Por Augusto Trevisan *
Mucho se habló durante las últimas semanas sobre la viabilidad de dolarizar la economía. Sin más reservas y sin posibilidad de acudir a nuevo endeudamiento, los salarios en dólares quedarían en niveles similares a los países de bajos ingresos. Sin embargo, este artículo busca analizar si, en caso de que sea posible dolarizar, esto sería positivo para la economía argentina, utilizando como punto de partida el ejemplo más emblemático y cercano de una dolarización: Ecuador.
Además del deterioro salarial y de los ahorros en pesos, la dolarización implica la pérdida de soberanía en materia de política económica y es aquí donde me quiero detener, porque esta discusión gira en torno a la conveniencia o no de dolarizar la economía desde una perspectiva macroeconómica más general. Una de las formas más claras de verlo es pensar en la pandemia. ¿De dónde hubieran salido los dólares necesarios para implementar paquetes de asistencia social y sostenimiento a la actividad económica, como se hizo en la mayoría de los países del mundo?.
De todas formas, veamos situaciones no tan extremas. Una de las pérdidas más sensibles aparejadas a la dolarización es la imposibilidad de influir sobre el tipo de cambio. El tipo de cambio funciona como amortiguador de los shocks externos. La devaluación o apreciación de la moneda doméstica es una herramienta utilizada por casi todos los países del mundo (incluso muchos lo dejan “flotar”) para suavizar el impacto de eventos disruptivos. Si Argentina estuviera dolarizada, ante una devaluación del Real, los productos domésticos perderían competitividad con respecto a los productos brasileños y perderíamos posibilidades de exportar. Además, de no mediar medidas proteccionistas, los productos brasileños podrían ganar terreno en nuestras góndolas provocando un fuerte daño sobre la industria nacional y sobre el empleo.
La dolarización dejaría a la economía argentina totalmente expuesta a shocks del orden internacional. Además, dado que la principal fuente de dólares genuinos son las exportaciones, la actividad económica en su conjunto pasaría a depender (aún más que hoy) de los saldos exportables. El caso de Ecuador refleja claramente esta mayor dependencia.
Precio del Petróleo y Producto Interno Bruto (PIB)
USD por barril y variación del PIB (%)
Fíjense que antes de la dolarización, el desempeño de la actividad económica de Ecuador (línea celeste clara) era relativamente independiente de los movimientos de precio del petróleo (línea azul oscura). A partir de la dolarización, ambas líneas comienzan a moverse de forma simultánea. Esto nos está diciendo que el crecimiento o la contracción de la actividad económica del país depende fundamentalmente del precio del petróleo, que es el principal componente de la canasta exportadora de Ecuador. No es menor destacar el hecho que la dolarización se dio justo en el momento previo al inicio del boom de los precios de las commodities impulsando el crecimiento, pero ante las caídas pronunciadas en 2009 y 2016, el estancamiento y la contracción de la actividad fue muy notoria.
Teniendo esto en cuenta observemos qué sucede con el precio internacional de la soja, principal producto que exporta Argentina. El precio de la tonelada de soja se encuentra en valores cercanos a los máximos históricos, luego de registrar una escalada importante a fines del 2020 e intensificándose a partir de la guerra Rusia-Ucrania. En el contexto de una economía dolarizada, la caída en el precio de la soja tendría un impacto muy severo en el nivel de actividad doméstico.
Precio internacional de la Soja
Soja Chicago USD / tonelada
Fuente: Puentenet
Además, el ciclo económico internacional se ve atravesado por un endurecimiento en la política monetaria en un intento por frenar y reducir la inflación. Esto se traduce en un aumento de las tasas de interés en la mayoría de los países del mundo, encabezado por la FED (Reserva Federal de Estados Unidos). En contextos como estos, se da el fenómeno conocido como “flight to quality” o huida a la calidad, donde los grandes capitales optan por invertir en bonos del tesoro estadounidense ya que pagan rendimientos más altos (actualmente en torno al 5%) y son “libres de riesgo”. Por su parte, los países que necesitan financiamiento y buscan colocar deuda, también deben pagar rendimientos más elevados, sumado a la prima de riesgo correspondiente (similar al riesgo país). Esta coyuntura en la que el dólar está mejor remunerado en las economías más poderosas e influyentes del mundo, no favorece el flujo de dólares a países emergentes. Recordemos que en una economía dolarizada el flujo de dólares necesario para mantener los niveles de actividad económica es mucho mayor que en una economía con moneda propia, por más dañado que esté el signo monetario.
Lo que sí es un hecho es que Ecuador logró reducir la inflación a partir de la dolarización y que ésta fue convergiendo lentamente a los niveles de inflación de Estados Unidos. Sin embargo, la inexistencia de un tipo de cambio genera que la productividad general sea el principal determinante del nivel de precios internos. En este sentido, cabe remarcar que el costo de vida en Ecuador es bastante más alto que en Argentina, independientemente del tipo de cambio que se considere para Argentina. El salario medio en Ecuador es similar al salario medio del sector formal (RIPTE) en Argentina medido en dólar paralelo. Medido en dólar oficial, el RIPTE duplica en dólares al salario medio ecuatoriano. Además, los precios de una canasta relevada para ambos países reflejan importantes diferencias a favor de la Argentina.
En definitiva, dolarizar la economía tiene muchos efectos negativos. Probablemente el poder de compra de los salarios y los ahorros se erosionarían profundamente. Además, aquellos sectores menos competitivos se verían amenazados ante la competencia de productos estadounidenses o brasileños (que como mencionamos, con una devaluación del Real ganarían competitividad y serían más baratos). El impacto para la industria nacional sería desastroso, y, dado que se trata del principal sector dinamizador de empleo privado formal, se contraería el mercado de trabajo, tensionando, aún más, los salarios a la baja. Además, la perspectiva del contexto internacional no es para nada favorable para los países emergentes, la tasa de interés de Estados Unidos tocó sus niveles máximos desde 2007 y no hay expectativas de reducciones y relajamiento en lo que queda del año. Además, con el precio de la soja en máximos las probabilidades de que baje son mayores a que siga subiendo, lo que terminaría de armar “la tormenta perfecta” para una economía emergente dolarizada. Por esto decimos que, dolarizar nunca es una buena idea, pero, además, ahora es ridículo.
Augusto Trevisan es economista (UBA) y analista de Justicialismo Económico.