“La masa no será detenida con consignas
sino con la satisfacción de las necesidades”
John William Cooke
-Al Peronismo se le ha perdido una dirigencia y dice que el Mercado la tiene.
-¿Yo señor?
-¡Si señor!
-No señor
-Pues entonces ¿quién la tiene?
¡Gran pregunta! Entre los que quieren y no los dejan y los que pueden pero no quieren, se ha instalado un vacío dirigencial que, más que grieta, suena a abismo (esto, básicamente, por los ecos que produce). Y el pueblo peronista, que siempre necesitó/deseó/eligió ser conducido, se subyuga ante diversos becerros de oro mientras aguarda a que la cúpula partidaria baje del Olimpo (porque el monte Sinaí les queda chico).
Mientras tanto, el antiperonista que opera como presidente del partido en el exilio, Alberto Fernández, escribe sentidos tuits y se hace el ofendidito porque un grupo de díscolos exige su renuncia. Deberían, en realidad, tomar la sede partidaria e instalarse hasta que las autoridades que aún no han defeccionado (como el congreso de PJ) decidan llamar a elecciones y que los afiliados elijan su conducción.
Sólo recuperando el ejercicio democrático en las instituciones se podrá dar vuelta la página de este momento trágico que atraviesa el justicialismo… y también el resto de los partidos. Porque, los peronistas esperan, pero los radicales (los no fascistas) desesperan. Y esa desesperación coadyuva a la general de una sociedad que observa como la violentan en todos los niveles, económico, social, emocional, mientras quienes deberían representarlos siguen jugando al Gran Bonete.
¿Cuál es el problema de votar radicalismo y peronismo juntos si ambos bloques están en contra del DNU con el que Javier Milei está llevando a cabo su masacre? “Nosotros estamos en contra -confiesa un reputado senador radical, de los que viven criticando en los medios a la herramienta jurídica de tortura de la que abusa el Presidente pero que no hacen nada para modificarla, a un colega de Unión por la Patria-. Pero… no podemos ir con ustedes”. ¡Che!, ni que tuvieses que ir al telo (bah, a peores lugares ha ido con Mauricio Macri). La segunda pregunta es: ¿cree que no se lo van a cobrar? Tiene un olor a flores mustias el lánguido este…
¡Es el antiperonismo, boludo!
Aunque la afirmación suene a oxímoron, hay mucho antiperonismo en el PJ. Mucho “compañere” que, clasemedieramente, ha decidido que prefiere ser aceptado antes por el enemigo que por el pueblo. No son todos… pero sí muchos.
Ese sector de peronistas ma non troppo está integrado por advenedizos que llegaron de la mano del marketing de campaña (trabajando de candidatos sin haber sido nunca dirigentes); indignos portadores de dedo (ungidos por las diversas cúpulas de todos los peronismos de la Argentina); quintacolumnistas infiltrados de la mano de algunos poderosos que coquetean con el justicialismo con el único fin de destruirlo; famosos que creyeron ver en la política un negocio mejor y más duradero que el del oficio que los había encumbrado (deportistas, artistas, periodistas y demás “istas”) y, finalmente, proto-dirigentes que se deslumbraron con los timbres, las secretarias, los choferes, los ágapes y otras ventajitas del poder, y hacen los imposible por mantenerlas, aún cuando el precio sea traicionar.
Pasa con ese sector del PeroMismo (porque antes que nada se miran a sí mismos) algo parecido a lo que alguna vez describieron con sutileza José “Pepe” Nun y Gino Germani respecto de la clase media: “En una primera etapa, de ascenso, la clase media había cumplido un rol democratizador, aunque sus conflictos con la clase dominante no apuntaban al cambio del sistema sino a una mejor redistribución; pero en una segunda etapa, de consolidación, la clase media se volvía reaccionaria, formando bloque con la clase dominante contra las demandas populares”.
O sea, primero van por el bronce pero, a poco de andar, sólo los mueve el “oro”… en todas sus versiones. Esto, sumado a los personalismos que signan la época, las megalomanías cada vez más marcadas (habría que hacer, alguna vez, un estudio profundo sobre las características megalómanas y mitomaníacas de todos los funcionarios que emergen del montón) y el inevitable vicio del financiamiento (el dinero que se necesita para mantener la imagen se multiplica geométricamente campaña tras campaña), determina que sea prácticamente imposible para un dirigente de base acceder a un cargo electivo.
Resultado: el peronismo está lleno de antiperonistas. Hombres y mujeres incapaces de conmoverse honestamente frente al dolor de una familia en situación de calle; la falta de atención y medicación adecuada para los que atraviesan momentos graves para su salud; el hambre de millones; el desamparo de la niñez; la falta de trabajos dignos; los salarios de hambre.
Décadas de luchas, miles de derechos conquistados a golpes de porfía, terminaron en manos de seres posibilistas, vacuos, livianos de toda liviandad. Inútiles para trabajar por nada que no conlleve un beneficio personal; ávidos de fama, de notoriedad, pero sin compromiso ninguno con los valores que deberían mover la valiosa herramienta para el cambio social. Y así estamos: en mano de marionetas manejadas por titiriteros que ni siquiera se ocupan ya de esconder los hilos.
Es que al Gran Bonete del Peronismo se le ha perdido una dirigencia y…
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