Tal como pasó con los F-16 que llegaron en las últimas horas al país, la polémica por la compra de blindados al Pentágono sumó un capítulo todavía más incómodo para el Gobierno. Mientras en Buenos Aires el Ministerio de Defensa desembolsó unos 100 millones de dólares por 27 vehículos Stryker, Estados Unidos está por transferirle a Polonia unas 250 unidades del mismo modelo por el monto simbólico de un dólar.
Según trascendió en medios europeos, la movida busca evitar que ese lote vuelva a suelo estadounidense. Los Stryker están desplegados en Europa desde hace años y Washington acumula presión para reducir presencia militar en la región. En ese contexto, la administración estadounidense encontró en Polonia un destino inmediato para equipos que ya cargan desgaste, uso intensivo y la necesidad de un recambio profundo.
El blindado Stryker formó parte de las operaciones de Estados Unidos en Afganistán e Irak. Es ágil, rápido y versátil, pero también envejecido. De hecho, análisis de Breaking Defense anticiparon que Varsovia deberá afrontar reparaciones costosas, modernización completa y un esquema de entrenamiento totalmente nuevo, porque el Ejército polaco nunca operó este sistema.
El debate sobre la compra argentina viene desde mitad de año, cuando Noticias (d) reveló que el Ejército prefería otro modelo: el Guaraní brasileño. Esa opción ofrecía vehículos nuevos, sin límite de cantidad y con transferencia de tecnología para producir partes en el país. Además, mantenía compatibilidad con Brasil y con unidades ya utilizadas en Argentina, incluyendo motores y transmisiones fabricados por IVECO.

Fuentes consultadas en ese momento señalaron que la elección de los Stryker implicaba más riesgos que ventajas. Un militar que participó de las evaluaciones sostuvo: «Los EEUU limitan la cantidad, nos entregan un lote de usados que Chile descartó oportunamente. No son anfibios y puede ser que venga una flota final heterogénea, con menor ciclo de vida útil y mayor costo de mantenimiento. Es relevante que no sean anfibios. No van a poder varear nuestros ríos».
La comparación de costos tampoco deja bien parada a la compra argentina. Brasil ofrecía 161 Guaraní —156 operativos y 5 de entrenamiento— por 400 millones de dólares. El costo unitario rondaba los 2,5 millones, frente a los 3,7 millones que terminó pagando Argentina por cada Stryker. Si el Gobierno hubiera adquirido en Brasil la misma cantidad que compró en Estados Unidos, el desembolso rondaba los 67 millones de dólares, una diferencia de 32 millones respecto de la operación actual.
La discusión se amplificó después del antecedente de los F-16 que Estados Unidos transfirió a Rumania por un euro. El patrón se repite: la OTAN busca desprenderse de material que considera anticuado, mientras países como Argentina se lanzan a pagar sumas millonarias por equipos usados y con alto costo de mantenimiento.
En paralelo, Polonia evalúa cómo la llegada de los Stryker impacta en su industria local, ya que podría desplazar al Rosomak, el blindado producido en suelo polaco. Esa misma tensión atraviesa el debate argentino, donde sectores militares insisten en que la opción brasileña no solo resultaba más barata, sino también más conveniente para la producción y el mantenimiento.
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