene poco de libertad, mucho de retroceso y absolutamente todo de sumisión a los deseos y las necesidades de los nuevos tecno millonarios, desde Elon Musk hasta Marcos Galperín. Para ellos, el presidente Milei, como los monitos de organilleros de principios del siglo XX, hace piruetas, baila, encanta al público consumidor, ayuda a hacer negocios. Para eso está donde está. Por eso lo sostienen donde lo sostienen. Ese es el rol que le confieren: ser la cabeza de playa de una idea que intenta extender el dominio de ese capitalismo tecnológico que mezcla la piratería de datos, el comercio cuasi coercitivo, el trabajo gratuito y la instalación de un nuevo orden mundial para Occidente.
Ahí es donde Javier Milei puede aparecer como importante. O no, porque, como ya avisó El Indio Solari: “Cuanto más alto trepa el monito, así es la vida, el culo más se le ve”.
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