15 de noviembre de 2025

Estados Unidos y Argentina sellaron un acuerdo comercial que pone en riesgo el futuro industrial

En un anuncio unilateral de la Casa Blanca, se firmó un amplio marco para un acuerdo de comercio e inversiones recíprocas con Argentina con el objetivo declarado de aumentar las inversiones y modernizar los intercambios económicos entre ambos países. Pero detrás del fervor diplomático, este pacto despierta más dudas que certezas sobre el modelo productivo que impulsará la gestión de Javier Milei.

Desde la Casa Blanca, el acuerdo fue presentado como una estrategia para “profundizar la cooperación bilateral” en sectores clave como tecnología, agroindustria, comercio digital, propiedad intelectual y condiciones laborales. Sin embargo, el alcance de los concesos es amplio y podría debilitar gravemente la industria nacional.

Uno de los puntos más controversiales es el de aranceles: Argentina se compromete a ofrecer acceso preferencial a exportaciones estadounidenses, incluyendo medicamentos, maquinaria, tecnología, dispositivos médicos y alimentos. A cambio, Estados Unidos eliminó algunos aranceles recíprocos sobre productos naturales y farmacéuticos no patentados.

Además, Argentina aceptará normas técnicas estadounidenses como las de la FDA para fármacos y los estándares federales de seguridad para vehículos. Esa apertura regulatoria, que podría facilitar el comercio, al mismo tiempo deja en evidencia la subordinación de los estándares locales frente a los dictados del gigante del norte.

En materia de propiedad intelectual, ambas partes acordaron medidas para combatir productos falsificados y reforzar la protección de patentes, lo que puede beneficiar directamente a grandes corporaciones farmacéuticas y tecnológicas, y no tanto a la producción local.

Por otro lado, la apertura agrícola no es menor: la Argentina habilitará su mercado para ganado vivo y carne estadounidense, mientras simplifica los registros para productos provenientes de EEUU. Es decir, se favorecerán importaciones de bienes animales, poniendo en riesgo industrias locales de menor escala.

También hay compromisos en materia laboral y ambiental, con promesas de no importar bienes producidos bajo trabajo forzoso y de adoptar políticas contra la tala ilegal, pero la letra chica está plagada de riesgos.

Quizás uno de los puntos más inquietantes sea la cooperación en “seguridad económica”: Argentina se compromete a coordinar con EEUU controles de exportación, inversiones y evasión de aranceles, lo que abre la puerta a una dependencia tecnológica y estratégica que favorece a empresas extranjeras.

Para colmo, el acuerdo extiende su alcance al comercio digital: Argentina reconocerá firmas electrónicas estadounidenses, permitirá la transferencia internacional de datos y no discriminará servicios digitales de origen norteamericano.

La alianza fue celebrada con entusiasmo por algunos en el oficialismo, pero también genera críticas fundadas. Hay quienes alertan que este pacto es menos una apertura comercial equilibrada y más un salto hacia una economía extractiva: donde la producción local queda en segundo plano, entregando espacio a multinacionales que extraerán valor sin reinvertir. Este acuerdo entre Milei y Trump podría marcar un punto de inflexión profundo: para algunos, es la puerta a un futuro de inversiones; para otros, el inicio de una nueva etapa de dependencia.

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