Por Martin Carro (de Justicialismo Económico).-
En la última semana parecen haberse vivido días de corrida cambiaria. En primer lugar, ¿a qué se denominamos corrida cambiaria? En general, denominamos la compra de activos en dólares más acelerada que a una velocidad “normal”. Las razones son múltiples y no están exentas de motivaciones políticas de todo tipo. Más allá de estas, ofrecemos una explicación económica: existe una “riqueza financiera en pesos” (términos que utilizamos para denominar a los depósitos + circulante) susceptible de ser dolarizada. Esta, medida en dólares, se comporta de una manera bastante estable. Es decir, el ritmo de variación de los depósitos + el circulante es similar al precio del dólar financiero. Cuando divergen, el precio del dólar ajusta hasta retomar ese sendero.
Como muestra el gráfico, estamos ante una situación de divergencia, por lo que existe cierta presión al alza del tipo de cambio. Ante este escenario, ¿cómo enfrentar la corrida y qué sería enfrentar una corrida “a la justicialista”?
Es frecuente escuchar que para frenar la corrida se debe elevar la tasa de interés en pesos, de modo de “tentar” a esos pesos a que no se dolaricen porque de este modo pueden tener una ganancia mayor. Sin embargo, trae consecuencias negativas en la economía real: no parece una salida justicialista. En la historia reciente esa idea no resultó efectiva. En el año 2019 se elevó la tasa de interés llegando a niveles sumamente positivos: la inflación no superaba el 50% y la tasa efectiva anual de política monetaria superaba el 70%. Los saltos de tasa no fueron suficientes para frenar la sangría de reservas que comenzó en abril de 2018. Los momentos de estabilidad cambiaria aparecían con un Banco Central vendiendo muchos dólares a un precio determinado.
Si partimos a la idea original: riqueza financiera medida en dólares estable, la suba de tasa no soluciona el problema porque no la reduce, sino que la incrementa, remunerando más esa riqueza financiera. Si la tasa en pesos es mayor a la variación cambiaria, los depósitos en pesos medidos en dólares serán mayores cuando esos intereses devenguen. Entonces, se patea el problema para adelante, agravándolo.
¿Qué sucedió en los 80? El BCRA aparecía en el mercado de cambios para alinear el precio del dólar. Uno de los objetivos era reducir la brecha cambiaria para morigerar las expectativas de devaluación. Sin embargo, cuando se quedó sin dólares, decidió ajustar por precio: terminó en unificación cambiaria e hiperinflación.
En cambio, en otros momentos de la historia, con el peronismo en el poder, se decidió concentrarse en el dólar comercial, garantizando un tipo de cambio real relativamente bajo para evitar fuerte caída de salarios. Así, se alcanzaron brechas cambiarias de más de 300% frente a la crisis de balanza de pagos que se enfrentó el gobierno de Perón a inicios de los 50 o brechas de más de 150% en 1973.
Es decir, frente a estos escenarios, los gobiernos peronistas han optado por mantener un fuerte control cambiario, sin desconocer los efectos dañinos de una alta brecha cambiaria, pero entendiendo que el uso de dólares para reducir la brecha implica destinar menos dólares a las necesidades productivas y de empleo.
Dicho esto, no quiere decir que no haya nada que se pueda intentar. Si tomamos la hipótesis inicial como válida, puede buscarse la reducción del circulante y depósitos con incremento de impuestos, con efectos progresivos en la distribución de la riqueza. No obstante, no parece ser una propuesta alineada a los tiempos políticos que corren. Asimismo, pueden hacerse otros intentos por canalizar esta riqueza en pesos a que no se dolarice: como existen restricciones a la compra de dólares oficiales, podría limitarse la compra de dólares financieros. Esto seguramente se traduciría en una mayor demanda de dólar informal, pero seguramente otra parte opte por quedarse en pesos.
A su vez, se pueden ofrecer alternativas diferentes para esos pesos. Hace tiempo que se repite la consigna de ofrecer alternativas en pesos para los ahorristas, pero no se cae otra idea que la de subir la tasa de plazos fijos a 30 días. Si lo que se quiere mitigar en la expectativa de devaluación, ¿no valdría la pena ofrecer depósitos atados a la cotización del dólar? Se podría ofrecer depósitos atados a la cotización del dólar oficial, como financiero, además de despóticos indexados a CER (quitando el plazo mínimo de 90 días de los plazos fijos UVA).
El resultado de estas alternativas en su conjunto seguramente sea una mayor brecha, pero también una riqueza financiera en pesos medida en dólares algo mayor, conservando el empleo y minimizando la caída del producto.
Martin Carro es economista UBA, docente de la UNDAV e integrante de Justicialismo Económico.-