27 de diciembre de 2025

Otra vez, Caputo hizo desangrar las reservas para frenar el dólar

Mientras promete sumar dólares, Caputo prioriza frenar la cotización y posterga definiciones clave frente a vencimientos que se acercan.

El mismo gobierno que salió a anunciar un giro hacia la acumulación de reservas terminó la semana pasada haciendo lo contrario. En apenas unos días, el equipo económico que encabeza Luis Caputo vendió más de USD 150 millones para contener la suba del dólar, una señal que en el mercado se leyó más como urgencia que como fortaleza.

La secuencia dejó en evidencia la tensión interna del plan cambiario. El lunes, el Tesoro había comprado USD 320 millones. El miércoles, la intervención se redujo a USD 13 millones. Pero el jueves la estrategia cambió de rumbo y se vendieron USD 150 millones para frenar la cotización. A eso se sumó un viernes con un volumen operado inusualmente alto: USD 610 millones, más del triple de lo habitual tras las elecciones. Para los operadores, ese movimiento sugiere que las ventas oficiales terminaron siendo bastante mayores.

El mensaje que bajó desde el Palacio de Hacienda buscó tranquilizar al Fondo Monetario Internacional y a los acreedores, con la promesa de recomponer reservas. Sin embargo, la práctica mostró otra prioridad: evitar que un salto del dólar vuelva a empujar una inflación que empieza a dar señales de alerta. En ese dilema, el control del tipo de cambio pesó más que la consistencia del programa.

El malestar dentro del oficialismo por el cambio de rumbo que empujó el FMI quedó a la vista. Javier Milei optó por el silencio y evitó explicar públicamente la nueva hoja de ruta. No hubo celebraciones, ni gestos de entusiasmo, ni escenografías habituales en el Ministerio de Economía. Esa ausencia de discurso amplificó las dudas.

Para entender el clima interno, en el mercado miran a Ricardo Arriazu, uno de los economistas más escuchados por el Presidente. Su advertencia fue directa: en una economía bimonetaria, cualquier movimiento del dólar se traslada a precios y el margen para experimentar es limitado. También alertó sobre el riesgo de perder el control del esquema cambiario.

«Anunciaron la suba del techo de la banda, lo que genera incertidumbre, pero el riesgo país perforó los 600 puntos. Es decir, el mercado cree que la flotación cambiaria es el mejor sistema. Yo no. Fui flotador en mi juventud, como toda persona que estudió afuera, hasta que vi cómo funciona una economía dolarizada o bimonetaria», afirmó Arriazu.

El economista sostuvo que con el crawling peg aplicado desde el inicio de la gestión libertaria la inflación desaceleró, se compraron USD 25.000 millones de reservas y la actividad comenzó a recuperarse tras el golpe inicial. En cambio, desde la puesta en marcha del esquema de bandas, el riesgo país subió, la economía se estancó y el Banco Central dejó de sumar dólares. «¿Dónde está la ventaja?», se preguntó.

Detrás de la discusión técnica aparecen dos problemas concretos. El primero es la inercia inflacionaria: en noviembre, la inflación mayorista avanzó 1,6% y los productos nacionales treparon 1,8%, números que en el Gobierno leen como una advertencia. Con ese escenario, dejar correr el dólar no entra en el menú político.

El segundo frente es financiero y tiene fecha: enero. Cada dólar que se vende hoy para contener la cotización es un dólar menos para enfrentar vencimientos de deuda por unos USD 4.500 millones. Caputo insiste en que los fondos están asegurados, pero en el mercado la confianza no acompaña. El economista Fernando Marull calculó que, incluso sumando los USD 910 millones del Bonar 2029, compras recientes y desembolsos de organismos, todavía faltan alrededor de USD 2.300 millones.

Desde Economía responden con promesas de ingresos futuros: los USD 635 millones de las concesiones hidroeléctricas, un préstamo repo que aún no se concreta, posibles swaps con Estados Unidos y China y hasta una supuesta oferta de USD 7.000 millones de bancos extranjeros. Por ahora, las cartas siguen sobre la mesa, pero la intervención cambiaria de la semana dejó una certeza: el plan camina sobre una cuerda floja.

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