5 de febrero de 2025

Ficha limpia, culo sucio

“Todos quieren ser amos
y ninguno el dueño de sí mismo”.
Ugo Foscolo

Fue error puro: el indiscreto encanto de la impunidad ejercida hasta tensar los límites. En tiempos de dirigencia política con estructura de mesa de blackjack (sabot incluido), uno de los que estaba en la mira del croupier pidió carta y… se pasó. Otra vez ganó la banca. Se sabe, la banca nunca pierde.

La justicia investiga 166 viajes del exsenador Edgardo Kueider a Brasil, Paraguay y Uruguay en los últimos 10 años. Hace cinco que ingresó a la Cámara alta y los cuatro anteriores fue secretario General de la Gobernación de Entre Ríos. A esta altura nadie puede decir que era un “chico de los mandados” ni una “mula”. Todo lo contrario: hombre de confianza. Que, de confiado nomás, perdió.

Pero, ¿por qué él? Es un secreto a voces que el Gobierno compra voluntades con la misma frecuencia con la que alquila novias (no me animo a decir “con que cambia de camisa”). Y que no sabe negociar.Y que transa sólo por necesidad. De a uno, además, porque es más barato. ¿Entonces? ¿Por qué Kueider y no, por ejemplo, la senadora Lucila Crexell Sapag (pongo el apellido completo para que no crean que esta muchacha nació de gajo en la política), que cambió a cielo abierto su voto en la ley Bases por la embajada en la UNESCO, cosa que, como es habitual en Milei, nunca le dieron? ¿O el senador Carlos Mauricio «Camau» Espínola, alias El Navegante, que viajó sin vela ni embarcación de la Secretaría de Deportes durante el segundo gobierno de Cristina Kirchner al interbloque proto libertario Provincias Unidas? ¿O a los «héroes comedores de asado» de la Cámara de Diputados, en especial Mariano Campero que festejó la ley Bases como si se hubiese ganado la lotería (y, por ahí…)?

¿Estaba Kueider en el lugar menos indicado, en el peor momento? Bueno, un poco sí. Pero, ¿cuánto tuvo que ver la pelea libertaria con la ‘Ndrangheta? (lo planteo de esta manera porque evidentemente es una pelea de bandas con perfil mafioso). La excelente relación de Mauricio Macri con Horacio Cartés (o sea con Paraguay) ¿significa algo en este desenlace? ¿Hay vendetta calabresa por las arteras jugadas gubernamentales de ficha limpia y la hidrovía? ¿Es un mensaje para “Caputito”, después de su “desencuentro” con El Gato de las últimas semanas? ¿Están desorientados y no saben? ¿Asistimos al principio del fin?

Demasiadas preguntas para los estertores de un año cargado de movidas políticas, defecciones, intrigas y rearmados que nos deparan un 2025 más complejo aún. Claro que, sólo a los pobres mortales porque, salvo algún semidiós expulsado de vez en cuando, en el Olimpo las cosas van a seguir como siempre. Eso sí, por las dudas, compre pochoclo… no vaya a ser que alguien se asuste, se vaya de boca y la miniserie lo agarre desprevenido.

¿Otra vez sopa de arroz?

Existen varios registros históricos de actos de homenaje encabezados por distintos presidentes argentinos a lo largo de nuestra historia. Ninguno que haya sido organizado para sí mismo y para su hermana, como el del pasado martes, cuando los siameses presidenciales festejaron su primer año de mandato.

Un cumpleañitos. Con saludo desde el balcón, bailecito, beso con la novia de ocasión, brazos levantados en gesto ganador de Milei a sus ministros, intercambios afectuosos con el centenar de personas que allí se habían reunido (¿se habían o los habían?) y, finalmente, el Presidente, descendiendo al plano de los mortales, para estrechar manos… a través de las rejas, obvio.

Todo esto luego de grabar durante más de una hora el discurso de unos 40 minutos que fue puesto al aire a través de cadena nacional alrededor de las 21 y que resultó más de lo mismo: datos falsos; promesas atadas con alambre a la buena voluntad de ajenos; compromiso de más ajuste (una de las pocas cosas en la que Javier Milei ha cumplido a pie juntillas) y la cara de nada de la docena de apóstoles sobrevivientes (en un año, el presidente y, sobre todo, Karina, se cargaron un centenar de funcionarios de primera línea) entre los que valdría la pena tratar de leer quién oficiará de Judas próximamente.

Muuuuuucho filtro, mucho Photoshop, algo de glamour (con ellos, el mucho, en ese tema, es imposible) y una panoplia de inexactitudes (y dale con la inflación proyectada del 17.000%) que, sin embargo, parecieran convencer a bastantes gentes. Como algunos de los que lo vivaron cuando salió al balcón, varios de ellos pertenecientes al castigado sector de los jubilados y que, sin embargo, expresaban su confianza en que, a largo plazo, las cosas se vayan solucionando… “a largo plazo estaremos todos muertos”, decía John Maynard Keynes. Esos señores y señoras, muy ancianos, más que seguro.

De carne somos

Del rosario de sandeces desparramadas en su auto homenaje (con jolgorio incluído) del pasado martes, Milei abusó de la mentira cuando aseguró que «el salario básico en Argentina pasó de 300 dólares a 1100 dólares«. Primero porque el diario La Nación (al que no se puede signar de kirchnerista ni de albertista… y mucho menos de peronista) en septiembre de 2023 explicaba, en una nota titulada “Golpe al bolsillo: el gráfico que muestra cómo se destrozó el salario en dólares de los argentinos” (o sea, digamos…) que el salario promedio era de 444 dólares, según el economista Fernando Marull.

Pero lo más importante es cuál era el poder adquisitivo de aquel salario y cuál el del actual. Es decir: no interesa cuánto ganás sino para qué te alcanza. Y si con el dólar a 805 pesos, el kilo de asado ($ 1.539 en Precios Justos) te costaba por entonces menos de US$ 2 y hoy (a $ 11.800 en su carnicería de confianza) vale US$ 11, la cuenta es fácil: Milei te está queriendo cagar con los números. En 2023 comprabas 222 kilos de asado y hoy no comprás ni 100. Resultado: el consumo de carne vacuna este año fue de 47,2 kilos por año, el valor más bajo desde 1996, cuando los argentinos éramos como 13 millones menos que ahora. ¡Mamadera!

Pero, además: en 2023 el promedio del gas era $ 500; la electricidad, $ 3.000; el agua, $ 700 y el subte $ 80 (dato sólo para porteños), mientras que en 2024 el gas promedia los $ 27.000; la electricidad, $ 37.000; el agua, $ 18.000 y el subterráneo $ 855. Es decir, aún aceptando que el sueldo promedio de 2023 fuese de US$ 300, para equiparar aquello tendría que haber un salario de US$ 3.300.

Con el objetivo de refutar a Milei, utilicemos cifras que ofreció el economista Roberto Feletti, quien sostuvo que el PBI cayó 5,2% en el primer trimestre de 2024 y 1,7% en el segundo. Y que la proyección para todo el año es de -3,8% (o sea va a caer casi 4 puntos). Ocurre que el salario rodó barranca abajo 6,8% entre noviembre de 2023 y septiembre de 2024 y que el desempleo aumentó de 5,7% a 7,7% entre el primer semestre de 2023 y el primer semestre de 2024.

En su discurso escrito seguramente por alguno de los creadores del teatro del absurdo, Milei dijo que la Argentina “dejó de ser un hazmerreír mundial”. Alcanza con recordar su imagen bailando en la cena de recaudación del America First Policy Institute en Mar-a-Lago, Estados Unidos, o el momento en que lo hicieron bajar del escenario sin que pudiese concluir su discurso, o su soledad en la última Cumbre del Mercosur para preguntarse qué significará para nuestro mandatario la idea de “hazmerreír”… Eso, mientras esperamos a Godot.

Los números ¿mienten?

Aburrido desmentir a un mentiroso. Tedioso al extremo hacerlo con los dichos del Presidente. Y, sin embargo, varios encuestadores dicen que, a Milei, hoy por hoy, lo sostiene alrededor de un 50% del electorado (punto más, décima menos). La afirmación, en sí misma, es engañosa. Revisados los diferentes ítems/preguntas de las encuestas, se descubre que el desacuerdo, las críticas y el disgusto por las diferentes políticas implementadas por el gobierno tienen un índice siempre más alto. Ni que hablar cuando se pregunta sobre la economía particular de los entrevistados.

Así las cosas, los resultados positivos a la pregunta inicial e iniciática, que intenta pivotear sobre la imagen de Milei, se desvanecen en la medida que se profundiza el cuestionario y empiezan a aparecer las opiniones negativas o, lo que resulta llamativo, crecen los “no sabe/no contesta”. 

Es aquí donde los senderos se bifurcan y aparece una idea que comienza a rondar la cabeza de los analistas más reflexivos: ¿los entrevistados tienen miedo? ¿responden previendo represalias? ¿creen que, en realidad, están siendo espiados? ¿Se ha impuesto el terror por sobre la razón?

Algunas de los gestos y acciones del presidente y su entorno, por ejemplo, cuando se regodean de haber llevado la pobreza al 57%, o de haber sacado la protesta de las calles a fuerza de represión, parecerían indicar que esto es así. Y que las perspectivas para el próximo año son aún peores. Perdido un aliado como Kueider, imposibilitado de comprar votos por el escándalo, con el bloque de UxP agrandado por la llegada de una senadora cristinista y todo en el marco de la pelea encarnizada con Villarruel, Milei ha prometido a su entorno que le va a poner una faja de clausura al Congreso.

Es decir: si en 2024 emitió casi 1.100 decretos (si, leyó bien, mil cien decretos), imagínese lo que va a ser 2025 sin actividad parlamentaria. De arranque, no llamó a extraordinarias en diciembre y, de acuerdo con las órdenes de no dejar guardias en enero, emanadas para ambas Cámaras, todo parece pasar al 1 de marzo, cuando el Presidente asista al recinto de Diputados para inaugurar el nuevo año legislativo con su discurso.

¿Mantendrá la sociedad su apoyo? El único fantasma real que sobrevuela al líder libertario es que el caso Kueider, sumado a los millones de dólares en el exterior que maneja la esposa de Ritondo, puente de plata entre Milei y Macri. Si esto, junto a otras corruptelas menores, lo alcanzara, quedaría en el sitio mismo de esa“casta” que dice combatir. Y “más sucio que una papa” (dixit Aníbal respecto de Lilita). Quizá por esto siga haciendo ingentes esfuerzos para “salvar” al senador entrerriano detenido en Paraguay, cosa que, lejos de “absolverlo”, lo enchastra un poco más. Porque como admitió la propia Patricia Bullrich, en este año de gobierno de LLA, “todo ha sido transaccional”. Si algunas paredes hablaran…

Herramienta electoral

Con la sigla Partido Justicialista como telón de fondo y el escudo en el frente, Cristina Kirchner asumió el miércoles pasado la presidencia del PJ en un salón de la UMET, dos días después de la foto de “deshielo” tomada en la reunión en la localidad de Moreno que sólo logró congelar un poco más los glaciares de las relaciones internas. 

Con la mirada puesta en las elecciones legislativas de 2025, rodeada de sus vicepresidentes, con una mayoría camporista en las butacas y la notoria ausencia de gobernadores y de la cúpula cegetista (que se ha acercado a Pichetto y su troupe para armar un “nuevo peronismo” -debe ser joda-), la dos veces presidenta de la Nación asumió y ascendió a la conducción partidaria con fuertes críticas para el gobierno pero, también, para dirigentes del espacio a los que definió como “peronismo tardío”, dando a entender que a pesar de haberse incorporado casi recientemente al movimiento, pretenden “explicar lo que es el peronismo”. Referencias todas en las que resonó el nombre de Axel Kicillof, cuyo faltazo fue, en términos políticos y comunicacionales, más relevante que mucho de lo dicho por Cristina en su discurso.

Este nuevo rol como jefa del partido facilita mucho la estrategia del líder de LLA: Milei polariza con la ex presidenta; ella le contesta y el libertario, gracias a esa respuesta, ningunea al gobernador bonaerense. Es decir, compite con una oponente virtual y elimina del escenario a su contrincante fáctico. Ocurre que Milei cuenta con forzar esa “manito de la Justicia” que necesita para que la jefa del PJ no pueda competir. El propio Juan Carlos Maqueda advirtió sobre los peligros de “una democracia que ignore la división de poderes y que avance hacia la autocracia” en su discurso de despedida como juez de la Corte Suprema.

El gobernador, por su parte, hace lo imposible por mostrarse fuera del conflicto, más allá de su ausencia en el acto de asunción de Cristina. Y sostiene un modelo de oposición real y efectiva por los hechos: Milei les quita los remedios a los jubilados, Axel impulsa un Centro de Industria Farmacéutica bonaerense; el Gobierno nacional quiere vender Aerolíneas, Kicillof quiere comprarla… y todo así, a pesar de las zancadillas de los propios y el desfinanciamiento de los ajenos. En ese caleidoscopio partidario se imprime, de forma nervada, una remake de Caseros, con los artilugios que ofrecen las nuevas tecnologías y los egos sordos de siempre. Y en medio de esa batalla, el dolor del pueblo. Porque, “cuando dos elefantes se pelean, la que sufre es la hierba”.

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