28 de octubre de 2025

Esa terca mirada a los ojos

El sueño de terminar con el peronismo

Por Lucas Chedrese.-

El contundente resultado electoral del 26 de octubre de la Libertad Avanza no es sólo una noticia política; es, quizá, un movimiento tectónico de la geografía política argentina. Como apuntáramos recientemente en «La serpiente en el huevo y el principio de orquestación algorítmica«, la democracia enfrenta amenazas que operan bajo nuevas lógicas, como la orquestación algorítmica. Sin embargo, la victoria de Javier Milei expone algo quizás más profundo y alarmante, que no contradice sino que complementa aquel análisis: la democracia está en peligro no a pesar del electorado, sino, en parte, con su anuencia. Una porción significativa de la sociedad ha votado a sabiendas de los rasgos autoritarios del proyecto ganador

Esto nos lleva a una segunda y más dolorosa constatación: los resortes institucionales, empezando por el propio voto, parecen no ser suficientes para frenar esta deriva. El voto, centro de la liturgia democrática, se ha revelado impotente o, peor aún, cómplice. 

Durante décadas, desde el campo nacional y popular, y muy especialmente desde el peronismo, se ha sostenido un axioma: Argentina no es América Latina. La razón de esta excepcionalidad tenía un nombre claro: el paso del peronismo. No refiere a un partido, sino de un evento refundacional. Los gobiernos de Perón impulsaron políticas públicas que trascendieron la coyuntura, modificando la matriz productiva, pero, sobre todo, transformando social y culturalmente a la sociedad. El peronismo fue una pedagogía de la dignidad. Robustiano Patrón Costas lo sintetizó con el rencor de clase típico del poderoso: “Lo que yo nunca le voy a perdonar a Perón es que durante su gobierno […] el negrito que venía a pelear por su salario se atrevía a mirarnos a los ojos. ¡Ya no pedía. Discutía!”. 

Esa «terca mirada a los ojos» se convirtió en un contrato social implícito. Era la conciencia de los derechos adquiridos, el dique de contención cultural contra cualquier intento de consolidar un sistema de explotación desigual. Podían ganar elecciones, podían imponer planes económicos, pero siempre chocaban, una y otra vez, contra esa mirada. Ese fue, y creíamos que seguía siendo, el «cordón sanitario peronista» que evitaba que Argentina se convirtiera en una sociedad de castas, con pocos ricos obscenos y una mayoría que apenas sobrevive

Pero la elección de ayer nos obliga a plantear las preguntas más incómodas. ¿Y si esa sociedad cambió? ¿Y si siete décadas de ofensiva neoliberal, inflación crónica y frustración política han logrado lo que ni las dictaduras pudieron? ¿Y si, como sociedad, estamos más dispuestos a agachar la cabeza y aceptar una vida menos digna a cambio de un orden punitivo o de una vaga promesa de prosperidad individual? 

Si estas preguntas tienen una respuesta afirmativa, el «cordón sanitario peronista» se está resquebrajando. Y si eso es cierto, la mala noticia para el progresismo en general, y para el peronismo en particular, no es que se pierden elecciones. Eso es coyuntural. Lo que se pierde es el poder cultural, la hegemonía del sentido común que establecía que había un piso de dignidad innegociable

Aquí yace la paradoja semántica más cruel. La «Revolución Libertadora» de 1955 fracasó en su intento de terminar con el peronismo. Perón volvió y el movimiento sobrevivió. Sin embargo, quizás hoy, 70 años después, su encarnación libertaria esté logrando finalmente aquel sueño del poder real. No el de terminar con Perón, el hombre, sino el de terminar con el peronismo como fenómeno cultural. El de quebrar, de una vez y para siempre, esa terca mirada a los ojos.

Por Lucas Chedrese.

About Author

Categorías