Milei cerraría el 2025 con 42% de pobres, más de diez puntos arriba de la cifra del Indec

La medición semestral difundida por el Indec mostró una caída pronunciada de la pobreza y reavivó el discurso oficial sobre una supuesta mejora social acelerada. Sin embargo, análisis elaborados por consultoras privadas y centros de estudio dibujan un escenario bastante menos alentador: la pobreza alcanzaría al 42% de la población, unos 11 puntos por encima del dato oficial.

El contraste no surge de una negación total de la baja, sino de cómo se llega a ese número. Los especialistas coinciden en que el indicador descendió respecto del pico de 2024, aunque advierten que la magnitud del retroceso resulta menor cuando se corrigen distorsiones metodológicas y se pondera mejor el impacto de la inflación sobre los ingresos reales.

Las estimaciones alternativas señalan que, si se actualiza la Canasta Básica Total con patrones de consumo más recientes —en línea con los cambios registrados desde 2017— y se ajusta el cálculo por la mejora en la declaración de ingresos relevada desde mediados de 2024, el porcentaje de personas bajo la línea de pobreza se ubica cerca del 42%.

Ese nivel no solo queda lejos del 31,6% que informó el organismo estadístico para la primera mitad de 2025, sino que además supera la pobreza estimada con la metodología oficial antes de la llegada de Javier Milei al gobierno. Desde esta mirada, el deterioro social todavía pesa más que la recuperación que sugieren los números oficiales.

Uno de los puntos centrales del debate se apoya en la canasta que define la línea de pobreza. El Indec continúa utilizando una estructura basada en la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares 2004/2005, que asigna un peso elevado a los alimentos. Las consultoras privadas remarcan que hoy los hogares destinan una mayor proporción de sus ingresos a servicios, transporte y otros gastos no alimentarios, lo que eleva el umbral necesario para no ser considerado pobre.

El segundo factor clave aparece en la Encuesta Permanente de Hogares. En un contexto de inflación alta, la subdeclaración de ingresos fue habitual durante años, sobre todo en los sectores informales. Los estudios recientes detectan que esa situación empezó a revertirse, lo que empuja artificialmente a más personas por encima de la línea de pobreza sin que exista una mejora equivalente en sus condiciones de vida.

Al combinar ambos ajustes, la caída de la pobreza entre el primer semestre de 2024 y el de 2025 se ubica entre 14 y 16 puntos porcentuales, lejos de los más de 21 puntos que exhibe la serie oficial. El descenso existe, pero resulta bastante más moderado.

Las comparaciones históricas refuerzan esa lectura. Según cálculos de CEDLAS, la pobreza en el tercer trimestre de 2023 —previo al impacto de la devaluación de diciembre— rondaba el 38,6%. Desde ese punto de partida, el 42% actual que estiman los privados marca un empeoramiento, aun considerando metodologías distintas.

En ese marco se inscribe el informe de la consultora Equilibra, que plantea la necesidad de revisar integralmente la forma en que se mide la pobreza para evitar interpretaciones engañosas en un contexto de crisis prolongada. La desaceleración inflacionaria, señala el trabajo, no alcanza por sí sola para explicar una mejora social contundente.

“La desaceleración de la inflación en 2024 y 2025 ayudó a estabilizar ingresos y a frenar el deterioro social”, indicó el documento. No obstante, los especialistas remarcaron que esa mejora estadística no se traduce de manera automática en un alivio concreto para los sectores más vulnerables.

El consumo masivo continúa débil, el empleo informal sigue elevado y la capacidad de ahorro de las familias permanece limitada. Por eso, más allá de la disputa técnica, la discusión sobre cómo se mide la pobreza también define el diagnóstico de la crisis económica y el alcance real de las políticas que impulsa el Gobierno.

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