El boom del delivery dejó una postal repetida en todas las ciudades: más bicis, más motos y más trabajadores intentando estirar ingresos que se achican sin freno. En plena corrida de precios y con una demanda que no crece al ritmo de la oferta, los repartidores quedaron atrapados en un esquema donde cada viaje pesa, pero nunca alcanza. Un nuevo informe privado puso números a esa realidad y mostró cuántas entregas hacen falta para cubrir necesidades básicas.
El estudio, elaborado por la Fundación Encuentro, tomó como punto de partida el Coeficiente de Alcance del Pedido Promedio (APP), una herramienta que calcula cuántos pedidos requiere un repartidor para sostener distintos niveles de gastos. El valor base surgió del promedio por viaje en septiembre, que fue de $2.553,6 entre Rappi y PedidosYa, sin propinas.

¿Cuántos pedidos necesita un repartidor para sobrevivir?
Con ese monto como referencia, el documento expuso una cifra que encendió alarmas en el sector: un trabajador necesitó 461 pedidos en septiembre para llegar a la Canasta Básica Total de una familia tipo. En julio el número era de 450 y en agosto de 454, lo que mostró un deterioro constante del poder de compra. Incluso los gastos cotidianos dibujaron una foto similar: llenar un tanque equivale a 2 pedidos y pagar el monotributo, a 15.
Otros indicadores que reveló el informe:
- 344 pedidos para igualar el ingreso individual promedio del país.
- 149 pedidos para sostener a un adulto sin alquiler.
- 67 pedidos para cubrir la alimentación básica.
- 190 pedidos para la canasta de crianza de un hijo.
- 271 pedidos para pagar un alquiler promedio en CABA.
- 126 pedidos para llegar al Salario Mínimo Vital y Móvil.
La investigación también remarcó que los repartidores dependen de factores ajenos a su esfuerzo: el clima, la demanda horaria, la distancia de cada viaje y los criterios de asignación de pedidos, que suelen ser poco transparentes. A eso se suman los gastos que cada uno asume sin respaldo de las empresas: combustible, mantenimiento del vehículo, reposición de equipamiento, datos móviles y aportes fiscales.
Otro punto clave del informe fue la falta de información pública: no hay datos oficiales sobre cuántos repartidores trabajan en el país, cuántos kilómetros recorren, cuánto ganan por zona o cómo se distribuye la demanda. La actividad tampoco tiene un piso de derechos ni tablas salariales, por lo que cada trabajador organiza su jornada según lo que la aplicación decida asignarle.
Entre julio y septiembre, los aumentos más fuertes llegaron por el lado de los alquileres y la crianza: el primero sumó 11 pedidos extra y el segundo entre 3 y 4. Otros rubros como combustible o monotributo se movieron menos, aunque igual presionaron sobre ingresos que ya no alcanzan.
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