Por Carlos Caramello.-
“El poder tiende a corromper, el poder absoluto, corrompe absolutamente”
Lord Acton
La condena resultó, a la postre, lo menos relevante una jornada que parecía, iba a estar signada por el veredicto. Es más: fue como un chiste viejo -de esos que todos conocemos mas o menos el remate- contado por alguien sin gracia que, por si fuera poco, se ríe antes de terminar y te lo explica.
Lo importante fue que, con ralenticé de dos meses, el disparo del 1 de setiembre salió… de alguna manera. Lo que todavía está por verse es por dónde. Porque puede que haya sido por la culata.
Nuevamente Cristina Fernández de Kirchner es más importante que su circunstancia. Su respuesta inmediata a una sentencia tan nula como contraria a derecho, (la condena a ella pero absuelve a los cuadros intermedios de la administración) descoloca a «propios»… y ajenos.
El tono elegido es el del desafío: justo en el momento en el que -suponen los autores del desaguisado-, debería encontrarse más débil. Su decisión expresada de no ser candidata a nada en 2023 la eleva a lo más alto del ranking de las valentías cívicas. Su metáfora sobre las mascotas del poder atraviesa horizontalmente a la dirigencia política urbe et orbi.
Pero, además, Cristina señala. Le pone nombre y apellido al verdadero enemigo del pueblo argentino. Lo identifica con una nitidez que no admite repregunta: “Es el que te cobra lo que quiere de teléfono, de internet y de prepagas”. Y lo hace responsable de la violencia. Ella, que ha sido objeto icónico para el ejercicio de esa violencia, extiende el concepto hacia la sociedad toda para que ésta se entere, finalmente, que también es violentada.
Hay algo visceral, casi íntimo en ese desafío. Como si navegase en esa certeza que se ha convertido casi en apotegma del peronismo: “Cuando te cargás a alguien, ese alguien siempre te lleva puesto”.
Como fuere, este renunciamiento histórico de Cristina (así de peronista es el gesto) se proyecta como crítica definitiva a ese sector del Frente de Todos que no cumplió con las promesas de campañas pero sigue comentando el devenir desde su propio ombligo. Y lo arrastra.
Queda, para adelante, la refundación, la resistencia, la calle… La demostración empírica de que esta nueva ofrenda al pueblo peronista tiene sentido. Y que, desde la raíz del acto cuasi heroico, puede brotar un trasvasamiento racional en su construcción y pasional en su accionar.
Veremos.
– Por Carlos Caramello –
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