Ideología del angurriento

“El cerdo vive tan gordo
Y se come hasta los hijos”
José Hernández
«Martín Fierro»

Siempre fueron brutales. Que el ensayo escrito por Domingo Faustino Sarmiento, intitulado “Facundo o Civilización y Barbarie”, sea una de las piezas de más alto vuelo de nuestra literatura no los redime ni un instante ni quita de sus hombros esa historia de crímenes que los signa. Todo lo demás son nomenclaturas: autonomistas, conservadores, UCD, PRO, libertarios… cambia la época y el color, pero subyacen los mismos sentimientos de odio de clase y la misma voracidad desmedida.

Son muy ambiciosos”, pontifiqué alguna vez y un querido amigo me corrigió. Me dijo: “No… ambicioso puedo ser yo, o vos. No está mal la ambición. Ellos son angurrientos”. La imagen que me trajo su advertencia me cerró de inmediato. Gordos, grasos, atiborrándose de manjares mientras los que les sirven, flacos, escuálidos, los miran casi resignados, sin reaccionar.

Esta semana asistimos a una mudanza de época: del amarillo al violeta. De la sofisticación de un Blanco Villegas a la vulgaridad cholula de nuevos ricos del Casalito Presidencial. Pero detrás, recortados en el fondo de la foto, como si fuese una nueva versión de “Las Meninas” de Velázquez, se advierten, casi en las sombras pero con nitidez, las imágenes de los patrones de siempre; los titiriteros enredando los hilos de las marionetas; los dueños de todo que, a partir de los malos ratos que pasó José Alfredo Martínez de Hoz al dejar marcadas las huellas dactilares en el Proceso, decidieron salirse de escena y que su poder y su crueldad sean como aquel fantasma que recorría Europa a mediados del siglo XIX… pero de derecha.

Da lo mismo

La rendición del PRO y Mauricio Macri en el asimétrico acuerdo con la Libertad Avanza confirma la máxima de que las ultraderechas terminan devorando a las derechas. Fin de esta fuerza política, fin de ciclo” posteó, en sus redes, Bernarda Llorente, una de las analistas más lúcidas de nuestra patria. La síntesis se ajusta de manera precisa a la claudicación del macrismo ante la enjundia libertaria. Y resultaría perfecta si el evento hubiese ocurrido en la Europa de VOX, Rally National o Fratelli d’Italia. Pero estamos en estas pampas en donde, como dice el tango, “la historia vuelve a repetirse” con nuevos rostros en el frontis y los “conocidos de siempre” atrás. Claro, sin muñequita dulce y rubia.

Lo dijimos antes de las elecciones de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: “si el PRO pierde en CABA, desaparece”. Y lo habíamos dicho muchísimo antes, allá por la campaña a presidente de 2019: “Macri tiene el boleto picado”. Claro que haberlo dicho no es demasiado importante en un país con memoria de cabotaje. Pero el círculo rojo devenido violeta se la tenía jurada a Mauricio. Le concedieron la presidencia y operó como primus inter pares… además de quedarse con casi todos los negocios y organizar ese sistema de apropiación de empresas a precio vil que fue la Causa Cuadernos. No podía ser gratis mandar a los señores feudales vernáculos a caminar el laberinto de Comodoro Py (en el mejor de los casos, porque en los peores hasta estuvieron varias horas en los olorientos calabozos del bastión de la Justicia Federal).

No es necesario ser italiano para incubar vendettas. Aunque, mirando bien al “circolo”, uno alcanza a leer Rocca, Magnetto, Bulgheroni, Pagani, Rattazzi… ningún liviano; todos “pesso da novanta” a los que Macri quería arriar como lechón p´al pueblo: ensoñaciones de niño rico; fantasías de ojos celestes. Todos estos nombres que se cayeron del cuaderno del chofer Centeno, junto con Federico Braun y Sebastián Bagó, otrora socios de Mauricio, aparecieron esta semana sentados a la mesa de otro ex macrista: Luis “Toto de la Champion” Caputo, expresando con claridad meridiana que no importa cuál sea el nombre de pila de la derecha ni el tiempo: ellos están… “aunque no los veamos, siempre están”, parafraseando a Marilina Ross.

Foto de Carlos Brigo.

Alter Egos

Markus Gabriel, el filósofo alemán de la Nueva Ilustración, sostiene que la posverdad ha muerto y que debemos ir pensando en una posrealidad, algo así como lo que practica Milei copiando a su amado Donald Trump: el diseño de contextos paralelos que no necesariamente confluyen en los deseos que expresan. Sin embargo, estos falsos universos ideales que proyectan en sus actos y en sus redes, permean en las mentes y expectativas de muchas personas que, a pesar del ajuste que sufren, tienen confianza en su cancerbero: síndrome de Estocolmo, pero con el amor de un solo lado.

En la marcha de discapacitados del martes, la mamá de uno de esos jóvenes -llamémosla “S”-, entrevistada por un periodista sostenía “no estoy ni a favor ni en contra. Nunca vine a una marcha, es la primera vez… porque esta vez me tocó a mí. Y te soy sincera, así como dimos un voto de confianza, vengo a decirle al presidente que con ellos (los discapacitados) no”. Y agregaba: “Tiene que saber con qué sectores puede hacerlo y con cuáles no”. Cuáles sí y cuáles no, fue lo no pudo explicar. Porque “S” es parte del muestrario de eso que los sociólogos se achicharran el cerebro por develar. El clasemedismo individualista. El “algo hay que tocar, pero no a mí”. El primero yo, después yo y luego los que quieran seguirme.

En esos sectores se encuentra la mayor incapacidad de sinapsis de la sociedad argentina. Los de abajo saben que, cuando están mejor, es porque alguien hizo algo por ellos. Por eso pibas de 18 o 20 años salen a buscar trabajo con una imagen de Evita entre el pecho y el corpiño, para que las ayude y las cuide. Los de arriba, saben que siempre están mejor cuando gana el peronismo. Pero detestan que también estén mejor los de abajo; que haya olor a asado en las obras de construcción al mediodía y que vuelva la música de cumbia a todo volumen. Además de no conseguir servicio doméstico, of course.

El tema son los del medio. Su vida por la tele o por las redes. Sus aspiraciones nunca satisfechas. Sus módicas traiciones de clase. Sus pretéritos rencores con el peronismo que le dio “a esa, que es una negra, y a mi… nada”. Los subsidios, los programas de salud y educación, las obras de infraestructura, los derechos de segunda y tercera generación son… nada. Todo eso que les molesta tanto a los de arriba, porque sienten que es plata de ellos que se gasta en otros, para los del medio es… nada. Y votan… nada.

PeroMismos

Hoy, el peronismo, es una emoción incierta. Más producto de la culpa que de las responsabilidades. Más cómplice de la corrección política que de la solidaridad. El verdadero peronismo, el sudoroso y descamisado, ha sido maniatado por una dirigencia con trasfondo y vocación antiperonista. Esa que, por ejemplo, se dedica a bastardear la figura de Carlos Menem, pero copia las peores cosas del menemismo, como que lo único que importa es el poder. Un combate perdido. Una cuestión de peso (kgr.) y pesos ($). Los dirigentes, para obtener su porción, su cuota parte, se asocian a poderes apolíticos (amorales en realidad) y, como necesitan enmascararse, revolean la bandera de vaya a saber qué ética pretérita y terminan sub sumidos a esa potestad que los desangra. Ese es el alimento preferido de los poderosos: ¡la hemolinfa de la política! De casi toda, desde la recuperación democrática a esta parte.

Muy difícil ser parte de lo que se debería combatir. Complejo estar en la procesión y repicar la campana, decía mi abuelita la soltera. Mucho más si se espera “la correlación de fuerzas”, esa que nunca llegará porque cualquier asociación con el poder será asimétrica, en falsa escuadra, nula. Te sentarán a su mesa, te palmearán la espalda, te dirán “hermanito” y te harán sentir parte de ellos mientras obtienen aquello que desean (porque necesitar, no necesitan más nada), y luego te descartarán junto al palillo con el que han mondado sus dientes.

Las estrategias no son nuevas: los patrones no andan haciendo pruebas cuando algo da resultado; y lo que no, lo tiran y listo. Por ahí lo novedoso son algunas herramientas como las redes, y esa “oposición” que quiere ser “de ellos”. Esto sumado a una sociedad menos atenta, más atribulada, confundida adrede, les ha permitido profundizar el saqueo sin casi ninguna resistencia. Nada de batalla cultural ni mudanza ideológica. La propaganda como utensilio del mal, las mentes aturdidas por los ruidos de la comunicación en sus distintos decibeles… y a engullir, que se acaba el mundo.

Porque, paradójicamente, los angurrientos sólo se satisfacen en el hambre de los otros.

Por Carlos Caramello.-

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