31 de octubre de 2025

A LLORAR AL CAMPITO

“La victoria y el fracaso son dos impostores,
y hay que recibirlos con idéntica serenidad”.
Rudyard Kipling

Se acabó la corrección política. Se acabaron las objeciones morales y de conciencia. Se acabó el mito de a Argentina bienpensante. La casi constitutiva anglofobia que detentaban las clases laburantes de esta patria mutó por anglofilia: hay una notable cantidad de argentinos que no tienen ningún interés en ser argentinos y, como no pueden emigrar, quieren traer esos países del extranjero (sus costumbres, sus modismos, sus modas y hasta sus lacras) a la puerta de sus hogares.

Se acabó la imposición de la nostalgia como argumento de campaña. Después del gobierno de Alberto Fernández, Cristina y Sergio Massa, todo tiempo pasado NO fue mejor. Por el contrario, es precisamente ese el lugar al que no se quiere volver. Si a eso le agregamos el ritual de celebración en el balcón de San José 1111, en una noche en donde parte del pueblo sabía que estaba saliendo muy lastimado por las reformas que se avecinan con un Milei triunfante, el disgusto de muchos se profundiza. Sin embargo, esa danza y esos saludos no fueron fruto de la improvisación ni de la emoción del momento. Conllevan un mensaje encriptado destinado a distintos receptores. Cada uno sabe qué les estaba diciendo.

Se acabó, también, la condena social que debería pesar sobre algunas formas de financiamiento de la política como, por ejemplo, el del narcotráfico. La deserción del Estado de sus deberes y responsabilidades da como resultado que esos espacios vacíos sean ocupados por traficantes que levantan escuelas (y pagan maestros), instalan puestos sanitarios, dan trabajo, ayudan en la alimentación de los más necesitados y hasta gerencian equipos de futbol propios, tal como lo demuestra la experiencia de Colombia en los 80/90s con Pablo Escobar Gaviria a la cabeza.

La gran pregunta es si también se acabó el Peronismo. Al menos con las formas y la doctrina con la que se desarrolló desde su creación. Cosa bastante probable para un movimiento nacido al calor de las masas y sobre los cimientos de la solidaridad y la dignidad: tres bienes prácticamente desaparecidos en un mundo que privilegia lo individual por sobre lo colectivo.

PLATAFORMAS Y REDES

Gran tarea. Hay que admitir que fue y sigue siendo una gran tarea. Cuando comprendieron que, con Hollywood, la televisión y sus ramificaciones no les alcanzaba, fueron por las redes y las plataformas. Así, la colonización cultural atacó en la forma de un sistema de pinzas que reíte de las estrategias bélicas del mariscal Pétain, con perdón de la palabra.

El 40% de votos obtenidos por La Libertad Avanza en estas elecciones intermedias tiene mucho que ver la acción del mismísimo Donald “Papá Noel” Trump que, montado sobre el inefable reno Bessent, prometió protección y felicidad si los apátridas locales votaban a su gnomo Milei. ¡Jo Jo Jo!

Un poco de mimos (5.000 millones de verdes caricias, aproximadamente); la promesa de unos 40.000 más y el apriete de coté fueron argumentos suficientes para que muchos sintieran que si perdía el Papadas se nos venía la escomúnica. Las cuentas impagas, las deudas en las tarjetas, los alquileres dolarizados hicieron el milagro (?) de que en la Provincia de Buenos Aires aparecieran unos 900.000 votos más que el 7 de setiembre pasado para La Libertad Avanza. Un mes y miedo. Perdón: un mes y medio. Soy disléxico.

¿No les da vergüenza? ¿No sienten un poco de pudor? ¿Se puede vivir en sociedad mirando sólo el metro cuadrado que te rodea o, en su defecto, las pantallas? Nuevas formas de colonización que permiten que a intromisión de un presidente extranjero en nuestros asuntos se naturalice como parte del paisaje. Es más, hasta se vea como un acto positivo. Y si alguno levanta la voz, se queja, putea por ese mangoneo, el cipayaje, extrañao, lo mira sin comprender… Tango.

THAT’S THE END?

Cuestiones como las antedichas podrían ayudar a dilucidar el mar de dudas en el que parece sumergido el Peronismo (además de las inquinas y las internitas). Tanto que, los más agoreros, lo proyectan como un partido en vías de extinción (si no lo cree, ahí está su eterno adversario, el radicalismo, que pelea por meter un candidato, uno solo, en esta vuelta).

Ese 40% de votos mileístas es el mismo 40% de Macri en 2019, el de las elecciones intermedias de 2017 y, remontándonos en el tiempo, el que votó contra Juan Perón en 1973, un momento en donde TODO el país decía que sólo el General podía ayudarnos a salir de esa trágica instancia y en las elecciones sacó el 62%.

Puede que el voto violáceo no sea el mismo sujeto político que cerraba las persianas y puertas cancel aquel 17 de octubre de 1945, cuando los trabajadores de la conurbanía ingresaban a la urbe arrastrando los pies, pero… se le parece. Clase mierda; flor y nata del solipsismo; los que siempre quisieron cagar más alto de donde les llega el culo. Cobardes, además de conservadores: fáciles de asustar.

Ese sector, que ya se fue al descenso pero resiste enarbolando viejas cucardas (comer afuera, por ejemplo, aunque sea una vez por mes y pizza; usar el auto bajo la excusa de que no es un lujo, es una necesidad; pagar cable y celular) se pegó la madre de todos los cagazos el 7 de septiembre. Y después vino Trump, su amado Tío Donaldo, y les dijo: “ustedes se están muriendo; yo voy a tratar de ayudarlos pero… si gana Milei. Si no, chau chau adiós”. Y se hizo la magia (tituló algún matutino relevante). Ayudada, claro, por algún fraude módico en el sistema más casto y transparente de sufragar que es la boleta única. ¿Casto, dije? Quise decir casta.

RESPONSABILIDADES

Uno de los viejos paradigmas de la política es “No me arrepiento de nada. El que se arrepiente de lo que ha hecho se equivoca dos veces”, parafraseando a Baruch Spinoza aunque, seguramente sin saberlo. Y este último peronismo (habría que preguntarle a Alejandro Horowicz por qué número ordinal andamos) ha profundizado esa tesitura contagiando a su militancia, a la más jacobina.

De ahí surgen algunas confusiones dignas de ser comentadas. Militar no es acudir en procesión a San José 1111 cada 15 días aproximadamente. No es pelearse con el enemigo interno por las redes ni soslayarse en el fuego amigo. No es entonar estrofas irónicas y/o ofensivas en recitales y canchas de futbol. Ni tan siquiera sostener una mesa con folletos (que no es fácil) los 20 días anteriores a la elección. Sobre todo si eso se hace a la espera de un contrato, cargo, o algún tipo de retribución clientelar.

Es más, una de las primeras y más importantes tareas de un militante, de un cuadro político (más si es joven), es cuestionar, reclamar, discutir a la dirigencia de superestructura. Pujar por crecer en el escalafón jerárquico. Intentar nuevas utopías. Exigir. Presionar. Obligar. Subvertir la pirámide jerárquica. En síntesis: luchar. A destajo. Sin pausa. Incluso con el riesgo de equivocarse. Es mejor pedir perdón que pedir permiso.

Lo digo en la hora en que todos, tirios y troyanos, advierten que las fuerzas nacionales y populares requieren ajustes, cambios. El eternamente pregonado y nunca concretado trasvasamiento generacional (no hablo de renovación porque la palabrita me trae un regusto amargo aunque, por estos días, ha circulado un video de Antonio Cafiero indicando el camino a seguir que te la debo). Reciclarse con la solidez del pasado pero señalando el futuro. No con buenas intenciones: con planes, con proyectos, con ideas que, si escuchan bien, andan en las voces del pueblo. El peronismo volverá a ser acción y compromiso… o no será más.

NARCOS CORP.

Desde muy temprano el lunes (después de nuestro “domingo sangriento”) puse en el análisis a un actor que nadie había señalado: el poder narco. Que jugó, vaya si jugó, en los comicios provinciales y en el nacional. Primero por la decapitación de la calva cabeza de lista libertaria para la Provincia de Buenos Aires, sobre quien pesa la acusación de estar vinculado de varias formas al narcotraficante Fred Machado a quien, luego de cuidarlo y guardarlo durante tres años, la Corte Suprema a la Maryland se sacó rápidamente de encima habilitando su extradición.

A él se suma la hoy senadora electa por Río Negro, Lorena Villaverde, que fuera detenida en Estados Unidos por comprar un kilo de cocaína. Esta mujer, seguramente, debe tener la entrada prohibida a Yankeelandia pero el Tío Donaldo viene a la Argentina y, tangencialmente, avala su candidatura. Otra salpicada por la relación entre el narco y las empresas que utilizaba para financiar políticos es Patricia Bullrich, quien recibiera apoyo de Lácteos Vidal, que comparten diferentes cuestiones con compañías asociadas al narco Machado. La hasta ahora ministra de Seguridad, que recibió aportes de los Vada Vázquez (propietarios de la lechera) para su campaña presidencial 2023, obtuvo el 50% de los votos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. O sea… Digamos.

Pero, además, los dealers medianos y sus soldaditos del narcomenudeo jugaron un papel fundamental en los comicios. Primero cerrando lo local: financiando comedores, merenderos y hasta familias enteras para
asegurar el territorio y en las Nacionales, provocando corrimientos del voto. La droga ha comenzado a
naturalizarse en la Argentina. Tanto que a nadie parece preocuparle que La Libertad Avanza tenga una pata narco que la sostiene.

Pongo un ejemplo que no acusa a nadie, sólo invita a pensar: los hermanos Manuel y Santiago Passaglia, de San Nicolás, tomaron distancia del acuerdo con Milei y se presentaron con un partido propio: Hechos. Ganaron en las provinciales y luego retomaron el dialogo con los libertarios para jugar disfrazados de violeta en octubre. Ellos, que mandan en un distrito por donde pasa el Paraná, con puertos de esos que no controla nadie, luego de consolidar su poder local pusieron su caudal de votos para el triunfo de Mieli… y compañía. Fin, diría el Diputado de Adorno.

La droga no es una novedad por estas tierras. Solo que hoy parece más instalada como sistema. Sin ir más lejos, en Rosario, donde las bandas narco transformaron barrios enteros en enclaves bajo su control y en el conurbano bonaerense, donde los “bunkers” y las “cocinas” se convirtieron en puntos de referencia barrial. Tanto para comprar un faso como para pedir asistencia económica.

Mientras escribo estas líneas, Río de Janeiro se desgarra en una batalla entre la policía carioca y la organización narco Comando Vermelho que, por ahora, ha dejado alrededor de 130 muertos y un centenar de heridos. Las escenas dantescas que trasmiten las señales internacionales tienen como telón de fondo la intención de Claudio Castro, gobernador del Estado y hombre de la Derecha, de ocupar el lugar que dejó vacante Jair Bolsonaro. Y más atrás, allí donde pocos alcanzan a ver, la desesperación del bolsonarismo de no perder del todo la agenda y reposicionar temas como el de la Seguridad frente a los próximos comicios. ¿Les parece lejano para la Argentina? Está ahí nomás.

MINUÉ

Ganó Milei y… todo tornó a su a – normalidad. Los gobernadores genuflexos (esos que en campaña querían mostrarse como alternativa) volvieron bailar una antigua danza unitaria con reverencias; Karina a reinar entre sus “pares”, el presidente a gobernar para algunos, Toto a hacer carry trade para Bessent y Macri a comer milanesas a Olivos, no sin antes advertir que él desea que el PRO tenga un candidato a presidente para 2027.

El peronismo y sus adláteres, por su parte, se pelean por las migajas de un pastel que no pudieron (o supieron) comerse a tiempo y que ya empieza a tener un regusto a rancio. O cambiamos de cheff o las tres estrellas Michelin y el libro gordo de Doña Petrona C. de Gandulfo, desaparecerán definitivamente.

Falta Tato Bores diciendo “vermut con papas fritas y good show” para que se constate esta patria en loop que no acaba nunca de empezar, aunque parezca apenas una frase rebuscada. Parafraseando a Kundera “La lucha de los argentinos contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”. Y también contra el miedo, el dolor, la desesperanza y la muerte. El paradigma de esa lucha se repite miércoles tras miércoles en los alrededores del Congreso, a donde los jubilados van aunque los apaleen y los rocíen con un gas letal. Tal vez porque son los últimos valientes. Acaso porque es lo único que verdaderamente tienen. Seguramente porque ya están de vuelta.

Se doblan por los años, pero no se arrodillan como otros. Dueños inalterables de su dignidad y sus derechos retaceados, mientras en el interior del Palacio (y de otros palacios a lo largo y ancho del país), los ricos y sus mascotas libertarias, festejan. Que tienen dos años por delante para apurar reformas ansiadas por sus amos. Que, por ahí, esta vez, pueden entregar la cabeza del peronismo en bandeja de plata. Que acaso -si siguen haciendo tan mal las cosas- la parte más idiota del pueblo y el poder transnacional les asegure un nuevo período presidencial para seguir con las criptoestafas, las coimas y la narco- instalación.

Festejan: Milei, Karina, Conan y los mastines… esos que
prometieron comerse a la casta y vino la casta y se los devoró.

Por Carlos Caramello.-

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