16 de diciembre de 2025

Investigadores denuncian que el Gobierno ejecutó el mayor apagón científico en décadas

Investigadores de todo el país advierten que la decisión empuja al sistema científico a una crisis sin precedentes.

La Agencia I+D+I decidió terminar de un plumazo con las convocatorias PICT 2022 y 2023, el mecanismo que impulsó durante más de dos décadas la investigación científica en universidades, institutos y organismos públicos. Con esa jugada, la Argentina quedó sola en América sin un peso destinado a ciencia básica ni a proyectos de mediano plazo, un escenario que generó alarma en todo el sistema académico.

El directorio del organismo anunció que, en lugar de los PICT, se abrirán dos programas enfocados casi exclusivamente en proyectos tecnológicos asociados al sector privado. Por un lado, una línea llamada Apoyo a la Investigación Científica, con un tope de 200.000 dólares por iniciativa; por el otro, tres convocatorias STARTUP 2025 que apuntan al desarrollo rápido de prototipos y productos con horizonte comercial en energía y minería, agroindustria o salud. Este esquema deja afuera la enorme mayoría de las investigaciones que necesitan tiempo y continuidad para generar conocimiento.

La propia agencia dejó en claro las nuevas prioridades: “los proyectos deberán evidenciar un carácter innovador en su aplicación productiva, con resultados que sean transferibles o implementables en una empresa”, y para anotarse será obligatorio asociarse con una firma privada.

Repudio de institutos y reclamo por el desmantelamiento

La respuesta del mundo científico no tardó. Cientos de autoridades de institutos y centros de investigación difundieron un pronunciamiento contundente: “El jueves 4 de diciembre quedará tristemente en la historia como una fecha clave para el desmantelamiento del sistema científico de la Argentina. (…) Estas nuevas líneas NO financian investigación científica. Disfrazan el recorte y ataque a la ciencia, con el argumento ficticio de financiar ciencia aplicada”.

La indignación se multiplicó en redes. Investigadores de distintas áreas hablaron de una decisión “miope, errónea y catastrófica”.

Entre las voces más fuertes estuvo la del reconocido biólogo molecular Alberto Kornblihtt, que recordó la importancia de la ciencia básica: “Me pregunto quién va a solventar la paleontología, la arqueología, la historia, la física cuántica, las ciencias de la educación, la nanotecnología, la ecología, el cambio climático, los estudios sociales sobre la vivienda, la salud y la pobreza, la conservación de la naturaleza, la dinámica de los ríos y humedales, las enfermedades poco frecuentes, las pandemias, etcétera. (…) Esto no es un problema de los científicos, sino de toda la sociedad”.

Los datos dimensionan el impacto: la convocatoria PICT 2022 tenía 1.584 proyectos ya aprobados y el llamado 2023 se estiró durante casi dos años sin llegar a cerrarse.

“Un suicidio científico”: preocupación entre especialistas

El químico y bioinformático Rodrigo Quiroga fue tajante: “Esto es una sentencia de muerte para el 90% de la ciencia argentina. (…) Esto es un suicidio científico”.

En la misma línea, el historiador e investigador Ezequiel Adamovsky señaló: “Muchos pensaban que era solo contra las ciencias sociales, pero el gobierno anuncia que tampoco habrá fondos para ciencia básica. Solo hay para ciencia aplicada y en beneficio de empresarios. (…) Sin ciencia básica no hay aplicaciones”.

El ex titular de la Agencia I+D+I, Fernando Peirano, aportó una mirada más amplia sobre el daño institucional. Describió la ruptura de un engranaje que garantizó durante un cuarto de siglo estándares similares a los de Estados Unidos y Europa: evaluación por pares, competencia abierta y trazabilidad completa del uso de fondos. “Con esta decisión, la Argentina pasa de liderar la región en promoción científica a convertirse en el único país que abandona la inversión en investigación básica”, advirtió.

Peirano recordó también el rol de los PICT en la formación de nuevas camadas de investigadores y en la posibilidad de sostener el trabajo cotidiano en laboratorios de todo el país. “Ahora tenemos una caricatura ideológica que habla más por lo que dejó de hacer que por los pocos proyectos que promete financiar”, afirmó.

Críticas también desde sectores no alineados políticamente

Incluso científicos que se suelen mostrar críticos de los gobiernos anteriores cuestionaron la decisión. Galo Soler Illia analizó la propuesta y remarcó problemas de diseño, falta de fondos y un sistema imposible de escalar. “En suma, nada nuevo bajo el sol. (…) Se comete un grave desbalance del sistema, que va a detonar lo poco que queda, a hacer emigrar sobre todo a la gente más joven”.

La vicedecana de Exactas/UBA, Valeria Levi, graficó la magnitud del recorte con una metáfora educativa: financiar solo proyectos de 24 meses equivale a “darles becas a los universitarios y cerrar las escuelas primarias y secundarias”. Y remarcó que se ponen en riesgo trabajos estratégicos, incluso los vinculados a la soberanía, como la exploración del lecho marino argentino.

La trama detrás de los proyectos caídos: miles de horas de trabajo tiradas

Jorge Montanari, investigador del Conicet y director de un laboratorio en la Universidad Nacional de Hurlingham, describió el impacto en términos concretos: la escritura y evaluación de proyectos demanda meses y convoca a miles de investigadores del país y del exterior. “Trabajaron miles de personas en escribir los proyectos, y otros miles de acá y de afuera en evaluarlos”, relató. El PICT 2023, recordó, acumuló 23 meses de prórrogas.

Montanari explicó que incluso áreas que el gobierno declara prioritarias sienten temor por el modelo. “Esto mata a los grupos jóvenes. (…) Nos vamos a perder encontrar un dinosaurio nuevo (…) y en cambio podremos tener un fijador para el cabello que resista el lavado y dure una semana”, ironizó para mostrar el desbalance entre ciencia estratégica y desarrollos triviales.

Éxodo y derrumbe generacional

El panorama final es crítico. El bioquímico Jorge Geffner lo sintetizó así: “La situación es dramática. La Agencia prácticamente desapareció”. Describió una caída abrupta del número de becarios, el freno total de ingresos y un deterioro que amenaza con vaciar de jóvenes al sistema. “Dos años más con esta misma política y los resultados van a ser catastróficos”, alertó.

El investigador insistió en que la preocupación trasciende al mundo académico: “Esta no es una batalla en defensa de nuestros propios trabajos (…) sino del país. Sin ciencia ni tecnología (…) no hay futuro”. Y señaló el dato más doloroso: “Muchos se van al exterior, otros dejan la ciencia. El 50% de los becarios (…) está pensando en no terminarlas”.

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