En medio de la corrida cambiaria y con un horizonte electoral cargado de incertidumbre, Javier Milei encontró un salvavidas en la Casa Blanca. Donald Trump anunció un paquete de apoyo económico que podría incluir un swap de USD 20.000 millones, un préstamo a través del Fondo de Estabilización Cambiaria y la compra de bonos argentinos en dólares. La noticia calmó momentáneamente los mercados, pero abrió otra discusión: ¿qué pide Estados Unidos a cambio?
El ministro de Economía, Luis Caputo, lo reconoció en una entrevista televisiva. “Para Estados Unidos, ayudarnos es una decisión geopolítica, nosotros daremos inversiones en la economía real”, señaló en TN. La frase puso en palabras lo que en los hechos ya se observa: el rescate financiero no es gratuito y los recursos naturales argentinos aparecen en el centro de la negociación.
Un antecedente clave fue el acuerdo que la Cancillería firmó en agosto de 2024 con Washington: el “Memorándum de Cooperación para la Gobernanza, la Inversión y la Seguridad de las cadenas de suministro a nivel mundial”. Allí se estableció que Argentina debía proporcionar información preferencial sobre futuras licitaciones de proyectos vinculados a minerales críticos, incluidos litio y tierras raras. “Allí se propugna no solo la cooperación en materia de cadenas de suministro, sino que se reconoce cierta preferencia en la provisión de información sobre licitaciones, incluso a nivel provincial, relativas a recursos de minerales críticos (Tierras Raras)”, advirtió el especialista en energía y minería Juan José Carbajales, de la consultora Paspartú.
Los datos de Oxfam confirman por qué Estados Unidos apunta a esta región. El sur global concentra el 70% de las reservas de minerales indispensables para la transición energética: 72% del cobalto, 64% del litio, 71% del níquel y 87% de las tierras raras. En América Latina se encuentra más del 50% del litio mundial, sobre todo en el “Triángulo del Litio” que integran Argentina, Bolivia y Chile. Sin embargo, la región solo capta el 10% del valor económico que genera esa explotación.
La paradoja se repite en otros sectores. Tesla, la empresa de Elon Musk, obtuvo ganancias por USD 5.630 millones en 2024 gracias a la venta de autos eléctricos. En promedio, ganó USD 3.145 por cada vehículo, mientras que la República Democrática del Congo recibió apenas una fracción por los 3 kilos de cobalto incluidos en cada batería. Según Oxfam, si ese país conservara todo el valor, podría generar más de USD 4.000 millones anuales, suficientes para brindar energía limpia a la mitad de sus 110 millones de habitantes.
La concentración no solo es productiva. También se refleja en la arquitectura financiera internacional. El informe “Transición injusta: recuperar el futuro energético del colonialismo climático” describe cómo el sur global padece un “saqueo” estructural: paga intereses de deuda que superan los USD 400.000 millones al año, mientras las inversiones para energía limpia se concentran en los países ricos. América Latina, con todo su potencial, recibió apenas el 3% de la inversión global en renovables en 2024.
En paralelo, las exigencias del Tesoro norteamericano comenzaron a impactar de lleno en la política argentina. Milei eliminó las retenciones cero al agro, una medida que había durado apenas tres días y que generaba tensión con los productores de Estados Unidos. También reimplantó controles cambiarios y lanzó el Consejo de Mayo, con la intención de lograr un mínimo de gobernabilidad en el Congreso, otra condición que Washington consideró esencial antes de destrabar cualquier desembolso.
La presión externa se suma a un cuadro financiero ya crítico. Argentina enfrenta vencimientos por USD 28.774 millones en 2026 y otros USD 36.216 millones en 2027. El proyecto de Presupuesto 2026 incluso prevé un déficit en la balanza de bienes y servicios de más de USD 5.700 millones, lo que complica aún más la acumulación de reservas. El oficialismo intenta sostener el superávit comercial gracias al empuje del sector energético, pero las cifras muestran que será insuficiente.
La desigualdad también se expresa en el acceso a la energía. Mientras el 10% más rico del planeta consume la mitad de la energía mundial, la mitad más pobre apenas accede al 8%. En Argentina, los números son alarmantes: el 73% de los hogares populares tiene un acceso precario a servicios básicos y un 11% carece directamente de ellos. En la Villa 21-24 de la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, el 94% de las viviendas tiene conexiones eléctricas irregulares.
En ese contexto, la frase del exembajador estadounidense Marc Stanley resuena con fuerza: “La Argentina es un país clave para asegurar la estabilidad en la región”. Sus palabras, pronunciadas en 2024, parecen hoy un anticipo del escenario actual. El salvataje de Trump no solo busca frenar la crisis cambiaria: también coloca a los recursos estratégicos del país bajo la lupa del Norte. Y mientras Milei acepta esas condiciones, la soberanía energética y minera queda cada vez más comprometida.
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