Argentina enfrenta un frente financiero cada vez más exigente. En los próximos 18 meses, el Estado debe afrontar compromisos por casi USD 47.800 millones entre capital e intereses con bonistas y organismos internacionales. Si se agregan los vencimientos privados, la cuenta total supera los USD 57.000 millones, una carga que condiciona la política económica y explica la presión externa para reforzar las reservas.
Los plazos y montos que aparecen en el horizonte no operan como un dato aislado. Funcionan como un ancla que atraviesa la gestión de Javier Milei y empuja definiciones clave del programa económico. La exigencia de acumular dólares, impulsada por el FMI y los bancos acreedores, se traduce en un endurecimiento del esquema y en giros forzados dentro del plan oficial.
Un reciente informe de CIFRA pone el foco en ese viraje. Allí se describe el pasaje desde una etapa inicial de desdolarización involuntaria hacia un nuevo ciclo de endeudamiento externo. Según el centro de estudios, el primer momento no respondió a una estrategia deliberada, sino a la falta de acceso al financiamiento internacional en una economía “atravesada por la irresuelta crisis de deuda que le pone límites estrechos a la recuperación de la actividad y a la propia sostenibilidad del régimen económico que instauró el gobierno de Milei”.
El escenario se modifica con la intervención de los organismos multilaterales. “Con el salvataje del FMI y los organismos internacionales de crédito se registró un importante ascenso de la deuda externa pública de 20.860 millones en el segundo trimestre, hasta alcanzar su récord de 197.499 millones de dólares”, afirma CIFRA. El informe suma una advertencia central: “casi la mitad está en manos de organismos internacionales de crédito y es una deuda de muy corto plazo”.
El peso de esos compromisos se agrava por la dinámica cambiaria. Tras la flexibilización acordada con el FMI, la salida de divisas por formación de activos externos se aceleró con fuerza. Según CIFRA, más de USD 32.000 millones salieron del país desde la apertura de las restricciones, un drenaje que erosiona la capacidad del Banco Central para cumplir con el calendario de pagos.
La apertura comercial también juega su parte. Con un tipo de cambio apreciado, las importaciones crecieron con intensidad: las cantidades importadas aumentaron más del 36% y las de bienes de consumo final subieron 62,7% interanual en los primeros diez meses de 2025. La sustitución de producción local por compras externas profundiza la salida de dólares y limita el aporte del sector real.
Del lado de los ingresos genuinos, las proyecciones más optimistas estiman que el país podría reunir unos USD 9.000 millones por la vía comercial durante 2026. Los números recientes muestran una tendencia más ajustada: en los primeros diez meses del año el superávit comercial sumó USD 6.846 millones, lejos de los casi USD 19.000 millones registrados en todo 2024 y por debajo del acumulado de USD 16.000 millones que se observaba en igual período del año anterior.
Para CIFRA, el problema excede la coyuntura. Se trata de la continuidad de una estructura histórica donde el endeudamiento externo convive con la fuga de capitales y termina por limitar la viabilidad macroeconómica. Desde 1976, cada ciclo de apertura financiera comienza con un fuerte ingreso de divisas vía deuda y concluye con una salida equivalente o superior por activos privados en el exterior.
El recorrido histórico refuerza esa lectura. Durante la última dictadura, la deuda externa saltó de USD 7.800 millones a USD 45.000 millones, mientras la fuga rondó los USD 23.000 millones. En los años siguientes, con el retorno democrático, la dinámica no se revirtió y desembocó en la crisis de fines de los ochenta. En los noventa, la Convertibilidad sostuvo la estabilidad a costa de privatizaciones y capitales financieros, hasta el colapso de 2001.
El quiebre llegó entre 2003 y 2015, cuando los gobiernos kirchneristas redujeron la deuda externa pública y llevaron el ratio deuda/PBI a mínimos históricos. Aun así, la salida de capitales persistió. Con Cambiemos, el patrón volvió a invertirse: la deuda total se expandió con fuerza y la fuga acompañó casi peso por peso el ingreso de dólares.
El informe también se detiene en el endeudamiento privado. Durante la gestión de Mauricio Macri, la deuda externa privada creció en “15.335 millones de dólares, alcanzando un stock de 81.088 millones a fines de 2019”. En el período del Frente de Todos, CIFRA señala “una nueva expansión de 22.076 millones de dólares”, con menos deuda financiera y más deuda comercial, tras concesiones cambiarias que descargaron presión sobre las reservas.
Con Milei, el movimiento vuelve a cambiar de signo. El centro de estudios registra “un fuerte aumento de la deuda financiera en el marco del ‘festival de obligaciones negociables’ y una reducción de la deuda comercial”, una señal del retorno pleno al esquema de valorización financiera.
El balance de largo plazo sintetiza la magnitud del problema: el 87% de los dólares que ingresaron por endeudamiento desde 1976 terminó fuera del país. Con vencimientos concentrados, reservas escasas y presión externa creciente, ese antecedente histórico vuelve a pesar sobre el presente.
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