“Todo lo que se ignora, se desprecia”.
ANTONIO MACHADO
Como en la escena central de “Thriller”, mítico videclip del álbum más vendido en la historia de la discografía mundial, Karina emergió, durante la noche del pasado viernes, de esa suerte de tumba política a la que la había ondenado la derrota en las elecciones del 7 de setiembre en provincia de Buenos Aires y volvió a comandar el aquelarre de un gobierno bastante terrorífico en sí mismo.
Manuel Adorni, conspicuo admirador de la Escuela de Fráncfort (no porque adhiera a la teoría crítica de inspiración marxista sino porque tiene toda la biblioteca de adorno), alcanzó el cenit del gabinete al ser designado Jefe (¡berp!) y Diego Santilli, sin ponerse colorado, aceptó la cartera de Interior, que hasta septiembre no existía y fue “creada” como señal de “politización” del mileísmo apátrida. Quien ocupara ese cargo, Lisandro Catalán, presentado en su momento como el master magister de la negociación y la cosecha de consensos, duró menos de dos meses en el nuevo ministerio del Interior.
Dos hombres del más absoluto riñón de la Primera Hermana entraron para ocupar puestos neurálgicos en la administración del Estado. Al unísono con esta ascensión de Karina, Mauricio Macri era despedido de manera descortés de la Rosada con las manos vacías. El Presidente, que lo había invitado a cenar, dejó enfriar las milanesas y el Calabrés partió mascullando vendetta.
Primera reflexión: Milei es un pibito melifluo y blandengue que, cuando le van mal las cosas, anda arrastrándose en busca de aliados, protectores, socios, padres putativos… cualquier cosa que le sirva para amortiguar sus evidentes derrotas. Pero, ni bien percibe que un haz de esa energía del poder lo calienta, se agranda como sorete en kerosene, destroza los pactos como un niño caprichoso rompe sus juguetes y destrata a todos a los que les fue a pedir auxilio… Bueno, a todos no, porque a los yankees se caga encima antes de destratarlos (bah, siempre se caga encima).

ORNAMENTALES
La creación de la Jefatura de Gabinete de Ministros fue una de las demandas de Raúl Alfonsín a incluir en el Pacto de Olivos. El veterano radical, que por entonces creyó estar labrando el campo institucional para sembrar la semilla del parlamentarismo, debe estar retorciéndose en su tumba con la noticia… y con otras, por ejemplo, que Martín Lousteau sea el único radical (?) que ingresó al Congreso en la última elección.
Pero volvamos a la Jefatura de Gabinete (cuestión que conozco bien porque fui testigo presencial de los debates durante la Convención Constituyente, trabajé en losaspectos administrativos de su creación y escribí los primeros 40 informes del Jefe de Gabinete de Ministros al Congreso de la Nación para Eduardo Bauzá y Jorge Rodríguez). El artículo 100 de la Constitución reformada en 1994 le confiere al Ministro Coordinador la responsabilidad de “ejercer la administración general del país”, cuestión compleja para alguien que no pudo administrar ni una secretaría de Estado y que, además, es un inútil y un vago.
El jefe de Gabinete tiene también la misión de “efectuar los nombramientos de los empleados de la administración, excepto los que correspondan al presidente” lo que representa un verdadero dislate porque, si sin ese poder metió a toda su familia en el Estado, con el manejo de los nombramientos en el empleo público… bueno, hay un barrio entero en La Plata que celebra.
Nada importa: así como un par de meses antes de la elección de medio término Milei explicaba que él no
necesitaba cuadros políticos en las Cámaras sino personas que levantaran la mano, en el Gabinete puede estar cualquiera: Adorni, Santilli, Karina, Conan… total gobiernan Bessent, Trump y el bueno de Barry “Fat” Bennet, puente de plata (y hablamos de mucha plata, aunque todos sabemos que “no hay”) entre el Papadas y el Peluca Rubia del Norte. Este muchacho entrado en carnes fue condenado en los Estados Unidos por “manipulación de la opinión pública por fuera de los términos de la ley de cabildeo”, que no es otra que la que regula el lobbying yankee. Dos “palitroques” cobró Bennet por una opereta menor para el gobierno de Qatar. Imaginate la que le debe estar bolsiqueando al Casalito Presidencial. Más que lobista, un experto en comer billeteras estatales.
Quién ocupe los cargos del gabinete ornamental, entonces, es lo de menos: están pintados. Apenas si tienen que abrazarse a los saltos con el Príncipe Idiota, fingir demencia a plazo fijo, decirle “guapa” a Karina, hacer buena letra con el Emperador y su lacayo Lamelas e imaginar cómo hacen para llevarse una moneda más que la que figura en su recibo de sueldo. Porque pertenecer… tiene sus privilegios.

TAUMATURGIA
Mientras las mieles de la victoria aún eran degustadas por el mundillo libertario, la Primerísima Hermana (nivel Generalísimo) oraba junto al presidente en un “acto protocolar” (así lo denominó la comunicación oficial) por el Día de las Iglesias Evangélicas. La conmovedora imagen de los Milei y la imposición de manos de los pastores no opacó el hecho de que, horas antes, buena parte de la Argentina celebraba (?) Halloween, fiesta pagana / satánica ligada a la cultura celta en la que, lejos de venerar a los familiares fallecidos (como lo hacen los bolivianos en el Día de Todos los Santos o los mexicanos en el Día de los Muertos), se oficia el culto a la muerte y se rinde pleitesía al poder de las brujas en su noche. Además, claro, del fenomenal negocio de merchandising y la penetración cultural que significan las “Jack O´ Laterns” (calabazas huecas y luminosas).
No son pocos los pensadores católicos que, a esta altura, establecen cierta vinculación entre esa festividad idólatra y algunas iglesias pentecostales que han sentado sus reales en nuestra patria. También entre Halloween y las artes oscuras: la adivinación, la magia y la hechicería. Todo eso flotó durante los días posteriores a los comicios en los salones de Casa Rosada: limpiezas energéticas con vinagre y palo santo, oraciones y, por qué no, algunos sortilegios. Si Javier Milei fuese un poco más argentino, no sería raro descubrir un payé hecho por Karina entre los pliegues de sus seis camperas superpuestas.
Como fuese, no se le debe restar importancia a las cuestiones de fortuna a las que Maquiavelo ya hacía mención hace cinco siglos atrás. No interesa cuál sea el procedimiento utilizado para que los hados te sean benéficos. A falta de virtud, buenas son las relaciones con los espíritus. Y también con los Estados Unidos.
Es para nuestros “hermanos del norte” que Milei ha montado todo el show post electoral. Lo único que le
interesa es quedar bien con el Tío Donaldo y sus secuaces. Desde la estrategia comunicacional utilizada la noche del domingo 26 de octubre, cuando gritaron “Ganamos” sin saber los resultados y, post cierre de las urnas, dedicaron dos horas a destacar lo transparente de la votación (lo que denunciaba que habían metido los garfios) hasta la dosis de afecto calculada con la que el Presidente presentó a su nuevo gabinete, organizada para que los presentadores de los canales “para-oficiales”. Imagen patética si la hay la de la operadora Cristina Pérez midiendo los segundos que duraban los abrazos para sacar chapa de cómo Milei lo quiere más a su cosplayer de marido que al resto de los ministros. Todo magia.

CONDUCCIÓN
Nadie lo dice. Al menos en voz alta. Públicamente. Pero hay, en la dirigencia política al sur del Río Grande, fuertes y serias dudas sobre la capacidad de Cristina Fernández de Kirchner para conducir al peronismo hasta la próxima victoria. Es más, se avizora que la herramienta de construcción elegida en los últimos años se ha vuelto formidablemente endogámica y, desde un tiempo a esta parte, no sólo no suma militantes ni extiende sus dominios sino que los reduce notablemente a distritos gobernados por acólitos y a la Universidad.
Lo explico porque durante la semana señalé algunas cuestiones a partir del análisis de la carta de Cristina “a los compañeros y las compañeras militantes”. Dije que yo creía que “Cristina no tiene ya las posibilidades de construcción que tenía 10 años atrás” y agregué que “lo que tiene, y ha manejado históricamente, es intacta la capacidad de destrucción”. Lo dije y marqué mi preocupación en este sentido. Preocupación que se extiende al ver las respuestas, consideraciones y hasta amenazas recibidas
por esta idea.
De los cientos de comentarios que aparecieron en las redes por el recorte de mi diálogo con Hernán Brienza y Raúl Dellatorre (se pueden ver en YouTube y X) surge con claridad que las aguas se parten de manera absurdamente irreconciliable. Bolcheviques y mencheviques posmodernos tan fanatizados como los verdaderos de principios del siglo XX (la ruptura fue en 1903), haciendo la revolución con armas ciberneticas en un cerrado “a favor” o “en contra”.
Sin matices, sin desarrollo, sin análisis. Apelando a emocionalidades propias de termos libertarios; revoleando cuestiones de género; argumentando sobre moral con la bragueta abierta: cualquier cosa, menos algo que sirva. Porque todos declaman buscar la unidad pero con la condición de que sea esa unidad “a mi manera y bajo mis condiciones”.
La ex presidenta es, sin dudas, el cuadro político-intelectual más relevante de lo que va del siglo y, probablemente esté a la altura de Perón en ese sentido. Es, también, uno de las pocas presas políticas que la Democracia recuperada en 1983 ha admitido sin que la dirigencia de otros partidos haya hecho nada al respecto (no nos olvidemos de Milagro Sala). Y tiene, además, la estatura de los más grandes
estadistas de la Historia. Pero no es infalible.
Perdió con el Frente Renovador en 2013 por inventar a Insaurralde. Eligió a Scioli como candidato a presidente en 2015. No le dio la interna a Randazzo en 2017. Negoció con Alberto en 2018, cuando muchos sabíamos que el “Latin Lover de la Paternal” planteaba una unidad que intentaba desunirnos. Se entregó a Massa en 2023, aunque lo haya disfrazado de consenso luego de nominar a Wado De Pedro como su candidato. Alguna vez eligió a Lousteau y a Ocaña como ministros…
Se ha equivocado (como todos); está atravesada por tremendas pérdidas (seguramente no hay nadie que haya entregado tanto como ella en términos de quebrantos y menoscabos) y es la única a la que han intentado asesinar y han condenado con pruebas más falsas que la pelambre de Adorni. Por eso da como cosa verla enredada en una pelea en el barro que va desde sus “Che Milei” hasta su último opúsculo destinado a responsabilizar a Kicillof de la derrota, más allá de que lo emperifolle de intenciones de “unidá”.
Y ni siquiera hablo del discurso del baile en el balcón ni la gestualidad de Kirchner (como gusta de llamar el actual Verbitsky a Máximo). Digo de esa idea de “vieron, yo tenía razón”. Y si la cosa pasa por tener razón, la meta está ahí nomás: todos hemos tenido razón en algún momento, hasta los perejiles como yo.
Cristina está para más. El Movimiento necesita hoy un decálogo de ideas luminosas que se conviertan en un programa que atienda las demandas y expectativas de un pueblo que sufre. De verdad sufre. Nadie mejor que ella (que sabe de verdad sobre las políticas públicas) para coordinarlo, ensamblarlo y darlo a conocer como herramienta de construcción de consensos.
Es vox pópuli que el Partido requiere de una renovación. Un nuevo perfil. La emergencia de figuras novedosas con discursos de reparación y restablecimiento. ¿Quién mejor que Cristina, presidenta del Partido, para convocar a una interna nacional a cielo abierto? Y antes, a una afiliación y re afiliación en las que se utilicen herramientas de Inteligencia Artificial para asegurar la transparencia y legitimidad de los padrones.
Nadie quiere jubilar a la Conducción. No es momento de despreciar saberes ni amores. Apenas alertar sobre las responsabilidades que conlleva la hora. Y, además, de cuidarnos de cómo llegan las rencillas del piso 32 a Planta Baja, sobre todo si el chisme lo trae el portero. Porque puede que sea verdad que, en las alturas, esas ofensas caducan a los seis meses, como Cristina misma ha expresado. Pero abajo, en el subsuelo de la Patria, los enconos son más duraderos. Eternos en algunos casos. Por algunas de esas cuitas hemos perdido en la Provincia de Buenos Aires, sin ir más lejos, unos 300.000 votos que se fueron con Fernando Gray, Santiago Cúneo y Alberto Samid. La diferencia entre Santilli y Taiana fue de 29.354 votos.

NEW YORK, NEW YORK
Mientras terminaba esta nota llegaban noticias y análisis sobre el triunfo de Zohran Mamdani, candidato demócrata a la alcaldía de Nueva York, a pesar de que el Tío Donaldo apeló a la misma estrategia que en nuestras recientes elecciones parlamentarias: les avisó a los neoyorquinos que, si ganaba “el comunista” (así lo llama despectivamente) les iba a cortar el chorro. A diferencia de nuestros cipayitos de vodevil, Manhattan se alzó de hombros y votó lo que tenía que votar.
Nuestros analistas vieron en esta victoria demócrata “una lección sobre la necesidad de espejar a la extrema derecha, confrontando con ella en todos los terrenos: perfiles, ideología, narrativa y radicalidad programática”, tal como lo explica Marcelo Falak en su extraordinario análisis de “DesPertar”, del portal Letra P.
A mi juicio, sin embargo, de la campaña de Mamdani surge un dato mucho más interesante. Porque este hombre de 34 años, inmigrante, nacido en Uganda de padres indios, que se declara musulmán chiita y califica de «genocidio» lo de Israel en Gaza (digo, lo hace en el epicentro del poder israelí en la diáspora), compitió no sólo contra los aprietes de la extrema derecha republicana sino, también, con el fuego amigo que disparó hasta último momento alcalde de NYC, Eric Adams, un personaje controvertido al que le gusta pavonearse en la noche de Manhattan.
Mamdani eligió no confrontar esa interna y puso el foco en sus propuestas, algunas tan atractivas como el congelamiento de los precios de los alquileres, el servicio de transporte público gratuito y las guarderías gratis para familias con niños de hasta cinco años.
Interna versus proyectos. Pasado contra futuro. La voz de una mayoría silenciosa que uno descubre a cada paso que da en la 5ta Avenida o el Central Park: los inmigrantes. Esos a los que Trump persigue hasta debajo de la cama y que, ahora, han podido darle un cachetazo a la xenofobia del Gran Rubio. Y no sólo en Nueva York. También en Nueva Jersey, en Virginia (hasta ayer enclave de la derecha furiosa y los servicios de inteligencia), Detroit, Cincinnati, Pittsburgh y Atlanta.
Hubo un tiempo en el que los argentinos que teníamos la suerte de poder viajar por trabajo o estudios a los Estados Unidos nos asombrábamos del bajo nivel cultural y hasta intelectual de los norteamericanos medios. Hoy la tortilla parece haberse dado vuelta y los yankees muestran una sensatez que sorprende. Claro que, también en las elecciones provinciales, los argentinos habían hecho gala de sentido común. No estaba Milei en campaña igual que Trump no estuvo en las boletas de estos comicios que perdió la derecha. ¿Será una cuestión de candidatos? Si es así, la dirigencia (al menos la de nuestra patria) tiene el deber y la obligación de recuperar la democracia y el vapuleado sistema de partidos. Porque estamos a un pasito de que nos gobierne un meme.
Por Carlos Caramello.-
About Author
Te puede interesar también...
-
Proponen que no se oculte la suba de la nafta: «No entiendo porque les cuesta tanto informar los aumentos»
-
De la motosierra al Plan Platita: Milei aumentó los giros a provincias antes de votar
-
El Gobierno inició el proceso de remate de la energía nuclear argentina
-
¿Alcanza con un Astori peronista? Amable matiz con José Natanson
-
En plena discusión por la seguridad, Bullrich habilitó la compra de fusiles semiautomáticos
