26 de septiembre de 2025

La serpiente en el huevo y el principio de orquestación algorítmica

Por Lucas Chedrese*

La democracia está en peligro. No es una afirmación alarmista ni una exageración política: es una constatación que emerge de múltiples índices internacionales que marcan esta tendencia preocupante a nivel global. Desde el Índice de Democracia Global de The Economist hasta los informes de Varieties of Democracy de la Universidad de Gotemburgo, las señales de alarma se multiplican. Argentina no escapa a esta realidad.

Sin embargo, pocas investigaciones analizan en profundidad de qué manera específica se erosiona la democracia. La mayoría se limita a registrar el deterioro sin desentrañar los mecanismos concretos que lo producen. Es aquí donde cobra relevancia el trabajo que desarrollamos en Asuntos del Sur.

En Asuntos del Sur, basándonos en el robusto marco teórico desarrollado por Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en su obra «Cómo mueren las democracias», desarrollamos una metodología específica para identificar y alertar sobre estos riesgos autoritarios. Los académicos de Harvard demostraron que las democracias ya no mueren «a manos de hombres armados» sino de manera más sutil, a través del lento y progresivo debilitamiento de las instituciones esenciales y la erosión de las normas políticas tradicionales.

Esta metodología, que denominamos «Marcadores de Riesgo Autoritario», nos permitió crear un sistema de alerta temprana. Como quien identifica a la serpiente cuando todavía está en el huevo, antes de que pueda causar daño irreversible. Primero aplicamos esta herramienta durante la campaña electoral presidencial de 2023, cuando elaboramos el «Semáforo del Autoritarismo«. En ese análisis, visualizamos claramente el riesgo que implicaba la candidatura de Javier Milei, quien mostraba una proporción significativamente mayor de posicionamientos autoritarios en comparación con su contrincante, Sergio Massa.

Al año de mandato, volvimos a realizar el estudio y los resultados confirmaron tristemente nuestras alertas iniciales. El informe «Alerta Democrática – Marcadores críticos de riesgo autoritario en el primer año de gestión de Javier Milei» documentó que el país efectivamente se había movido en la dirección que habíamos anticipado.

Los datos internacionales respaldan estas conclusiones. Según el informe de Varieties of Democracy 2025, Argentina cayó en cinco indicadores clave de democracia desde la asunción de Milei: un descenso del 5% en el índice liberal, un retroceso del 5.2% en el componente igualitario, una baja del 4.8% en el índice participativo, y un alarmante desplome del 22.9% en el componente deliberativo.

Los riesgos se materializan cuando se advierte que si la democracia no da las respuestas que la ciudadanía espera, pueden emerger alternativas autoritarias. En numerosas declaraciones, Milei ha planteado esta lógica: si el sistema no funciona, será necesario cambiarlo desde afuera de sus reglas. Más preocupante aún es su postura inflexible expresada en la frase: «no negocio valores». Esta rigidez, que rechaza el compromiso y la negociación—pilares fundamentales de cualquier sistema democrático—se convierte en un marcador de riesgo autoritario cuando proviene del poder ejecutivo.

La orquestación algorítmica de la mentira

El ejemplo más paradigmático de esta nueva forma de hacer política lo encontramos en las repetidas declaraciones de Milei sobre el salario promedio en Argentina. En diciembre de 2024, el presidente afirmó que «el salario promedio pasó de 300 a 1100 dólares». Posteriormente, su vocero Manuel Adorni sostuvo que «el salario real promedio de la economía hoy está en los 1100 dólares». En septiembre de 2025, Milei volvió a asegurar que el salario promedio es de 1200 dólares.

Los datos oficiales del INDEC desmienten categóricamente estas afirmaciones. El propio Milei reconoció en una entrevista radial que «el salario promedio de la economía es 400 mil y pico de pesos», lo que equivale a aproximadamente 556 dólares según el tipo de cambio oficial. Esta práctica sistemática de repetir información falsa desde múltiples plataformas y con variaciones menores representa lo que podríamos denominar, parafraseando los principios de propaganda de Goebbels, el «principio de la orquestación algorítmica». Como establecía el ministro de propaganda nazi: «si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad». En la era digital, esta repetición se potencia exponencialmente a través de las redes sociales y los medios afines.

La diferencia con la propaganda tradicional radica en que ahora los algoritmos amplifican y distribuyen estos mensajes falsos de manera masiva y segmentada, creando burbujas informativas donde la mentira circula sin contrapesos efectivos. Es el «principio de orquestación» llevado al siglo XXI: «Miente, miente, que en las redes sociales se lo creerán«.

Detectar la serpiente en el huevo

La importancia de metodologías como la nuestra radica precisamente en esto: identificar las tendencias autoritarias cuando aún es posible revertirlas. Los marcadores de riesgo funcionan como un sistema de alerta temprana que permite a la sociedad y sus instituciones reaccionar antes de que el daño democrático se vuelva irreversible.

El caso argentino demuestra la efectividad de estas herramientas analíticas. Las alertas que emitimos en 2023 se materializaron exactamente como habíamos anticipado, validando la solidez del marco teórico de Levitsky y Ziblatt aplicado al contexto local.

Pero no todo está perdido. Los acontecimientos recientes en Argentina demuestran que tanto la ciudadanía como las instituciones políticas muestran una notable resiliencia frente a estos embates autoritarios. La masiva movilización universitaria de septiembre, la contundente respuesta del Congreso rechazando los vetos presidenciales al financiamiento de las universidades y del Hospital Garrahan por amplias mayorías, y la reacción de diversos sectores de la sociedad civil ante los intentos de concentración del poder, evidencian que los anticuerpos democráticos siguen funcionando.

El sistema de pesos y contrapesos, aunque tensionado, continúa operando. Los medios independientes siguen verificando y desmintiendo las declaraciones falsas del poder ejecutivo. La justicia mantiene su independencia en casos clave. Y la sociedad civil se moviliza cuando percibe amenazas a sus derechos fundamentales.

La democracia argentina ha sobrevivido a crisis peores. La diferencia ahora radica en que tenemos herramientas más sofisticadas para diagnosticar las amenazas y actuar en consecuencia. Identificar a la serpiente cuando todavía está en el huevo no solo es posible: es nuestra responsabilidad colectiva. La tarea que tenemos por delante es clara: fortalecer estos sistemas de alerta temprana, promover la cultura del fact-checking, y mantener viva la llama del debate democrático basado en hechos verificables. Solo así podremos asegurar que la democracia argentina no sea otra víctima de esta tercera ola de autocratización global. En tiempos donde la desinformación se propaga a la velocidad de un click, la verdad también debe estar a un click de distancia. Y esa responsabilidad es de todos nosotros.

*Por Lucas Chedrese (politólogo, Coordinador Ejecutivo de Asuntos del Sur).-

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